lunes, 3 de agosto de 2009

A los navegantes

A todos los que continúan honrando a este blog con su visita les digo que, aunque no haya nuevos textos por mi permanencia en Buenos Aires, seguiré recibiendo los comentarios que quieran hacer acerca de cualquiera de la notas que componen este sitio. Todos ellos serán leídos y publicados; y respondidos en los casos en lo que lo crea oportuno.
Saludos a todos y muchas gracias por seguir visitándonos.

domingo, 7 de junio de 2009

¡Muchas gracias y hasta la próxima!

Como conté, el 16 de mayo nos confirmaron que no habría más Bundesliga para los tres relatores en español. Con la certeza de la finalización de la etapa, entre ese día y el miércoles 27, fecha de mi vuelo de vuelta a Buenos Aires, se sucedieron las despedidas.
Fue el momento de despedirse de mucha gente que en estos dos años formó parte de mi vida cotidiana y hay un detalle en muchos que me llama gratamente la atención: me dicen que cuente con ellos y con su casa para cuando vuelva a Colonia, algo que los alemanes no hacen frecuentemente, por lo que hay que creerles cuando lo hacen. Les creo y les agradezco, pero eso termina de darme la certeza: estoy yéndome.
El sábado 23 fue el adiós a los compañeros de trabajo, a quienes cabe dedicarles una mención especial. Sportcast, la empresa que produce la señal internacional de la Bundesliga, organizó una reunión en la cantina del CBC para celebrar el cierre de la temporada, que, como todos los años, se hizo cuando terminamos de grabar los resúmenes de la última fecha. Una vez que estuvimos todos, Nerses, uno de los directores de imagen, sacó la foto del equipo, que después podremos descargar de su página web personal. Después de tres tomas, Günther, el máximo responsable del equipo, se ubicó en el centro del grupo y tomó la palabra. Empezó felicitándonos y agradeciéndonos a todos por el esfuerzo de todo el año que derivó en un producto por el cual la empresa, dijo, se siente muy orgullosa. Después comunicó “oficialmente” el final de los relatos en castellano y nos explicó a todos que se trata de una decisión que excedió a aquellos que trabajaban siempre con nosotros y querían seguir haciéndolo y que fue tomada desde el área de marketing de acuerdo a los criterios que comenté en el texto del jueves 14. No llegué a advertir si lo pidió Günther o surgió espontáneamente, pero todos los compañeros, unos veinte en ese momento, se orientaron hacia nosotros –Mariano, Enrique y yo- y nos brindaron un calidísimo y sostenido aplauso que, sinceramente, nos conmovió a los tres. Mariano hizo gala de su perfecto alemán para hablar en nuestra representación y todo ese momento se coronó con la entrega de unos pequeños presentes con distintos elementos alusivos, como no podría ser de otra manera, a la Bundesliga y con una miniatura de la catedral de Colonia, der Dom para los amigos.
Los dos años en Alemania, y especialmente en mi amada Köln, me marcaron definitivamente. Los alemanes derribaron ese equivocado concepto que tenemos de ellos y de nosotros mismos, que nos creemos los mejores en todo; nos consideramos los mejores amigos, los más apasionados hinchas de fútbol, los más solidarios, etcétera. Nos gusta decir que los alemanes son fríos y distantes, aun sin haber conocido nunca de cerca a alguno de ellos; entre nosotros hay quienes todavía los emparentan con el nazismo. Mi experiencia sirvió para hacer pedazos esos conceptos. Pude hacer unos cuantos amigos alemanes que, como conté al principio, han puesto a mi disposición nada menos que su casa; en dos años de vida entre ellos no tuve que vivir un solo episodio en el cual mi condición de extranjero y extra comunitario me representara un mal momento. Este increíble país me mostró que hay otra forma de vivir, a mi criterio mejor que la nuestra, en la cual se puede dar cada paso con la convicción de que la vida en sociedad está compuesta en todos los órdenes por personas, ya sea en las cosas que funcionan bien como en la forma de buscar las soluciones para lo que es mejorable o perfectible. Me enseñó que dejar cruzar a un peatón en una esquina, además de ser obligatorio, es una muestra de gentileza y no de debilidad; que la “viveza” criolla no es de ninguna manera una virtud, sino un lamentable defecto. Que las leyes y reglamentaciones tienen valor siempre y no solamente cuando favorecen a nuestros propósitos o intereses. Que en un equipo de periodistas, donde muchas veces los egos son incontrolables, pueden tirar todos para el mismo lado, sumando cada uno desde el lugar que le toca ocupar, sin complejos, recelos ni envidias. En la sociedad alemana se respeta el trabajo y la profesionalidad, aun cuando uno tiene la incomparable posibilidad de vivir de lo que ama hacer. Cuando uno hace algún planteo, le dirán que sí o que no; pero nunca intentarán hacerle sentir que están haciéndole el favor de permitirle trabajar en lo que le gusta ni le dirán que afuera hay cientos de personas dispuestas a hacer gratis lo mismo por lo cual estamos presentando alguna inquietud, queja o reclamo. En síntesis, uno no es culpable de disfrutar de su trabajo.
Dejé pasar algunos días para poder expresar mejor las sensaciones que me produjera este nuevo cambio; por eso no publiqué nada más desde que estoy de vuelta en Argentina. Está claro que este texto es también el cierre de un ciclo, ya que el blog tal como nació y fue desarrollándose no tiene razón de ser conmigo instalado otra vez en Buenos Aires. La idea que lo motivó fue la de acercarles a los que me honraron con sus visitas un paisaje diferente, ya no con una mirada turística sino con la de alguien que se encontraba en pleno proceso de adaptación a una cultura muy diferente de la nuestra.
Ojalá hayan podido disfrutar la lectura de este blog como yo lo hice con su escritura. A los que lo enriquecieron con sus aportes, comentarios o con la simple visita, muchísimas gracias.
Hasta pronto.

jueves, 21 de mayo de 2009

Crónica de un final anunciado

Las cosas negativas no son, por previsibles que hayan sido, menos desagradables cuando finalmente se producen. Sabiendo que pueden pasar uno se prepara mejor para recibirlas y, de alguna manera, amortigua el impacto y reduce sus efectos. Pero sólo los reduce, no los evita.
La espera de la que hablaba al final del texto anterior llegó a su final; se hizo larga, demasiado larga, e incierta. El sábado, después de terminar la transmisión en vivo de los partidos –en mi caso, Hertha Berlín 0 – Schalke 04 0- nos dieron la certeza de que la gente que maneja la difusión internacional de la Bundesliga había decidido prescindir de los relatos en español y, con eso, se termina esta etapa de trabajo en Köln para los tres periodistas que desempeñamos esta tarea; y para mí, por mi situación de inmigrante no comunitario, también llega a su fin este período de experiencia europea. Explicaré el proceso que derivó en este epílogo.
Por estas cosas de los meganegocios que uno nunca llega a entender, fundamentalmente porque no hace el intento, la renegociación de los derechos de difusión del fútbol alemán para América Latina trajo como consecuencia que la empresa norteamericana -de propietarios uruguayos- GolTV se convirtiera en la exclusiva propietaria de esos derechos para toda América, con excepción de Brasil. Esta compañía tiene a sus propios periodistas, a los que encarga la tarea de los relatos de los partidos del fútbol de Alemania y de algunos países más. Hasta el final de esta temporada alternaba el trabajo de su gente con el nuestro, cosa que no sucederá desde el comienzo del campeonato 2009-2010.
Hay razones que pueden hacer entendible esta decisión. Una de ellas, es que la modalidad de transmisión en nuestros países involucra a dos personas, un relator y un comentarista. Nosotros, en cambio, lo hacemos solos, de la misma forma que en Alemania están acostumbrados a ver el fútbol por televisión. Otro motivo, quizás el principal, sea que en el tira y afloje de la negociación la empresa haya intentado reducir el precio de compra de los derechos. Los alemanes, interesados en mantener la presencia de la Bundesliga en la consideración del público latinoamericano, accedieron a bajar el canon a cambio de la eliminación del costo, mínimo en el volumen de la inversión que demanda la estructura montada hace tres años, de los relatos en castellano. Pero uno de nuestros compañeros ingleses, Alan Fountain, tiene una visión particular del tema. Este fanático de Manchester United y del rugby dice que los alemanes cometen un error estratégico por poco dinero, ya que si la intención es que el fútbol alemán y Alemania sean más familiares para los latinos, nada aportará a esa causa que desde el lugar de origen no salga información generada por periodistas que están en permanente contacto con la información, ya sea por su posibilidad de leer y escuchar alemán como por la de estar empapados de la realidad del país en el que se lleva a cabo la liga que tienen la intención de masificar. Alan sostiene, con razón, que aunque no se retransmita nuestro audio éste puede servir de información para quienes sean designados para comentar los partidos; y digo que tiene razón porque alguna vez, estando en Uruguay, pude ver una transmisión hecha por los periodistas de GolTV que están en Miami y pude advertir el enorme esfuerzo que tuvieron que hacer para llevar adelante un partido que no ofrecía ningún relieve y sin mucho más para decir que lo que se veía en pantalla, lo que los llevaba a caer en errores e imprecisiones de variado tenor, cuando no en tonterías lisas y llanas; y esto no es culpa exclusiva de los relatores, ya que ellos deben tener varias ligas y torneos internacionales que atender y ocuparse minuciosamente de cada una de esas competencias les resultaría físicamente imposible, más allá de las inquietudes que cada uno tenga o no por intentar ser un poco mejor.
Esta es la última semana completa de mi presente etapa en Alemania. No daré por seguro que volveré, aunque ese sea mi ferviente deseo. No lo haré porque soy enemigo del fundamentalismo optimista, ese con el que mucha gente con la mejor intención y enorme –quizás inmerecido- cariño hacia mí me decía que “todo va a salir bien” o “vas a ver que te vas a quedar” sin poder sostener ese pronóstico, que sinceramente y tanto les agradezco, con un solo elemento racional. No lo haré porque la concreción de ese deseo depende también de variables que están completamente fuera de mi alcance. En dos años y algo más de trabajo no recibí ninguna queja y sí algunos elogios para mi desempeño; así todo, la reunión del próximo sábado de todo el equipo para despedir a la temporada también servirá para decirnos adiós a nosotros.
Pero no es para dramatizar. Con esta oportunidad caída, volveré a Buenos Aires. Allí está mi trabajo esperándome, ya que la gente de radio Continental, gracias a la imprescindible e incomparablemente generosa gestión de Víctor Hugo, me otorgó un segundo período de licencia sin goce de sueldo para cumplir con esta temporada de la Bundesliga, aun cuando la ley no los obligaba a hacerlo.
Pero lo más importante es que allá están los que quiero. Mis padres, dos grandes. Mis hermanos con sus respectivas familias y mis sobrinos, los más increíbles regalos que me dio la vida a falta –todavía- de hijos propios. Cuando llegue a Ezeiza y me tire encima a Ian y a Camila me invadirá, mientras esté besándolos y abrazándolos sin parar, la sensación de que todo lo que acaban de leer no tiene mayor importancia.

jueves, 14 de mayo de 2009

¿Adiós o hasta pronto?

No es una sorpresa porque ya lo había visto en la temporada anterior, pero nunca deja de llamar la atención que caminando por una vereda de Ehrenfeld, el barrio de Colonia en el que vivo, se crucen pequeñas liebres desde que el clima entró en su etapa más benévola del año. Andan por ahí, debajo de los arbustos y en cualquier superficie que les ofrezca un poco de verde; y si bien no permiten que la gente se les acerque, tampoco huyen despavoridas. Se mantienen a distancia, atentas; pero se dejan ver. Se ven muchas en los alrededores del edificio del CBC, donde relatamos los partidos de la Bundesliga, y también en los jardines que rodean al enorme geriátrico que está frente a la estación de tranvía de la Gutenbergstraße, donde habitualmente tomo el Straßenbahn de la línea 5.
Algo que sí descubrí hace poco, a pesar de los casi dos años que llevo en esta ciudad y en este barrio, son unas pequeñas plaquetas metálicas que hay en el piso. Están frente a la puerta de algunas casas y recuerdan a muchos habitantes judíos que tuvo Colonia y que fueron detenidos y deportados por los nazis en la época de la Segunda Guerra. En cada una de esas placas figura el nombre de la persona homenajeada –en el caso de las familias los de todos sus integrantes- su fecha de nacimiento, la fecha de su deportación y el campo de concentración al que fue derivada. En algunos de ellos figura la fecha del asesinato y en otras signos de pregunta que dan a entender que no se supo más de esa persona una vez producido su traslado. Mirando un poco más atentamente, en distintos movimientos que tuve que hacer noté que estas chapas están dispersas por casi toda la ciudad. Durante mis primeros tiempos en Köln no había notado la finalidad de estos pequeños cuadros metálicos; pero cuando uno se pone a leerlos no puede evitar una sensación muy particular, un poco de perplejidad y otro poco de repugnancia. En el barrio vive mucha gente muy mayor y uno imagina que pudieron haber sido vecinos con las víctimas de los nazis que están permanente homenajeadas en las veredas. ¿Qué nos contarían si les preguntáramos algo acerca de aquellos tiempos?
No sé por qué no había reparado antes en la presencia de las liebres o por qué no advertí antes el contenido de las placas dispersas por las veredas. Quizás sea porque desde hace un par de meses camino por la ciudad con la sensación de que dentro de poco dejaré de caminarla y, por esa razón, lo hago mirando mucho más atentamente, como queriendo llenar las retinas con cada imagen que entrega este lugar que aprendí a querer tanto en tan poco tiempo. Todavía no está confirmada nuestra continuidad laboral, ya que la empresa que produce la señal internacional de la Bundesliga está renegociando los derechos con los adjudicatarios de América Latina y una de las variables del precio parece ser la entrega o no del relato original en castellano de los partidos y de los resúmenes de cada una de las fechas del campeonato. Una de esas empresas, la norteamericana GolTV –propiedad de los famosísimos (por distintos motivos) Enzo Francescoli y Francisco “Paco” Casal- ya ha dicho que no tiene problema en prescindir de nuestro trabajo y emitir los partidos relatados y comentados por su propia gente. Todavía quedan algunas negociaciones abiertas, pero mis compañeros y yo ya pensamos en nuestra salida. En mi caso mucho más, ya que soy el único de los tres que vive en Colonia sólo por esto y que caída esta posibilidad debería dejar Europa ya que mi visado laboral establece taxativamente que mi permiso se limita únicamente a mi vinculación con la empresa que me tiene contratado y para realizar la tarea que me ha tenido acá los últimos dos años; y si bien mi próximo viaje a la Argentina nunca estuvo en duda, una cosa será hacerlo sabiendo que en agosto estaré otra vez por acá y otra muy distinta abandonar Köln sin fecha cierta de regreso, si es que éste alguna vez se produce efectivamente.
En esta etapa, que uno podría definir como incierta y por eso un poco triste, hay, sin embargo, cosas que reconfortan. Nuestros compañeros ingleses, cuya continuidad está asegurada, no dejan de manifestarnos su apoyo y sus disgusto y tristeza por nuestra muy probable partida. También los alemanes que comparten la tarea con nosotros –operadores de sonido, de video y gráfica, editores, redactores y la gente que está a cargo de las transmisiones en distintos aspectos- nos comentan sin reparos sus ganas de que el grupo de trabajo se mantenga tal como está conformado hasta ahora. Como ya comenté en algunos de estos textos, los alemanes han hecho pedazos, al menos en mi opinión, el concepto que en general se tiene de ellos. Conmigo, y creo que mis compañeros comparten esta impresión, han sido absolutamente cálidos y amables. En lo profesional, extremadamente respetuosos y serviciales por demás. Al principio, además, han tenido la enorme generosidad de hablarme en inglés mientras mi alemán no fuera suficiente para poder llevar a cabo cada transmisión. Para ellos, sigamos acá o no en las próximas temporadas de la Bundesliga, siempre tendré palabras de agradecimiento.
El problema es que esa decisión no depende en absoluto de nosotros ni de ellos; ni siquiera está relacionada con nuestro rendimiento. Se trata de cuestiones de política empresaria que nos exceden por completo y por las que solamente nos queda esperar.

jueves, 7 de mayo de 2009

Política y politiquería

Los coloneses están un poco más contentos esta semana. El domingo, después de cuatro derrotas consecutivas, Colonia le ganó 1 a 0 como local a Werder Bremen y está prácticamente libre de cualquier riesgo de volver a Segunda División. El estado de Renania del Norte-Westfalia tiene dentro de su territorio a las ciudades en las que el fútbol se siente más intensamente, ya sea las que están ubicadas sobre la cuenca del Rin (Colonia, Leverkusen, Mönchengladbach) como la del Ruhr (Gelsenkirchen, Dortmund y, más chica, Bochum). Colonia fue el primer campeón de la Bundesliga en su actual formato, creado en 1963; Schalke, su gran rival, tiene a la ciudad de Gelsenkirchen esperando por un campeonato local desde 1958 y sólo calmó un poco la sed alzando la copa UEFA en 1997, el mismo año en el que su archirrival, Borussia Dortmund, llegó a ganar la copa Intercontinental imponiéndose en la final a Cruzeiro. El otro Borussia, el de Mönchengladbach, nos resulta un poco más familiar porque fue aquel al cual derrotó el Boca de Juan Carlos Lorenzo en 1977 como visitante, aunque debe hacerse la salvedad de que los alemanes no fueron locales en su ciudad sino en Karlsruhe, varios cientos de kilómetros al sur subiendo el curso del Rin.
Renania del Norte-Westfalia, cuya capital es la vecina Düsseldorf, es la región industrial por excelencia de Europa y, por lo tanto, de Alemania. Eso explica, en parte, la multiculturalidad que reina en esta parte del oeste alemán. Los turcos son mayoría entre los extranjeros, aunque muchos de ellos actualmente no lo son por tratarse ya de segunda o tercera generación de descendientes de turcos nacidos en Alemania. La ley alemana, a diferencia de lo que ocurre en muchos otros países, no otorga la ciudadanía a una persona por el solo hecho de haber nacido dentro de su territorio. La nacionalidad alemana se recibe de alguno de los padres o se la adquiere después de ocho años de residencia legal en el país.
Como muchos saben, Bayern Múnich (München en alemán) es el multicampeón de este país. Con el título de la Bundesliga ganado en la temporada pasada llegó a su Schale (el trofeo que se entrega al campeón, algo así como un plato) número veintiuno. Ganó catorce veces la DFB-Pokal (copa Alemania), una vez la UEFA, cuatro la Champions League y levantó en dos oportunidades la copa Intercontinental, la última de las cuales ante Boca Juniors en 2001, con el gol del ghanés Samuel Kuffour en tiempo suplementario, en aquel partido en el que Marcelo Delgado se hizo expulsar por fingir una falta por la que reclamaba penal.
Múnich es la ciudad más importante de la región de Baviera, el más grande de los dieciséis estados federados que conforman Alemania y el principal destino turístico de este país. Sus habitantes, dicen por aquí, se arrogan la condición de ser más alemanes que el resto, lo que, obviamente, genera algunas rivalidades que encuentran su mayor caja de resonancia en el fútbol. Los hinchas de todos los equipos son seguidores de los suyos casi tanto como son detractores de Bayern Múnich. Un poco por la enorme cantidad de logros deportivos del club bávaro, pero otro poco por lo comentado líneas más arriba.
De todas formas, cuando uno lee los diarios nacionales o mira los noticieros de televisión, advierte fácilmente que de ninguna forma hay un arraigado regionalismo. Alemania es un país federal y con esa convicción se lo lleva adelante. Con dificultades y obstáculos, desde ya. Pero con una profunda fidelidad a esos lineamientos de país que los alemanes persiguen desde hace décadas. Los gobiernos sucesivos aplican cada uno su matiz, pero el rumbo es siempre el mismo. No todo lo que hizo el anterior está mal. Ahora que hay campaña política para las elecciones legislativas, que se llevarán a cabo el próximo 7 de junio, no se escucha ni se lee que ningún candidato agreda a otros y desde la coalición de gobierno no lanzan amenazas apocalípticas para advertir de la eventualidad de una derrota oficialista. No les falta nada de lo que nos sobra a nosotros; aquí también hay intolerancia, ineficacia, corrupción y otros males sociales. La diferencia es que ejercen permanentes controles que redundan en mejoras y, en casos de dolo, dejan actuar a las instituciones que crearon para determinarlo y castigarlo.
La República Federal de Alemania fue creada en 1949, después de la Segunda Guerra, tras la cual no quedó demasiado en pie, no solamente en lo material. Los doce años de nazismo habían hecho estragos en la sociedad alemana, que tras la derrota bélica de sus fuerzas armadas se entregó a una profunda autocrítica y se encaminó en la dirección opuesta. Es cierto que el famoso plan Marshall fue vital para su recuperación, pero en ese mismo lapso y por diversos conceptos Argentina recibió también mucho dinero que no parece haber sido tan bien usado, mucho más si tenemos en cuenta que nuestro país nunca llegó a estar ni cerca del estado de destrucción que fue punto de partida del renacimiento de los países que se beneficiaron con la inciativa norteamericana de posguerra.
En nuestro caso habría que decir que, habiendo partido de un entorno mundial ampliamente favorable, nuestros sucesivos conductores de seis o siete décadas hasta hoy se han esforzado con una notable devoción en demostrarnos qué tan capaces podían y pueden ser de destruir un país, cosa de la cual, a esta altura, no nos queda la menor duda.

jueves, 30 de abril de 2009

Cuestión de idiosincracia

Alemania, como gran parte del mundo por estos días, está preocupada por la famosa fiebre porcina. Fue un gran alivio el dato de que la enfermedad no se transmite por el consumo de la carne, ya que el cerdo está presente en buena parte de la dieta de los alemanes. Ayer se comentaba el pedido de los franceses para que toda la Unión Europea suspenda los vuelos hacia México, aunque propone no aplicar restricciones a las llegadas para facilitar de esa manera el regreso de los europeos a quienes la posible pandemia haya sorprendido en tierras aztecas. El tema preocupa, aunque lo asumen con calma y toman, como en todo el mundo, los recaudos necesarios para evitar que el virus se propague inconteniblemente. La canciller alemana, Angela Merkel, ha pedido a los encargados del área de salud de cada uno de los dieciséis estados federados que componen Alemania que arbitren los medios para poner a disposición del sistema de salud pública los medicamentos indicados para combatir la temida fiebre porcina.
Hace un par de semanas que, después de una pausa, retomamos el curso de alemán. Hay un dato que llama verdaderamente la atención y que nunca comenté en este espacio. Los libros de texto, para facilitar el aprendizaje, tienen muchas ilustraciones y fotos que acompañan las lecciones. El libro que usamos en el nivel pasado, Schritte (pasos), tenía como protagonistas a los trabajadores de un pequeño delivery de comidas, dos muchachos y una chica. La única alemana de la zaga es ella, mientras que uno de los chicos es de ascendencia árabe y el otro italiano. Todas las unidades giran en torno a las vivencias de estas tres personas y no hay que hacer mucho esfuerzo para advertir la deliberada intención de que la integración multirracial de la sociedad se naturalice tanto como sea posible.
Pero ese no es el único detalle que nos llamó la atención a todos los que tomamos el curso. Muchos de los textos que los profesores usan en la enseñanza suelen contener críticas a muchas características de los alemanes y su sociedad; esos recortes de diarios o publicaciones varias critican directamente o con sarcasmo o ironía diferentes hábitos y convicciones que rigen la vida cotidiana de la gente de este país. Lo que ellos más critican de sí mismos es su estructura mental (a la que denominan "cuadrada"), al “excesivo” orden. Es evidente que lo bueno no lo es para todos y lo malo tampoco; cuando a mí me preguntan qué es lo que más me seduce de vivir en Alemania no dudo en decir que son el orden y la posibilidad de hacer planes ciertos a mediano y largo plazo, la tranquilidad de que salir a la calle a cualquier hora no es una aventura riesgosa y la facilidad con la que se pueden resolver cuestiones de todos los días, desde cualquier trámite oficial hasta un reclamo o gestión ante una empresa de servicios. No fueron pocos los alemanes que me dijeron que todo esto los aburre y que les gustaría experimentar un poco nuestro desorden. Yo insisto en no recomendárselos, tanto como ellos lo hacen en su legítima aspiración de salir un poco de la monotonía que dicen padecer.
También son muy notorias, casi conmovedoras, las ganas con la que esta gente espera y disfruta del sol. El sábado estábamos en el estudio y todo estuvo listo muy temprano, así que nos quedó media hora libre antes de empezar las transmisiones. Uno de los editores, una vez que terminó la charla previa, se sirvió un sandwich y huyó hacia la calle para disfrutar al aire libre los últimos quince minutos antes de meterse en su cabina a mirar su partido para seleccionar las mejores imágenes, las que editaría para el resumen. Nos dijo a mi compañero venezolano y a mí por qué no salíamos, a lo que Mariano, en su perfecto alemán, le respondió graciosamente que para los sudamericanos el sol es algo muy normal a lo que estamos muy acostumbrados. Para ellos, en cambio, cada minuto de un día soleado tiene un enorme valor. Por eso, los espacios verdes de la ciudad, que son muchos, se llenan de gente que además de sentarse o acostarse a broncearse puede tomar color haciendo algún deporte, ya que en esos lugares hay aros de básquet, mesas de ping pong fijas y hasta canchas de tenis, en las cuales la paciencia para esperar que se desocupe es el único precio que hay que pagar para poder utilizarlas.
Acá también están en campaña política. En junio hay elecciones y los distintos partidos han empezado a desplegar la cartelería por toda la ciudad. El SPD, Partido Social Demócrata, ha pegado afiches con el rostro de un señor, muy joven al parecer, de apellido Hartmann. Lo que más llama la atención es que los candidatos proponen cosas. La izquierda –Die Linke- anuncia como uno de sus postulados más fuertes la lucha por una remuneración para las mujeres que equipare a la de los hombres por idéntica tarea. Los Verdes –Die Grüne- impulsan la implementación de más trenes y ómnibus (mehr Bahnen und Busse) para combatir la polución ambiental. Hoy por hoy, la red de transporte público permite alcanzar casi cualquier punto de la ciudad y tiene un alto índice de eficiencia y puntualidad; como aspecto negativo hay que destacar que, en relación con otros países de la Unión, el costo es mucho mayor. Para citar un ejemplo, en Roma cuesta un euro lo que en Colonia vale dos euros con cuarenta y permite recorrer toda la ciudad haciendo cualquier combinación con todos los medios de transporte público, que incluyen tranvías, ómnibus y trenes de corta distancia. Aun así, esta gente propone que sea más grande.

jueves, 23 de abril de 2009

Una vuelta por el barrio

Haciendo las compras uno advierte que, como más de una vez les conté, la vida en Colonia, y en Europa en general con algunas excepciones, resulta mucho más barata que en Argentina en relación con el ingreso que percibe un trabajador medio. Para establecer ese cotejo, obviamente, no hay que hacer la conversión monetaria de acuerdo a la paridad del peso con el euro porque eso entrega un parámetro equivocado. Sí se puede plantear la comparación cotejando qué se puede hacer en cada lado con una unidad de la moneda corriente en cada uno de los países. Acá, haciendo una compra criteriosa no exenta de algún gustito que uno quiera darse, hace falta meter unas cuantas cosas en el changuito para llegar a los cien euros. ¿Qué puede comprarse en Argentina con cien pesos?
Repasemos el precio, naturalmente en la moneda de Unión Europea, de algunos artículos en Kaufland, el supermercado en el que compro la mayor parte de las cosas. Un litro de leche entera de la marca propia cuesta 0,55 y puede trepar hasta 1,00 dependiendo del tipo de leche y de la marca. Un paquete de seis botellas de un litro y medio de agua mineral, que también lleva el logo de la empresa, cuesta 1,19, con una particularidad: con la primera compra hay que pagar los envases, a un precio de 0,25 por botella, con lo que al devolverlo uno tiene pago el próximo pack y hasta le sobran casi cinco centavos por cada una de las seis unidades que lo componen. Esto se hace para evitar que la gente tire como desechos esos envases plásticos, que los empleados del supermercado acumulan en enormes bolsas que luego son retiradas por empresas que les dan un tratamiento especial. Una baguette recién horneada, 0,59 por unidad. Una botella de un litro de Coca Cola se consigue por algo menos de un euro, pero otras bebidas gaseosas o jugos de otras marcas son mucho más económicos. Por cada litro de nafta se paga alrededor de 1,30 y si el combustible que nuestro auto consume es gasoil el precio ronda 1,00. Un kilo de azúcar refinado se vende a 0,80 y media docena de huevos a 1,00. Un kilo de buenos tomates se consigue por 2,30 y medio kilo de berro, por citar la verdura que me gusta comer en ensalada, se compra con 0,50. Si hablamos de fruta, una red con dos kilos de naranjas de España cuesta 1,79, lo mismo que un kilo de bananas, obviamente importadas desde Sudamérica, Ecuador más precisamente. Gracias a mi gran amigo Luis Laca y a mis compañeros de la radio me hice hincha del mate uruguayo, así que compro la yerba con la que se lo toma del otro lado del Río de la Plata. En Alemania no es fácil conseguirla, pero en mi viaje a Italia encontré un local que la vendía a cuatro euros, lo que es barato; mucho más si tenemos en cuenta que no es algo que se venda masivamente y que viene de Brasil.
La conclusión a la que llegamos conversando del tema con otros amigos que están radicados en distintos puntos de Europa es que los productos que componen lo que habitualmente se denomina la “canasta básica” son comparativamente mucho más accesibles, algunos de ellos, inclusive, haciendo la conversión de euros a pesos, lo que en algunos artículos provoca la indignación de saber que son relativamente más baratos acá aun cuando son importados desde el otro lado del Atlántico.
A pesar de todos estos datos positivos, los alemanes son gente medida y cautelosa en general; y cada vez más dejan de manifiesto que no se sienten ajenos a la famosa crisis. Mis amigos dedicados a la gastronomía son los que dicen haber notado más claramente un cambio de conductas en gran parte de la gente. Los franceses, en cuyo bistrot comía muy seguido en mi primeras etapas en Köln, ya no llenan el local dos veces todos los mediodías. Optaron por mantener la calidad de los productos, elevaron un poco los precios y ahora, en lugar de a las 19, cierran a las 22. Nicholas dice que el trabajo ha bajado notoriamente, pero que el negocio todavía se sostiene. Se sirven menos almuerzos, pero creció mínimamente, me contaba ayer, el número de personas que a la pasada se sienta a tomar un café con leche con algo dulce, especialmente a media tarde. Con algo de orgullo, agregó que algunos de los clientes más fieles han mantenido su ritmo de visita. No es para menos; el lugar, desde la ambientación y pasando por la atención y la mercadería, invita a no perdérselo.
Gustavo, el argentino dueño de El Rincón –del que varias veces les hablé- dice que a él, en cambio, los números están dándole un poco mejor. Que en los últimos tiempos no le piden los platos más caros de la carta, pero que en los últimos meses el ritmo de trabajo ha subido sensiblemente. Al ser un bar de tapas español, también altamente recomendable, los comensales tienen la posibilidad de pedir cosas chiquitas en tamaño y en costo, lo que lo convierte en una muy buena opción para aquellos -muchos- que quieren mantener el hábito de comer afuera periódicamente sin que cada salida resulte demasiado onerosa. El ambiente es muy agradable y, además, cuenta con el atractivo de tener varias mesas sobre la vereda, lo que después del duro invierno que nos tocó vivir en esta parte del mundo tienta irresistiblemente a los alemanes, fanáticos del sol, que quieren disfrutar cada minuto de luz natural de los hermosos días que estamos teniendo en Colonia ininterrumpidamente desde hace prácticamente un mes y que elevan a esta ciudad a la categoría de “casi perfecta”.