jueves, 30 de octubre de 2008

El corazón y la razón

Muchos saben que amo jugar al fútbol y que ese amor es directamente proporcional a mis limitaciones técnicas. Desde mi lugar de amante de este deporte, y sólo por lo hecho dentro del rectángulo de juego, idolatro a Diego Maradona.
En algún texto de este mismo blog, creo haber escrito alguna vez que fuera de las emociones que generan la familia y los vaivenes sentimentales, las más fuertes que me ha tocado vivir están relacionadas con Diego uniformado como jugador del seleccionado argentino, desde aquel juvenil que ganó el Mundial en Japón en 1979 hasta el doloroso retiro en la Copa del Mundo en 1994.
Ahora mismo, mientras lo menciono, se me amontonan en la cabeza todos esos recuerdos; cuando con mi papá y mi hermano tardamos algunos segundos en creer el segundo gol a los ingleses antes de poder festejarlo, cuando con el tobillo estropeado encaró a los brasileños para dejar solo a Caniggia en Italia, cuando le soltó el penal “como una lágrima” al pedante de Zenga en la definición contra los italianos, cuando no pudo contener el llanto después de una final perdida ante Alemania, un rival que, a pesar de haber sido superior, necesitó de una pésima observación arbitral para levantar la copa.
Todos conocemos el derrotero que siguió la vida personal de Diego durante y después de su carrera como futbolista. Son tan conocidas y tristes que no tengo la menor intención de repasarlas, para ser consecuente con una decisión que tomé hace años: a modo de agradecimiento por todo lo que este monstruo me (nos) regaló, sólo quiero quedarme con su mejor faceta, la del futbolista único, superdotado, sublime, casi divino. Lo otro es de él, como también nosotros tenemos nuestras cosas. Creo, humildemente, que el mejor homenaje que se le puede hacer es dejarlo vivir en paz; y si no logra esa paz, que no sea por culpa de quienes sólo debemos agradecerle tantas alegrías. ¿Qué más podríamos pedirle? Si ya nos dio todo...
Lo anterior lo escribí para que entiendan mejor ustedes –y también yo mismo- por qué no estoy de acuerdo con que Diego sea el técnico de la Selección. Los periodistas siempre pensamos y exponemos argumentos que les den solidez a nuestras ideas y conclusiones. Se podría decir que siempre queremos tener razón. Créanme que esta es una situación absolutamente excepcional. Me encantaría escribir dentro de algún tiempo que me llena de felicidad el hecho de haberme equivocado con lo que publiqué el 30 de octubre de 2008, el día en el que Diego cumple dos cosas: sus primeros cuarenta y ocho años y su sueño de dirigir a la celeste y blanca, por la que como jugador dejó hasta la última gota de su sudor y, especialmente, la llevó a lo más alto con las alas mágicas de su indescriptible talento.
La Selección, después de años de la pusilanimidad de Pekerman y del poco presentable segundo ciclo de Basile, necesita de dos cuestiones básicas para su reconstrucción: profesionalismo extremo y, al mismo tiempo, una conducción con sentido común que se desempeñe de manera acorde con los tiempos que se viven en el ámbito en el que se desenvuelve la abrumadora mayoría de nuestros jugadores. Ese ámbito es Europa, donde las actividades se planifican y se ejecutan con minucioso rigor. Aquí es ley fundamental la premisa que Marcelo Bielsa señalaba como una de las guías de todo su trabajo: reducir el margen de acción del azar a la mínima expresión. El fútbol ofrece tres resultados posibles y no ganar no es ninguna deshonra. Lo que no es perdonable es que las cosas salgan mal por no haber hecho todo lo que estaba al alcance por lograr una victoria; y no hablo de malas artes ni de ganar a como dé lugar. Hablo de entregar todo lo humanamente posible para obtener un resultado, que si no se da debe tener como única explicación válida, más allá de los accidentes, la superioridad del rival de turno.
La Selección, creo, atraviesa uno de sus peores momentos estructurales en décadas. Gracias al chanchullo (uno de tantos) del bulonero de Sarandí, hoy rifa su prestigio por el mundo de acuerdo a los designios de la empresa rusa Renova, que además de condicionar el listado de jugadores le programa interesantísimos partidos con Noruega, Belarús, Argelia y Escocia, para los cuales, con razón en la evaluación de costo y beneficio, los clubes dueños de nuestras estrellas no quieren cederlas. Diego es un volcán que entra en actividad con facilidad, más aun cuando está de por medio la celeste y blanca. Por eso, nada cuesta imaginar los ríos de lava que pueden llegar a correr en medio de semejante desmadre. Se sabe que la lava destruye todo aquello que se encuentra en su curso; y no es precisamente eso lo que nos hace falta ahora.
En este contexto, la designación de Diego Maradona como nuevo entrenador del seleccionado no parece surgida de una elección natural entre candidatos idóneos y, por lo tanto, potables. Más bien huele a una maniobra de Grondona para hacerse de un escudo protector que absorba toda la atención que Don Julio no quiere que se les preste a sus ya inocultables trapisondas. También huele a desplante a la ahora manifiesta disposición a hacerse cargo del equipo de Carlos Bianchi, el otro aspirante, quien en el imaginario “boca de urna” de esta compulsa ganaría la votación en primera vuelta. Una vez más en nuestra golpeada Argentina, todo tiene el fétido hedor de lo peor de la política.
Yo también quiero que Diego dirija a la Selección alguna vez. Pero no ahora ni, mucho menos, así.

jueves, 23 de octubre de 2008

De Bielsas y Basiles II

Los seguidores de este blog saben que, dentro de lo posible, evito escribir sobre fútbol. Pero espero que sepan disculpar esta nueva inconducta, ya que haré una mención, aunque algo tangencial, al tema. No en lo estrictamente relacionado con el juego, sino con los últimos acontecimientos vinculados con la conducción del seleccionado nacional.
No me gusta que pierda a nada nadie que lleve puesta una camiseta argentina. No se trata de chauvinismo barato. Podría ser, como sospechaba Mafalda, una cuestión de comodidad. Nací en Argentina y viví permanentemente en ella durante mis primeros treinta y siete años y medio, por lo que, cuando tuve que elegir, lo que tenía más al alcance era la celeste blanca; con el tiempo, como creo que nos pasó a todos, surgió un amor que, en mi caso, sigue siendo tan intenso como cuando vivía allá. O más.
Por otro lado, también saben que me considero una “viuda de Bielsa”. Por eso, aunque no reniego ni un segundo de mi condición de argentino orgulloso de serlo, no me cayó tan mal el resultado del último partido. Considero a Bielsa y sus métodos ejemplos del camino que deberíamos recorrer en la Argentina en todos los aspectos de nuestra vida como sociedad. La autoexigencia casi obsesiva, el afán de superación permanente, el trabajo metódico, la honestidad irrenunciable –hasta cuando no conviene- y la férrea voluntad de no transar con nada ni nadie son las facetas de las que Bielsa hace gala. Pero no sólo es eso, sino también la capacidad de transmitir esas convicciones a sus dirigidos, a los que en muchos casos logró sumar a sus causas después de tenerlos como enconados opositores. José Luis Chilavert, nada menos, podría encabezar esta lista de bielsistas conversos, con el condimento de que el guaraní había estado a segundos a pelearse a trompadas con el entrenador durante los primeros tiempos de éste a cargo del plantel de Vélez, en la segunda mitad de 1997.
No me alegra que el seleccionado de fútbol de Chile le gane a su par de Argentina, pero tampoco es una tragedia. Sí me alegra que las formas de Bielsa les ganen a las de Basile, contra quien no tengo nada en lo personal, aunque representa muchas de las cosas que uno ve que pueden hacerse de manera diferente, bien. Alguien que por la repercusión del cargo que ocupa es una de las máximas referencias que el mundo puede tomar de nuestro país no puede darse el lujo de que millones de personas por televisión en todo el planeta lo vean recurriendo a una aplicación de talco para atraer a la buena suerte; o haciendo cuernitos cada vez que los rivales avanzan sobre el campo argentino; o insultando impunemente a un rival que tiene la desgracia de tener que sacar un lateral justo frente al banco argentino; o explicando una derrota alegando que “nos levantamos mal” o que "no nos salió ni una”. Así parece fácil: uno accede al cargo de técnico de la Selección, elige a los mejores, agrega algún capricho y en la noche previa a los partidos se provee del talco suficiente para que nunca escasee y se encarga de pasar por cada una de las habitaciones de la concentración para asegurarse de que los futbolistas estén bien tapados y puedan dormir plácidamente, así se levantan inspirados a la mañana siguiente. Cuando llega la hora de formar el equipo se da los once nombres y que sea lo que Dios quiera. Si se gana no hay análisis, porque todo es felicidad; y aunque se sea grosero, los amigos y adulones preferirán decir que se trata de una “marcada personalidad”. Si se pierde tampoco hay análisis, porque todo se debió a cuestiones intangibles que se confabularon y contra las cuales no se puede hacer nada. “No hay caso; hicimos todo lo que pudimos pero (la pelota) no quiso entrar”. O dirán que esto es fútbol, que es sólo un juego, mientras pisotean lo que escribieron y dijeron cuando tuvimos el gran disgusto en el Mundial de 2002, en el que, a juzgar por el brusco cambio de parecer, no se debe haber jugado al mismo juego. Si alguien tiene la osadía de plantear cara a cara una crítica, será acusado de ser “contra” y de haberse “dado vuelta”; y no conformes con eso, se hará el lobby necesario para que el atrevido pierda un puesto de trabajo. Para las derrotas más dolorosas queda un último recurso: el “silenzio stampa” y el “bye”.
Retomo la escritura después de haber utilizado algunos minutos para releer los párrafos anteriores; y creo que al final cumplí con mi premisa. Más que tocar el tema fútbol, creo que simplemente lo rocé. En realidad, y desde mi humilde punto de vista, todo lo que precede es la Argentina en su estado más puro. Es la dictadura de los resultados sin reparar en los métodos, es el imperio de la improvisación por encima de la planificación racional, es el reino del acomodo en desmedro de los méritos. Como dijo Ortega y Gasset, “cualquier individuo puede, sin demencia, aspirar a cualquier puesto, porque la sociedad no se ha habituado a exigir competencia”.
Otra vez me detuve porque se me termina el espacio y estoy buscando un buen final. Pero antes que al cierre del texto encontré una pequeña diferencia en el fútbol y el país. Menor, pero diferencia al fin. Al seleccionado le bastaron un par de malos resultados para liberarse de una mala conducción. Pero a nuestro querido país, aunque lleva décadas sin ganar un partido importante, lo conducen siempre los mismos.
Necesitamos un gobierno lleno de Bielsas, pero está superpoblado de Basiles; y así estamos.

jueves, 16 de octubre de 2008

Las comparaciones son odiosas, pero...

El pasado no fue un fin de semana común. Al no haber habido fecha de la Bundesliga por las eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica, los días en lo que habitualmente trabajo más fuerte los tuve libres. Por eso pude dedicarme un poco más a la preparación de mi nuevo hogar, en el que estoy instalado desde el lunes. Obviamente, todavía no está listo ni mucho menos. Si esta tarea es complicada de por sí para gente con más experiencia en mudanzas, imagínense lo que puede resultar para alguien que, como yo, es la primera vez que lo hace y, encima, solo y en el extranjero. A pesar de todo esto, hay que rescatar el hecho de que, en general, todas las gestiones cotidianas son un poco más fáciles en sociedades ordenadas como es la alemana. Desde el mero alquiler hasta la tramitación del servicio de teléfono y de conexión a Internet.
Un amigo español se separó hace poco tiempo de su esposa, colombiana, que con ese matrimonio logró la ciudadanía española. Después de que él fuera quien debió dejar el hogar conyugal tuvo que buscar una vivienda. Acá se puede, como lo hice con el departamento que ocupo, autorizar al banco a pagar el alquiler automáticamente el primer día de cada mes. Juan –así se llama este amigo oriundo del país vasco- pagaba mediante este método la renta de la casa familiar. Una vez separados, y de acuerdo a su situación patrimonial, él no está obligado a sostener a su mujer y al hijo de ella de un matrimonio anterior. Una noche fuimos a cenar y a mi amigo se le ocurrió pasar por una sucursal del Sparkasse Koln-Bonn a sacar un Auszug (resumen de cuenta). Grande y muy desagradable fue su sorpresa cuando notó que le habían debitado el mes de alquiler en el que ya no había vivido con su esposa, aunque cuando ese débito superaba el acuerdo de sobregiro que le había otorgado el banco con la apertura de su cuenta. Se asesoró y fue al banco a presentar el reclamo, trámite que no le tomó más de diez minutos en la sucursal más cercana y que motivó el reintegro de su dinero a las cuarenta y ocho horas de planteada la queja. La conclusión inmediata que imagino en muchos de ustedes es la misma a la que llegué cuando me iban contando la situación: “él no paga el alquiler y la mujer y su hijo quedan en la calle”.
No es así. Si ella es desocupada, el Arbeitsamt (algo así como el ministerio de Trabajo) la asiste. ¿De qué manera? Haciéndose cargo del monto del alquiler de la vivienda, siempre y cuando se considere que la mujer está viviendo en un lugar de dimensiones acordes con sus necesidades y las de su hijo. Habrá una inspección que, en caso de que considere que la casa excede lo que el Estado estima apropiado, le recomendará buscar otra cuyos gastos serán solventados por la ayuda social, que también le dará a esta persona un monto mensual de dinero que le permitirá llevar una vida normal. Sin lujos, pero sin carencias de elementos esenciales para la vida. Esa ayuda también le proveerá, en caso de que lo necesite, de los electrodomésticos que se consideran de primera necesidad, como una heladera, un lavarropas, una cocina y un televisor. Habrá un permanente monitoreo por parte del Estado de la situación de la mujer, con lo que se evitará que ella incurra en alguna conducta incompatible con su situación mientras también integra un listado de desocupados a los que se intenta ubicar laboralmente.
En Alemania es muy difícil conseguir trabajo siendo extracomunitario, ya que cuando se presentan los papeles para la inscripción de un trabajador proveniente de un país que no integra en espacio Schengen el Estado chequea que entre los desocupados registrados no figura ningún europeo en condiciones de realizar esa tarea. De hecho, cuando me hicieron el primer contrato, en julio de 2007, debí pasar por ese filtro. Por eso, hubo que tener el cuidado de hacer la salvedad de yo venía a cubrir el puesto de “relator deportivo en español para América Latina”, ya que si sólo hubiésemos puesto “relator deportivo en español” el Arbeitsamt habría impuesto la obligación de darle prioridad a un periodista nacido en España. Eso es un Estado que le devuelve a sus contribuyentes los altos montos que pagan en concepto de impuestos.
También me contaron otro caso que fue tapa de diarios oportunamente. La situación se planteó por la muerte por inanición de una mujer mentalmente alterada y de su hijo. A pesar de que ya habían sido asistidos en más de una oportunidad, los encontraron muertos y las pericias determinaron que habían fallecido por hambre, ya que la mujer no comía y no le daba de comer a su hijo. Se levantó una fuerte polémica porque los funcionarios del área correspondiente fueron inmediatamente cesados en sus puestos con el argumento de que “es inconcebible que alguien muera de hambre en Alemania” y ellos fueron acusados de negligentes, aun cuando fue la alteración de la mujer la que originó la tragedia. Cuando los funcionarios despedidos intentaron defenderse citando esta cuestión, les respondieron que alguien debió darse cuenta de que por su alteración debió haber sido internada para recibir la ayuda correspondiente; y no hubo marcha atrás. En este país, aun con problemas, la asistencia social asiste, pero en serio.
¿Cómo harán los alemanes para que su Estado no sea un mal administrador, como dice la reina Cristina? Seguramente no es porque acá sean todos santos y no haya corruptos. Los hay, como en todos lados. Lo que acá no hay es impunidad. El que las hace, si lo agarran, las paga.
En nuestra querida Argentina, en cambio, al que las hace, si paga o es amigo, no lo agarran.

jueves, 9 de octubre de 2008

Mudanza

Esta semana estuvo casi íntegramente dedicada al tema de la vivienda. El jueves pasado, mi amigo Roberto me ayudó a buscar en Internet departamentos en alquiler en Ehrenfeld. Encontramos dos buenas opciones, él hizo los llamados telefónicos correspondientes y también envió los correos a quienes preferían que se comunicaran con ellos por ese medio. Aquí, por cualquier cosa se organiza un Termin, que es un encuentro agendado. El primero de los propietarios, que respondió el mail, nos concedió uno para el viernes al mediodía, exactamente a las 12. En el otro atendieron el teléfono y nos citaron para el mismo día, pero a las 14.00. Era perfecto; podría ver los dos departamentos y comparar.
En el primero, el encuentro se produjo puntualmente a la hora acordada. El Dr. Alexander Ackermann estaba esperándonos en la portería de un enorme edificio cuya puerta daba al número 3 de la Graeffstraße. Nos llevó hasta el departamento, el 19, y nos lo mostró. La verdad, está muy bien, es muy luminoso y tiene las dimensiones que necesito; hay portero las veinticuatro horas y dentro del mismo edificio hay pileta, lavadero y secadero de ropa, está bien ubicado y el alquiler está a buen precio. El dueño me preguntó a qué me dedico y cuando supo que comento los partidos de la Bundesliga se entusiasmó, ya que quienes consultaban mayoritariamente por su propiedad eran estudiantes con los cuales hay que tomar más recaudos porque, en general, no tienen ingresos propios. Quedamos con él en que veríamos la otra vivienda y en un par de horas le responderíamos por sí o por no. Ackermann estuvo un poco impaciente y antes de la hora en la que debíamos hacer la segunda visita le dejó un mensaje en el celular a Roberto para decirle que yo tenía un “bonus” en su consideración por mi actividad y me mandó a mí un correo electrónico con un formulario para llenar con los datos que irían en el contrato, entre los cuales figura mi número de cuenta bancaria, de la cual se debitará el alquiler el primer día de cada mes.
Exactamente a las 14 tocamos timbre en el otro edificio, el de la Vogelsangerstraße. A pesar de haber acordado telefónicamente el bendito Termin aquí nunca hubo respuesta, por lo que después de insistir durante algunos minutos decidimos irnos. “Das ist nicht sehr nett, aber... (no es muy considerado, pero...)”, dijo Roberto; y me explicó que es posible que ya estuviese alquilado y que por eso el dueño no atendía la puerta.
El departamento de Ackermann fue el elegido, así que le mandamos el correo confirmándole la noticia y él se comunicó con Roberto para, otra vez, pactar el Termin de firma del contrato, que se produjo el lunes a las 14 en el mismo lugar en el que no esperó la primera vez. Pagué el depósito y el primer mes y firmamos los papeles. Después, nos acercamos a la recepción y Ackermann y le dijo a la portera que “Herr Salceda hat die Wohnung Nummer neunzehn gemietet (el señor Salceda ha alquilado la vivienda número diecinueve)”. Todo en orden.
El departamento está vacío, por lo que tuve que ponerme en campaña para conseguir las cosas que necesito. Una mesa, sillas, la cama y otras cosas necesarias para la vida de todos los días. La primera recomendación que me hicieron fue la de visitar una casa de muebles usados, donde se puede conseguirlos en buen estado y a precios muy convenientes. Las cosas compradas pueden dejarse reservadas en el salón hasta ocho días, durante los cuales tendrán una etiqueta con la palabra Verkauft (vendido) y esta misma gente, además, se encarga de llevarlas si se paga el costo del transporte, que es de cuarenta y cinco euros por hora. En este lugar conseguí el armazón de la cama y una mesa con siete sillas por ciento noventa euros; pero como es un lugar en el que el stock depende de lo que vaya llegando, no pude completar la cama con su elástico y sus colchones.
Encontré otra casa de muebles usados cerca de donde tomo el tranvía para ir a trabajar los fines de semana; allí pude comprar lo que no había en el local anterior. Los dos elásticos y dos colchones de noventa centímetros por dos metros costaron doscientos treinta euros. Nada mal. En este caso, como que da cerca del lugar en el que voy a vivir, con un amigo vamos a trasladar las cosas a mano. Con esto, más un par de lámparas que me permitan ver de noche, ya puedo ir mudándome.
Para el final del texto de esta semana me guardé un poco de humor, pero del bueno, el inteligente. Juan, el cocinero vasco de El Rincón, nos hizo reír mucho en la noche del martes cuando nos contó de un dicho alemán que resume con gracia, y algo de autocrítica también, las distintas personalidades de los europeos según su país de origen.
Según los germanos, “el paraíso es aquel lugar en el que los ingleses se ocupan de la hospitalidad, los franceses de la comida, los italianos de la fiesta y los alemanes de la organización; el infierno, en cambio, es donde los franceses se encargan de la hospitalidad, los ingleses de la comida, los alemanes de la fiesta y los italianos de la organización”.
Me pareció genial y quería compartirlo con ustedes.
Hasta la semana que viene.

jueves, 2 de octubre de 2008

A asentarse otra vez

Lentamente está instalándose el otoño en Köln. Los días ya son mayormente grises y la temperatura anuncia implacable la cercanía de la estación fría, que a pesar de todo no amedrenta a los coloneses. Los que usan la bicicleta para sus movimientos habituales siguen haciéndolo y los fanáticos del footing o del trote al aire libre tampoco alteran su rutina. A lo sumo, agregan un poco de abrigo y siguen con las actividades de siempre, para las que nadie olvida la compañía de un reproductor de mp3.
Mañana, viernes 3 de octubre, en Alemania es feriado porque se conmemoran los dieciocho años de la reunificación que se produjo casi un año después de la caída del Muro de Berlín, derribado el 9 de noviembre de 1989. Escribí que se conmemoran y no que se celebran, porque me han contado que este hecho histórico no cayó de la misma manera a ambos lados de aquella bochornosa muralla.
Los medios periodísticos alemanes, como los de todo el mundo, dedican mucho espacio a la crisis internacional de los “mercados”. También en Alemania, los canales de televisión, las radios y los diarios concentran buena parte de sus esfuerzos en informar sobre el asunto que tiene a todo el mundo en vilo.
Cuando no paran de machacar con los “mercados” uno, y con esto van por adelantado las disculpas por mi ignorancia al respecto, se pregunta quiénes serán esas personas de semblante tan volátil que parecen contar con más devotos que cualquiera de los dioses de las religiones más practicadas del mundo. A uno le cuentan que los “mercados” se asustan por la guerra en Irak y por eso se dispara el precio del petróleo. Los “mercados” aprueban el salvataje de los bancos y las bolsas suben a niveles históricos, así como bajan cuando a esta buena gente no le gustan las novedades. No sé si estoy en lo cierto o escandalosamente equivocado, pero creo que no estamos hablando de la marea que sube y baja por cuestiones naturales que están fuera de la acción de los seres humanos. Se trata de intereses especulativos que, a pesar de los dolores de cabeza que aparentemente les generan, en algo deben beneficiar a quienes ostentan el poder en distintos lugares del planeta. ¿Cuántas veces se habló, por ejemplo, de gravar la actividad financiera con tono de amenaza? ¿Por qué nunca se concretó? Los famosos “mercados” ya habrían sido desintegrados o, al menos, limitados en esa omnipotencia que hoy demuestran para poner en vilo a todo el mundo de acuerdo al humor que les generan determinadas noticias. Si alguien tiene claro que no tengo ni idea del tema y puede responderme fehacientemente qué son exactamente los benditos “mercados” le ruego que se tome un tiempito de su vida para explicármelo. Realmente lo necesito y se lo agradeceré al que pueda hacerlo. Finalizado este llamado de mi ignorancia a la solidaridad, les propongo volver a la temática de este espacio virtual.
Por estos días, cuando se recorre esta querida ciudad llama poderosamente la atención que muchos edificios tienen montados andamios en su frente. Varios albañiles trabajan en cada uno de ellos en lo que parece ser una furia generalizada por reformar las fachadas. Como no me pareció normal la cantidad y sé que acá no se hace nada por arrebatos, se me ocurrió preguntar. La respuesta que me dieron es que no se trata, en realidad, de reformas estéticas. Lo que los consorcios hacen es aplicar aislamiento térmica a los lados expuestos de los edificios, con la finalidad de que sea necesaria menos energía para calefaccionarlos y, de esa forma, ahorrar. Pero el ahorro no sólo busca gastar menos por una cuestión meramente económica, sino –especialmente- por la necesidad de racionalizar el consumo. Gran parte del gas que compra Alemania proveniente de Rusia. El fluído es caro y, además, por las disputas geopolíticas en las que siempre están inmersos los rusos ya han amenazado varias veces con cortar el suministro.
También es interesante ver de qué manera se promueve el consumo racional de recursos como gas y agua potable. Cuando uno alquila un departamento, por ejemplo, al precio del alquiler se le agregan los Nebenkoste, que traducido al castellano serían los gastos paralelos. Los Nebenkoste vienen generalmente detallados en los avisos en los que se ofrece la vivienda o, si el anuncio dice, por ejemplo, € 500 kalt (frío), eso quiere decir que a ese monto hay que sumarle los gastos adicionales, que son calculados por funcionarios de entes especializados que han tabulado cuánta energía se necesita para calefaccionar un ambiente y cuánta agua se estima como consumo normal de los que habitan cada propiedad sobre la base de sus dimensiones y cantidad de ocupantes respectivamente. Cada año se hace un balance de la utilización de cada uno de esos servicios. Si no se supera la línea fijada, el precio será estable; en cambio, si al cabo de ese año se superó el límite establecido hay que pagar un fuerte sobrecargo; lo bueno está en que si se ha consumido notoriamente por debajo de esa cota, al inquilino se le reintegra una parte de lo que pagó por ocupar la vivienda.
Mi principal preocupación de estos días, más allá de lo relacionado con mi trabajo, es la búsqueda de un departamento para instalarme en los próximos meses, hasta mayo. La idea es quedarme en Ehrenfeld, este barrio al que, como les conté en textos anteriores, ya siento como mío porque desde que llegué me trató como si yo fuera uno de los suyos.