jueves, 26 de marzo de 2009

Dolor, expectativa y rechazo

Faltaba poco para las ocho y media de la noche del viernes. El partido estaba por terminar, no quedaban más de diez minutos de los noventa que jugamos cada viernes con mis amigos alemanes en esa cancha rodeada de paredes que alguna vez les describí. Después de cinco semanas de no haber podido jugar por trabajo o por suspensiones de partidos, mi nivel venía siendo mucho más bajo que lo bajo que es habitualmente. Hasta que fuimos a disputar una pelota con Tobias; lo último que recuerdo fue haberlo visto venir y prepararme para trabar la pelota. Sentí un terrible dolor en el muslo izquierdo, justo en la mitad de la pierna. Durante un par de minutos estuve en el suelo, sin poder revolcarme siquiera. Así como caí, quedé. Después me ayudaron a levantarme y con mucha dificultad salí caminando de la cancha para que los demás pudieran seguir jugando el tiempo que restaba del partido. Fui a la cantina y pedí hielo, ya que la pierna se estaba hinchando muy rápidamente.
Tobias, el muchacho contra el que se produjo el choque, mide casi dos metros; es un flaco que no tiene un gran físico, pero es macizo. Sin ninguna duda se trató de un accidente, lo que posiblemente haya sido peor; creo que si hubiese querido pegarme no habría podido ser tan preciso. La diferencia de altura hizo que su rodilla golpeara de lleno por encima de la mía, en pleno músculo, haciendo lo que comunmente llamamos una “paralítica”. Fue complicadísimo, e imagino que hasta gracioso para ver para mis ocasionales compañeros de viaje en ambos medios, subir y bajar del tranvía y del colectivo para ir a trabajar el sábado y el domingo, a lo que hay que sumarle los ochocientos metros a pie que incluye mi recorrido de ida al estudio. Generalmente, y por fortuna, siempre hay alguien que a la vuelta me trae y me deja a pocos metros de mi casa. Todavía hoy, casi una semana después, persiste el dolor, que está yéndose muy lentamente y, casi con seguridad, me dejará afuera del partido de mañana. Una pena, porque tengo muchísimas ganas de volver a jugar.
También en estos días se define la continuidad de los relatos en español de la Bundesliga, lo que equivale a decir que se define nuestra posibilidad de seguir trabajando acá o no. Cuando digo “nuestra” estoy refiriéndome a mí y a mis compañeros, un venezolano y un mexicano, residentes en Barcelona y Bonn, respectivamente. Creo que no hace falta que les aclare que los tres veríamos con buenos ojos tal continuidad; y eso depende, según nos cuentan nuestros superiores, del resultado de las conversaciones con los canales de televisión de América Latina que adquirieron los derechos para la transmisión de los partidos en nuestro continente. También están esperando saber qué puede surgir en aquellos países en los cuales los dos grandes distribuidores de la señal, GolTV e ESPN, no tienen los derechos exclusivos, ya que existe la alternativa de que en ellos surja algún interesado en el envío de la imagen internacional con el relato en español hecho en Alemania. Independientemente de lo que resulte, en mayo estaré otra vez en Buenos Aires. Podré reencontrarme con mi familia después de ocho meses y deberé reincorporarme al trabajo en radio Continental, ya que se termina la licencia sin goce de sueldo que me otorgaron antes del viaje a Alemania. Para cuando arribe a Ezeiza ya sabré si esa llegada es una vez más temporaria o para volver a instalarme en Argentina.
Como siempre, y mucho más ahora que está cerca la vuelta, sigo lo que pasa en nuestro país. Los varios diarios que leí y la radio que escuché ayer decían que las petroleras, “por el aumento del dólar”, subieron los precios de los combustibles. No recuerdo haber leído, escuchado ni que alguien me haya contado que los hubiesen bajado en los tiempos en los que la paridad con la moneda norteamericana era menor en pesos y, además, el precio del petróleo había bajado abruptamente; mientras, acá podía ver como en Alemania –que no son Papá Noel, desde ya, pero que sí se dejan llevar por los vaivenes del “mercado”- los valores del litro de nafta o gasoil caían casi un treinta por ciento como consecuencia del marcado declive de la cotización internacional del crudo. Cosas de la Argentina, como también lo es el nuevo round de la pelea entre los productores agropecuarios, que con sus cortes de ruta toman de rehenes a todos para su protesta, y el Gobierno caprichoso, soberbio y patotero. ¿Qué quedó de aquel conmovedor alineamiento de algunos gobernadores con las entidades agrarias? Como el treinta por ciento de las retenciones a las que ellos mismos se oponían ahora les serán asignados a sus gestiones como coparticipación de impuestos, bajaron las banderas. Les hicieron sentir el olor de “la platita” y se terminaron sus firmísimas convicciones productivistas. Cuesta creer cómo hacen para andar por la vida con semejante dosis de desvergüenza. El que durante años gritó orgulloso su condición de “pingüino” ahora quiere ser candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, aunque en el padrón todavía figura con domicilio en Río Gallegos. Después se asombran o se quejan del distanciamiento de la gente con la política. ¿Qué persona bien nacida, que no haya recibido alguna prebenda o favor, va a querer mantenerse cerca de semejante pestilencia?

jueves, 19 de marzo de 2009

Al ritmo de las noticias

El martes debía ir al curso de alemán. Ya estaba listo para salir de casa cuando sonó el teléfono. Al no reconocer el número que mostraba el identificador, atendí como la gente en general atiende acá, diciendo mi apellido en lugar de nuestro clásico “hola”. El que llamaba era el profesor, que estaba avisándonos uno por uno a todos sus alumnos que él no se encontraba en condiciones de ir a la escuela y por eso no tendríamos clase. Me pidió los números de compañeros que tuviera para seguir llamando y le ofrecí llamar yo a las dos chicas de las cuales los tenía agendados. Eso hicimos; esta tarde me enteraré si el aviso les llegó a todos o alguno fue hasta la escuela por no haber recibido la novedad.
Con ese tiempo imprevistamente libre y aprovechando la linda tarde que teníamos, decidí irme caminando hasta el centro. El trayecto es de unas veinte o veinticinco cuadras y en el camino se pasa por un parque muy grande, bien verde, en el que andan de acá para allá las liebres que ya están animándose a salir después del duro invierno que tuvimos. Me llevé un cable que había comprado en enero para adaptar un router inalámbrico de internet. Como por alguna razón que no entendí el sistema no funcionó, el cable había quedado allí a la espera de pasar cerca de donde lo compré, para devolverlo. El comercio se llama ProMarkt; allí venden todo tipo de electrónicos y electrodomésticos, además de algunos otros artículos, a muy buen precio. Fui con el cable y la factura, aunque, por nuestra costumbre, también preparado para discutir con quien me atendiera, imaginando que iría a hacerme muchas preguntas con la intención de dificultar la devolución del dinero que había pagado por el cable. Pero no pasó nada de eso; entregué el cable dentro de su embalaje y la factura y me dieron un comprobante con el cual debería pasar por una de las cajas a retirar el dinero; todo el trámite no demoró mucho más que lo que ustedes tardaron en leerlo.
La noticia de la masacre en la escuela de Winnenden, en el sudoeste alemán, conmocionó a todo el país. Acá no son frecuentes las muertes violentas y, menos aún, en crímenes colectivos como el que cometió el miércoles 11 este chico de diecisiete años que, según se supo, practicaba tiro con el padre y se sentía menospreciado por sus compañeros de estudios. Contando al agresor, que se suicidó al verse cercado por la Policía, los muertos fueron dieciséis. El duelo se extendió por todo el territorio alemán y, por ejemplo, los jugadores y los árbitros de todos los partidos de la Bundesliga llevaron un brazalete negro y en cada encuentro se hizo un minuto de silencio en conmemoración de las víctimas. Muchas radios, por su parte, decidieron pasar música muy tranquila durante esos días y hasta tomaron el recaudo de controlar que los títulos de los temas que emitían no tuviesen ninguna relación posible con los hechos.
Los diarios siguen ocupándose del derrumbe del edificio del Archivo Histórico de Colonia. Los sensacionalistas, como el Express, titulan casi diariamente con noticias vinculadas a esta tragedia. Por un lado informaron que, finalmente, apareció un segundo cuerpo entre los escombros y, por sus características, podría ser el de la persona que estaba desaparecida junto con el chico que encontraron la semana pasada. Por el otro, siguen dando cuenta de una gran cantidad de irregularidades en el planeamiento de las obras, llegando a decir que los ingenieros no habían hecho los estudios de resistencia del suelo antes de continuar con las excavaciones de los túneles para la extensión de la red de subterráneos. Lo curioso es que se trata de un análisis básico y fundamental antes del inicio de cualquier construcción, por lo que cuesta creer que eso haya sido tal cual lo decían los periódicos en sus portadas.
Ya que estamos con diarios y noticias, hay que volver sobre Diego y Riquelme; venía destacando el placer que me daba el hecho de que Maradona me dejara mal parado con lo que escribí en octubre, cuando planteaba mis dudas por el carácter volcánico del Diez. Sin embargo, creo que, para usar la figura que él mismo popularizó, se le escapó la tortuga. La forma con la que atacó a Gorosito por una innecesaria intervención verbal del técnico de River (a su vez motivada por una innecesaria pregunta de algún “periodista”) me hizo recordar a sus peores actitudes. Lo emplazó para retractarse en veinticuatro horas bajo amenaza de revelar “el tema con Garnero”. No sé ni quiero saber de qué se trata, pero imagino que debe ser lo suficientemente grave como para que a Diego le sirva para el chantaje, por un lado, y como para que Gorosito respondiera casi inmediatamente buscando la conciliación. La combatividad de Diego ha sido siempre, en general, un aspecto positivo de su personalidad. Pero muchas veces no ha estado feliz en la elección del enemigo. Fue brillante en su pelea con los poderes del fútbol cuando jugaba y está muy bien que hoy se plante ante Grondona y las dificultades con las que el mismo presidente de la AFA le obstruye la gestión. También es positivo que le ponga los límites a un nene caprichoso como Riquelme después de que éste, en una muestra de fingida sensibilidad que irrita, tomara a mal una opinión bien futbolera y sin malicia de quien es, finalmente, el técnico de la Selección. Todas estas son peleas útiles, que tiene que dar. Pero Gorosito, como dice Fito Páez, es un enemigo que no está a la altura del conflicto y Diego lo puso en el centro de la escena, con un muy cuestionable proceder y exponiéndose innecesariamente a un roce que no le aporta nada bueno, pero contribuye a su desgaste.

jueves, 12 de marzo de 2009

Malas y buenas nuevas

Las tapas de los diarios del martes tenían la noticia que todos los coloneses deseaban no leer después del derrumbe del edificio del Archivo General de Colonia. Tras siete días de búsqueda entre los escombros apareció el cuerpo de Kevin, de diecisiete años, que habría estado durmiendo en el momento del accidente que le costó la vida, según lo que informó la Policía, cuyo vocero se animó a agregar que es posible que ni siquiera haya llegado a darse cuenta de lo que le pasó. Todavía falta encontrar a otro joven, en este caso de veinticinco años, del que no se brindó el nombre aunque sí se detalló que es estudiante de diseño y que habitaba en el mismo edificio que la víctima hallada hace dos días.
Los mismos diarios informaron ayer, miércoles, que las autoridades decidieron paralizar todos los trabajos de extensión de la red de subterráneos, aun los situados lejos del lugar de la tragedia y que no presentan ningún inconveniente, hasta que se establezca fehacientemente si una planificación errónea o negligente de las obras fue el origen de semejante desastre. También se duda sobre la continuidad del alcalde, Fritz Schramma. Al nombre de este señor, perteneciente a la CDU (Unión Demócrata Cristiana), tuve que buscarlo, ya que no aparece en ninguno de los carteles que anuncian los numerosos emprendimientos que la ciudad tiene iniciados en muchos puntos de su geografía. Acá a las obras las hace la Stadt Köln (ciudad de Colonia), no cualquier político que ocasionalmente esté a cargo del gobierno.
En Düsseldorf, a unos cuarenta kilómetros, se encuentra el consulado español más cercano. Fui a consultar por mi situación ante la legislación que permite a los nietos de españoles adquirir la ciudadanía de la Madre Patria. La empleada del registro civil, en el segundo piso, me detalló con mucha amabilidad cuáles eran los requisitos para iniciar la solicitud y después me aclaró que cada caso se analiza particularmente y que la aceptación del pedido no implica la concesión de la nacionalidad española. En el tren de vuelta a Colonia, en la estación siguiente a la que subí yo, subió una mujer –musulmana, de acuerdo con su vestimenta- con dos chicos, que tendrían seis y tres años, aproximadamente. Uno de los dos tenía una mochila y en un momento sacó de ella una bolsa con algo muy similar a nuestras empanadas. Estaban un poco aplastadas. La madre le dijo algo que pareció un leve reto y el chico volvió a meter la mano en la mochila. Sacó un tupper y le pidió a la madre que lo abriera; ella hizo caso y lo dejó en el único asiento libre de los cuatro que tenía el sector que ellos ocupaban. Los hermanitos se turnaron para meter las manos y sacar lo que por el olor me di cuenta de que eran pimientos, que estos dos chiquitos se comían con la misma naturalidad con la que mis sobrinos se comerían una banana o un alfajor.
No puedo resistir la tentación de referirme a la nueva renuncia de Juan Román Riquelme a formar parte del seleccionado nacional. Ya lo había hecho en septiembre de 2006, para lo cual argumentó que a su mamá le hacían muy mal las críticas que Román recibía por su palidísima actuación en el Mundial de Alemania, a pesar de que Pekerman había armado el equipo nacional a su alrededor. Después llegó Basile, que demostró tener al diez de Boca como una debilidad; poco antes de la Copa América de 2007, y después de haber hecho toda la preparación sin Riquelme, el entrenador modificó la conformación del plantel que había nominado para hacerle lugar a Román, cuya madre parecía en ese momento haber blindado su corazón. Los platos rotos de los caprichos de uno y de la impresentabilidad del otro los pagó Javier Pinola, jugador de Núremberg, que hasta modificó la fecha de su boda para poder jugar la Copa América en Venezuela y poco antes de viajar lo bajaron abruptamente del avión. Fue la Copa América de los daikiris con el agua de la piscina hasta el pecho y de una concentración que parecía una colonia familiar de vacaciones. La del talco, los cuernitos y el saco de cábala a pesar los cuarenta y cinco grados a la sombra. Allí también, a pesar de tanto mimo y privilegio, lo de Riquelme fue poquito.
Ahora no tolera que Maradona le diga cómo quiere que juegue en la Selección. El Diez, el grande de verdad, se permitió opinar que si Román no es capaz de modificar su juego no sería útil para el equipo, en un comentario lleno de fútbol y con argumentaciones tácticas impecables. Diego, que a la Selección le dio un poco más que Riquelme, considera que no es suficiente con dos pisadas, tres pases intrascendentes para los costados y cuatro tiros libres bien pateados; y tiene tanta razón que ni siquiera vale la pena detenerse en eso. El problema de Riquelme es que ahora se encontró con alguien que no le teme a él ni al grupito de poderosos alcahuetes que salen corriendo con el micrófono y la cámara en la mano cada vez que Román tiene algo que decir en el tono monocorde de siempre, el mismo con el que juega.
Cuando Riquelme estuvo en Barcelona, el entrenador holandés Louis Van Gaal dejó de tenerlo en cuenta porque se negaba a jugar en el puesto que él le asignaba. Recaló en Villarreal, donde otro técnico serio como Manuel Pellegrini se cansó de su individualismo y lo separó del plantel. Casualidad o no, el Submarino Amarillo volvió casi inmediatamente a los primeros planos del fútbol español.
No hay nada que hacerle. Como dijo alguien alguna vez: si uno ve un ave con plumas y pico de pato, patas de pato y que camina como un pato, lo más probable es que sea un pato.

jueves, 5 de marzo de 2009

Una pésima noticia para Köln (y para la humanidad)

Era un martes como cualquier otro. Me di un baño, cargué mis cosas y me fui a la escuela, al curso de alemán. Tomé el tranvía 5 por una estación, desde la Gutenbergstraße hasta Hans Böckler-Platz. Allí me bajé y en ese mismo andén me quedé esperando al 3 o al 4, al que viniera primero. Cualquiera de los dos me deja en Neumarkt, la estación en la que debo bajarme para después seguir a pie cuatro cuadras.
Una vez que salí a la calle, me pareció que había menos tránsito que el habitual a esa hora en esa zona. Caminé, como siempre, por la Peterstraße hasta la Agrippastraße, la de la escuela. Allí a la izquierda y, dos cuadras después, la sorpresa. Al llegar a la Neuköllnerstraße, una avenida ancha de doble mano que debía cruzar, ví tantos policías juntos como nunca había visto. Decenas de patrulleros con sus correspondientes policías, varias ambulancias con su dotación de personal y varios equipos de distintos noticieros de televisión. No había caos, todo estaba controlado. Pero seguía impresionándome el despliegue. Ante tantos autos verdes y grises, los de la Polizei, primero pensé que podría tratarse de una persecución que había llegado a su final, pero la cantidad de ambulancias y el movimiento de bomberos, que tienen su cuartel justo enfrente de la escuela, me inclinaron a suponer un accidente de importantes consecuencias.
Como el tránsito estaba cortado, pude cruzar sin tener que esperar al semáforo. La escuela está a unos cuarenta metros de allí, pero ni siquiera los peatones podían seguir caminando por la Agrippastraße en esa dirección. Justo que llegué al cordón policial con la frase armada en la cabeza para explicar que iba a clases, los policías se apartaron. Parece que el dispositivo había sido levantado y una chica que justo debía pasar con su auto por el frente del cuartel de bomberos y ambulancias iba a poder hacerlo. Después de hablar unos segundos con ella, un policía le levantó la cinta de plástico para que pudiera seguir.
Llegué al aula temprano, dejé mis cosas y fui a buscarme un té con limón que me ayudara a convivir mejor con los síntomas de gripe que estaban acompañándome desde el lunes. Volví, me senté y a los pocos minutos entró una empleada de la escuela, que abrió un par de ventanas para que corriera un poco de aire hasta que empezara la clase y me preguntó si quería que prendiera la luz. Le dije que no, que todavía no hacía falta.
Le pregunté a la señora si sabía qué había pasado. Me dijo que sí, que vio en las noticias que se derrumbó un edificio cercano justo encima del punto donde estaban excavando túneles para la extensión de la red de subterráneos. Dijo que no había muertos reportados hasta ese momento, pero tampoco había que descartarlo. El edificio se desplomó y el derrumbe también afectó a algunas casas vecinas.
Seis y media en punto empezó la clase, que se desarrolló normalmente. A las ocho el profesor impuso la pausa de siempre y, a la vuelta, trajo más información: el edificio que se cayó era el del archivo general de la ciudad de Colonia. Las primeras precisiones hablaban de nueve desaparecidos, número que fue disminuyendo a medida que se fue determinando el paradero de siete de esas nueve. Todavía se busca a una pareja que vivía en una de las casas vecinas, ya que no se tiene la certeza de que estuviesen o no en el lugar en el momento del desplome.
La página de la Deutsche Welle (http://www.dw-world.de/dw/article/0,,4072772,00.html) da detalles de lo que podría perderse, que según algunas consideraciones podría valuarse monetariamente en cuatrocientos millones de euros:

(...) El diario local Kölner Stadt-Anzeiger en su recuento de los tesoros albergados por el archivo asevera que del 11 de agosto de 922 data el primer documento –que probablemente sea una antigua falsificación- con el cual el entonces arzobispo de Colonia, Hermann I, le cede al legendario séquito de Santa Úrsula un edificio que luego será su convento e iglesia. Las actas de fundación de la Universidad de Colonia del año 1388; manuscritos de Karl Marx y Friedrich Engels; disposiciones firmadas por Napoleón y muchas joyas históricas más se guardaban en ese edificio. (...)

En el mismo sitio hay una idea de lo que significaba este lugar, definido “el mayor y más completo archivo al norte de los Alpes”:
(...) El Archivo de Colonia-comparable sólo a los archivos de Sevilla o al Archivo Nacional de París- se encontraba en un edificio diseñado y equipado en 1971 especialmente con este propósito y con el objeto de que tuviera 30 años de vida útil. Ya en 1996 se le reventaban las costuras de tanto material acumulado y los materiales fueron, parcialmente, guardados en otros edificios. Cuando el 3 de marzo a las 14h00 se escuchó el rugido previo al desplome, sólo los empleados pudieron ser evacuados. (...)
Ya está abierta la investigación para determinar las causas de este desastre. Las primeras estimaciones dicen que estudios erróneos o una interpretación errónea de cálculos de factibilidad de las obras de ampliación de la red de subterráneos serían el origen de esta catástrofe, que no lo es tanto en pérdidas personales -hasta ahora- pero sí lo es si se tiene en cuenta a la hora del balance la irrecuperabilidad de los valiosísimos piezas y testimonios que albergaba este archivo-museo que se vino abajo en la tarde del último martes.