jueves, 21 de mayo de 2009

Crónica de un final anunciado

Las cosas negativas no son, por previsibles que hayan sido, menos desagradables cuando finalmente se producen. Sabiendo que pueden pasar uno se prepara mejor para recibirlas y, de alguna manera, amortigua el impacto y reduce sus efectos. Pero sólo los reduce, no los evita.
La espera de la que hablaba al final del texto anterior llegó a su final; se hizo larga, demasiado larga, e incierta. El sábado, después de terminar la transmisión en vivo de los partidos –en mi caso, Hertha Berlín 0 – Schalke 04 0- nos dieron la certeza de que la gente que maneja la difusión internacional de la Bundesliga había decidido prescindir de los relatos en español y, con eso, se termina esta etapa de trabajo en Köln para los tres periodistas que desempeñamos esta tarea; y para mí, por mi situación de inmigrante no comunitario, también llega a su fin este período de experiencia europea. Explicaré el proceso que derivó en este epílogo.
Por estas cosas de los meganegocios que uno nunca llega a entender, fundamentalmente porque no hace el intento, la renegociación de los derechos de difusión del fútbol alemán para América Latina trajo como consecuencia que la empresa norteamericana -de propietarios uruguayos- GolTV se convirtiera en la exclusiva propietaria de esos derechos para toda América, con excepción de Brasil. Esta compañía tiene a sus propios periodistas, a los que encarga la tarea de los relatos de los partidos del fútbol de Alemania y de algunos países más. Hasta el final de esta temporada alternaba el trabajo de su gente con el nuestro, cosa que no sucederá desde el comienzo del campeonato 2009-2010.
Hay razones que pueden hacer entendible esta decisión. Una de ellas, es que la modalidad de transmisión en nuestros países involucra a dos personas, un relator y un comentarista. Nosotros, en cambio, lo hacemos solos, de la misma forma que en Alemania están acostumbrados a ver el fútbol por televisión. Otro motivo, quizás el principal, sea que en el tira y afloje de la negociación la empresa haya intentado reducir el precio de compra de los derechos. Los alemanes, interesados en mantener la presencia de la Bundesliga en la consideración del público latinoamericano, accedieron a bajar el canon a cambio de la eliminación del costo, mínimo en el volumen de la inversión que demanda la estructura montada hace tres años, de los relatos en castellano. Pero uno de nuestros compañeros ingleses, Alan Fountain, tiene una visión particular del tema. Este fanático de Manchester United y del rugby dice que los alemanes cometen un error estratégico por poco dinero, ya que si la intención es que el fútbol alemán y Alemania sean más familiares para los latinos, nada aportará a esa causa que desde el lugar de origen no salga información generada por periodistas que están en permanente contacto con la información, ya sea por su posibilidad de leer y escuchar alemán como por la de estar empapados de la realidad del país en el que se lleva a cabo la liga que tienen la intención de masificar. Alan sostiene, con razón, que aunque no se retransmita nuestro audio éste puede servir de información para quienes sean designados para comentar los partidos; y digo que tiene razón porque alguna vez, estando en Uruguay, pude ver una transmisión hecha por los periodistas de GolTV que están en Miami y pude advertir el enorme esfuerzo que tuvieron que hacer para llevar adelante un partido que no ofrecía ningún relieve y sin mucho más para decir que lo que se veía en pantalla, lo que los llevaba a caer en errores e imprecisiones de variado tenor, cuando no en tonterías lisas y llanas; y esto no es culpa exclusiva de los relatores, ya que ellos deben tener varias ligas y torneos internacionales que atender y ocuparse minuciosamente de cada una de esas competencias les resultaría físicamente imposible, más allá de las inquietudes que cada uno tenga o no por intentar ser un poco mejor.
Esta es la última semana completa de mi presente etapa en Alemania. No daré por seguro que volveré, aunque ese sea mi ferviente deseo. No lo haré porque soy enemigo del fundamentalismo optimista, ese con el que mucha gente con la mejor intención y enorme –quizás inmerecido- cariño hacia mí me decía que “todo va a salir bien” o “vas a ver que te vas a quedar” sin poder sostener ese pronóstico, que sinceramente y tanto les agradezco, con un solo elemento racional. No lo haré porque la concreción de ese deseo depende también de variables que están completamente fuera de mi alcance. En dos años y algo más de trabajo no recibí ninguna queja y sí algunos elogios para mi desempeño; así todo, la reunión del próximo sábado de todo el equipo para despedir a la temporada también servirá para decirnos adiós a nosotros.
Pero no es para dramatizar. Con esta oportunidad caída, volveré a Buenos Aires. Allí está mi trabajo esperándome, ya que la gente de radio Continental, gracias a la imprescindible e incomparablemente generosa gestión de Víctor Hugo, me otorgó un segundo período de licencia sin goce de sueldo para cumplir con esta temporada de la Bundesliga, aun cuando la ley no los obligaba a hacerlo.
Pero lo más importante es que allá están los que quiero. Mis padres, dos grandes. Mis hermanos con sus respectivas familias y mis sobrinos, los más increíbles regalos que me dio la vida a falta –todavía- de hijos propios. Cuando llegue a Ezeiza y me tire encima a Ian y a Camila me invadirá, mientras esté besándolos y abrazándolos sin parar, la sensación de que todo lo que acaban de leer no tiene mayor importancia.

jueves, 14 de mayo de 2009

¿Adiós o hasta pronto?

No es una sorpresa porque ya lo había visto en la temporada anterior, pero nunca deja de llamar la atención que caminando por una vereda de Ehrenfeld, el barrio de Colonia en el que vivo, se crucen pequeñas liebres desde que el clima entró en su etapa más benévola del año. Andan por ahí, debajo de los arbustos y en cualquier superficie que les ofrezca un poco de verde; y si bien no permiten que la gente se les acerque, tampoco huyen despavoridas. Se mantienen a distancia, atentas; pero se dejan ver. Se ven muchas en los alrededores del edificio del CBC, donde relatamos los partidos de la Bundesliga, y también en los jardines que rodean al enorme geriátrico que está frente a la estación de tranvía de la Gutenbergstraße, donde habitualmente tomo el Straßenbahn de la línea 5.
Algo que sí descubrí hace poco, a pesar de los casi dos años que llevo en esta ciudad y en este barrio, son unas pequeñas plaquetas metálicas que hay en el piso. Están frente a la puerta de algunas casas y recuerdan a muchos habitantes judíos que tuvo Colonia y que fueron detenidos y deportados por los nazis en la época de la Segunda Guerra. En cada una de esas placas figura el nombre de la persona homenajeada –en el caso de las familias los de todos sus integrantes- su fecha de nacimiento, la fecha de su deportación y el campo de concentración al que fue derivada. En algunos de ellos figura la fecha del asesinato y en otras signos de pregunta que dan a entender que no se supo más de esa persona una vez producido su traslado. Mirando un poco más atentamente, en distintos movimientos que tuve que hacer noté que estas chapas están dispersas por casi toda la ciudad. Durante mis primeros tiempos en Köln no había notado la finalidad de estos pequeños cuadros metálicos; pero cuando uno se pone a leerlos no puede evitar una sensación muy particular, un poco de perplejidad y otro poco de repugnancia. En el barrio vive mucha gente muy mayor y uno imagina que pudieron haber sido vecinos con las víctimas de los nazis que están permanente homenajeadas en las veredas. ¿Qué nos contarían si les preguntáramos algo acerca de aquellos tiempos?
No sé por qué no había reparado antes en la presencia de las liebres o por qué no advertí antes el contenido de las placas dispersas por las veredas. Quizás sea porque desde hace un par de meses camino por la ciudad con la sensación de que dentro de poco dejaré de caminarla y, por esa razón, lo hago mirando mucho más atentamente, como queriendo llenar las retinas con cada imagen que entrega este lugar que aprendí a querer tanto en tan poco tiempo. Todavía no está confirmada nuestra continuidad laboral, ya que la empresa que produce la señal internacional de la Bundesliga está renegociando los derechos con los adjudicatarios de América Latina y una de las variables del precio parece ser la entrega o no del relato original en castellano de los partidos y de los resúmenes de cada una de las fechas del campeonato. Una de esas empresas, la norteamericana GolTV –propiedad de los famosísimos (por distintos motivos) Enzo Francescoli y Francisco “Paco” Casal- ya ha dicho que no tiene problema en prescindir de nuestro trabajo y emitir los partidos relatados y comentados por su propia gente. Todavía quedan algunas negociaciones abiertas, pero mis compañeros y yo ya pensamos en nuestra salida. En mi caso mucho más, ya que soy el único de los tres que vive en Colonia sólo por esto y que caída esta posibilidad debería dejar Europa ya que mi visado laboral establece taxativamente que mi permiso se limita únicamente a mi vinculación con la empresa que me tiene contratado y para realizar la tarea que me ha tenido acá los últimos dos años; y si bien mi próximo viaje a la Argentina nunca estuvo en duda, una cosa será hacerlo sabiendo que en agosto estaré otra vez por acá y otra muy distinta abandonar Köln sin fecha cierta de regreso, si es que éste alguna vez se produce efectivamente.
En esta etapa, que uno podría definir como incierta y por eso un poco triste, hay, sin embargo, cosas que reconfortan. Nuestros compañeros ingleses, cuya continuidad está asegurada, no dejan de manifestarnos su apoyo y sus disgusto y tristeza por nuestra muy probable partida. También los alemanes que comparten la tarea con nosotros –operadores de sonido, de video y gráfica, editores, redactores y la gente que está a cargo de las transmisiones en distintos aspectos- nos comentan sin reparos sus ganas de que el grupo de trabajo se mantenga tal como está conformado hasta ahora. Como ya comenté en algunos de estos textos, los alemanes han hecho pedazos, al menos en mi opinión, el concepto que en general se tiene de ellos. Conmigo, y creo que mis compañeros comparten esta impresión, han sido absolutamente cálidos y amables. En lo profesional, extremadamente respetuosos y serviciales por demás. Al principio, además, han tenido la enorme generosidad de hablarme en inglés mientras mi alemán no fuera suficiente para poder llevar a cabo cada transmisión. Para ellos, sigamos acá o no en las próximas temporadas de la Bundesliga, siempre tendré palabras de agradecimiento.
El problema es que esa decisión no depende en absoluto de nosotros ni de ellos; ni siquiera está relacionada con nuestro rendimiento. Se trata de cuestiones de política empresaria que nos exceden por completo y por las que solamente nos queda esperar.

jueves, 7 de mayo de 2009

Política y politiquería

Los coloneses están un poco más contentos esta semana. El domingo, después de cuatro derrotas consecutivas, Colonia le ganó 1 a 0 como local a Werder Bremen y está prácticamente libre de cualquier riesgo de volver a Segunda División. El estado de Renania del Norte-Westfalia tiene dentro de su territorio a las ciudades en las que el fútbol se siente más intensamente, ya sea las que están ubicadas sobre la cuenca del Rin (Colonia, Leverkusen, Mönchengladbach) como la del Ruhr (Gelsenkirchen, Dortmund y, más chica, Bochum). Colonia fue el primer campeón de la Bundesliga en su actual formato, creado en 1963; Schalke, su gran rival, tiene a la ciudad de Gelsenkirchen esperando por un campeonato local desde 1958 y sólo calmó un poco la sed alzando la copa UEFA en 1997, el mismo año en el que su archirrival, Borussia Dortmund, llegó a ganar la copa Intercontinental imponiéndose en la final a Cruzeiro. El otro Borussia, el de Mönchengladbach, nos resulta un poco más familiar porque fue aquel al cual derrotó el Boca de Juan Carlos Lorenzo en 1977 como visitante, aunque debe hacerse la salvedad de que los alemanes no fueron locales en su ciudad sino en Karlsruhe, varios cientos de kilómetros al sur subiendo el curso del Rin.
Renania del Norte-Westfalia, cuya capital es la vecina Düsseldorf, es la región industrial por excelencia de Europa y, por lo tanto, de Alemania. Eso explica, en parte, la multiculturalidad que reina en esta parte del oeste alemán. Los turcos son mayoría entre los extranjeros, aunque muchos de ellos actualmente no lo son por tratarse ya de segunda o tercera generación de descendientes de turcos nacidos en Alemania. La ley alemana, a diferencia de lo que ocurre en muchos otros países, no otorga la ciudadanía a una persona por el solo hecho de haber nacido dentro de su territorio. La nacionalidad alemana se recibe de alguno de los padres o se la adquiere después de ocho años de residencia legal en el país.
Como muchos saben, Bayern Múnich (München en alemán) es el multicampeón de este país. Con el título de la Bundesliga ganado en la temporada pasada llegó a su Schale (el trofeo que se entrega al campeón, algo así como un plato) número veintiuno. Ganó catorce veces la DFB-Pokal (copa Alemania), una vez la UEFA, cuatro la Champions League y levantó en dos oportunidades la copa Intercontinental, la última de las cuales ante Boca Juniors en 2001, con el gol del ghanés Samuel Kuffour en tiempo suplementario, en aquel partido en el que Marcelo Delgado se hizo expulsar por fingir una falta por la que reclamaba penal.
Múnich es la ciudad más importante de la región de Baviera, el más grande de los dieciséis estados federados que conforman Alemania y el principal destino turístico de este país. Sus habitantes, dicen por aquí, se arrogan la condición de ser más alemanes que el resto, lo que, obviamente, genera algunas rivalidades que encuentran su mayor caja de resonancia en el fútbol. Los hinchas de todos los equipos son seguidores de los suyos casi tanto como son detractores de Bayern Múnich. Un poco por la enorme cantidad de logros deportivos del club bávaro, pero otro poco por lo comentado líneas más arriba.
De todas formas, cuando uno lee los diarios nacionales o mira los noticieros de televisión, advierte fácilmente que de ninguna forma hay un arraigado regionalismo. Alemania es un país federal y con esa convicción se lo lleva adelante. Con dificultades y obstáculos, desde ya. Pero con una profunda fidelidad a esos lineamientos de país que los alemanes persiguen desde hace décadas. Los gobiernos sucesivos aplican cada uno su matiz, pero el rumbo es siempre el mismo. No todo lo que hizo el anterior está mal. Ahora que hay campaña política para las elecciones legislativas, que se llevarán a cabo el próximo 7 de junio, no se escucha ni se lee que ningún candidato agreda a otros y desde la coalición de gobierno no lanzan amenazas apocalípticas para advertir de la eventualidad de una derrota oficialista. No les falta nada de lo que nos sobra a nosotros; aquí también hay intolerancia, ineficacia, corrupción y otros males sociales. La diferencia es que ejercen permanentes controles que redundan en mejoras y, en casos de dolo, dejan actuar a las instituciones que crearon para determinarlo y castigarlo.
La República Federal de Alemania fue creada en 1949, después de la Segunda Guerra, tras la cual no quedó demasiado en pie, no solamente en lo material. Los doce años de nazismo habían hecho estragos en la sociedad alemana, que tras la derrota bélica de sus fuerzas armadas se entregó a una profunda autocrítica y se encaminó en la dirección opuesta. Es cierto que el famoso plan Marshall fue vital para su recuperación, pero en ese mismo lapso y por diversos conceptos Argentina recibió también mucho dinero que no parece haber sido tan bien usado, mucho más si tenemos en cuenta que nuestro país nunca llegó a estar ni cerca del estado de destrucción que fue punto de partida del renacimiento de los países que se beneficiaron con la inciativa norteamericana de posguerra.
En nuestro caso habría que decir que, habiendo partido de un entorno mundial ampliamente favorable, nuestros sucesivos conductores de seis o siete décadas hasta hoy se han esforzado con una notable devoción en demostrarnos qué tan capaces podían y pueden ser de destruir un país, cosa de la cual, a esta altura, no nos queda la menor duda.