Lentamente está instalándose el otoño en Köln. Los días ya son mayormente grises y la temperatura anuncia implacable la cercanía de la estación fría, que a pesar de todo no amedrenta a los coloneses. Los que usan la bicicleta para sus movimientos habituales siguen haciéndolo y los fanáticos del footing o del trote al aire libre tampoco alteran su rutina. A lo sumo, agregan un poco de abrigo y siguen con las actividades de siempre, para las que nadie olvida la compañía de un reproductor de mp3.
Mañana, viernes 3 de octubre, en Alemania es feriado porque se conmemoran los dieciocho años de la reunificación que se produjo casi un año después de la caída del Muro de Berlín, derribado el 9 de noviembre de 1989. Escribí que se conmemoran y no que se celebran, porque me han contado que este hecho histórico no cayó de la misma manera a ambos lados de aquella bochornosa muralla.
Los medios periodísticos alemanes, como los de todo el mundo, dedican mucho espacio a la crisis internacional de los “mercados”. También en Alemania, los canales de televisión, las radios y los diarios concentran buena parte de sus esfuerzos en informar sobre el asunto que tiene a todo el mundo en vilo.
Cuando no paran de machacar con los “mercados” uno, y con esto van por adelantado las disculpas por mi ignorancia al respecto, se pregunta quiénes serán esas personas de semblante tan volátil que parecen contar con más devotos que cualquiera de los dioses de las religiones más practicadas del mundo. A uno le cuentan que los “mercados” se asustan por la guerra en Irak y por eso se dispara el precio del petróleo. Los “mercados” aprueban el salvataje de los bancos y las bolsas suben a niveles históricos, así como bajan cuando a esta buena gente no le gustan las novedades. No sé si estoy en lo cierto o escandalosamente equivocado, pero creo que no estamos hablando de la marea que sube y baja por cuestiones naturales que están fuera de la acción de los seres humanos. Se trata de intereses especulativos que, a pesar de los dolores de cabeza que aparentemente les generan, en algo deben beneficiar a quienes ostentan el poder en distintos lugares del planeta. ¿Cuántas veces se habló, por ejemplo, de gravar la actividad financiera con tono de amenaza? ¿Por qué nunca se concretó? Los famosos “mercados” ya habrían sido desintegrados o, al menos, limitados en esa omnipotencia que hoy demuestran para poner en vilo a todo el mundo de acuerdo al humor que les generan determinadas noticias. Si alguien tiene claro que no tengo ni idea del tema y puede responderme fehacientemente qué son exactamente los benditos “mercados” le ruego que se tome un tiempito de su vida para explicármelo. Realmente lo necesito y se lo agradeceré al que pueda hacerlo. Finalizado este llamado de mi ignorancia a la solidaridad, les propongo volver a la temática de este espacio virtual.
Por estos días, cuando se recorre esta querida ciudad llama poderosamente la atención que muchos edificios tienen montados andamios en su frente. Varios albañiles trabajan en cada uno de ellos en lo que parece ser una furia generalizada por reformar las fachadas. Como no me pareció normal la cantidad y sé que acá no se hace nada por arrebatos, se me ocurrió preguntar. La respuesta que me dieron es que no se trata, en realidad, de reformas estéticas. Lo que los consorcios hacen es aplicar aislamiento térmica a los lados expuestos de los edificios, con la finalidad de que sea necesaria menos energía para calefaccionarlos y, de esa forma, ahorrar. Pero el ahorro no sólo busca gastar menos por una cuestión meramente económica, sino –especialmente- por la necesidad de racionalizar el consumo. Gran parte del gas que compra Alemania proveniente de Rusia. El fluído es caro y, además, por las disputas geopolíticas en las que siempre están inmersos los rusos ya han amenazado varias veces con cortar el suministro.
También es interesante ver de qué manera se promueve el consumo racional de recursos como gas y agua potable. Cuando uno alquila un departamento, por ejemplo, al precio del alquiler se le agregan los Nebenkoste, que traducido al castellano serían los gastos paralelos. Los Nebenkoste vienen generalmente detallados en los avisos en los que se ofrece la vivienda o, si el anuncio dice, por ejemplo, € 500 kalt (frío), eso quiere decir que a ese monto hay que sumarle los gastos adicionales, que son calculados por funcionarios de entes especializados que han tabulado cuánta energía se necesita para calefaccionar un ambiente y cuánta agua se estima como consumo normal de los que habitan cada propiedad sobre la base de sus dimensiones y cantidad de ocupantes respectivamente. Cada año se hace un balance de la utilización de cada uno de esos servicios. Si no se supera la línea fijada, el precio será estable; en cambio, si al cabo de ese año se superó el límite establecido hay que pagar un fuerte sobrecargo; lo bueno está en que si se ha consumido notoriamente por debajo de esa cota, al inquilino se le reintegra una parte de lo que pagó por ocupar la vivienda.
Mi principal preocupación de estos días, más allá de lo relacionado con mi trabajo, es la búsqueda de un departamento para instalarme en los próximos meses, hasta mayo. La idea es quedarme en Ehrenfeld, este barrio al que, como les conté en textos anteriores, ya siento como mío porque desde que llegué me trató como si yo fuera uno de los suyos.
Mañana, viernes 3 de octubre, en Alemania es feriado porque se conmemoran los dieciocho años de la reunificación que se produjo casi un año después de la caída del Muro de Berlín, derribado el 9 de noviembre de 1989. Escribí que se conmemoran y no que se celebran, porque me han contado que este hecho histórico no cayó de la misma manera a ambos lados de aquella bochornosa muralla.
Los medios periodísticos alemanes, como los de todo el mundo, dedican mucho espacio a la crisis internacional de los “mercados”. También en Alemania, los canales de televisión, las radios y los diarios concentran buena parte de sus esfuerzos en informar sobre el asunto que tiene a todo el mundo en vilo.
Cuando no paran de machacar con los “mercados” uno, y con esto van por adelantado las disculpas por mi ignorancia al respecto, se pregunta quiénes serán esas personas de semblante tan volátil que parecen contar con más devotos que cualquiera de los dioses de las religiones más practicadas del mundo. A uno le cuentan que los “mercados” se asustan por la guerra en Irak y por eso se dispara el precio del petróleo. Los “mercados” aprueban el salvataje de los bancos y las bolsas suben a niveles históricos, así como bajan cuando a esta buena gente no le gustan las novedades. No sé si estoy en lo cierto o escandalosamente equivocado, pero creo que no estamos hablando de la marea que sube y baja por cuestiones naturales que están fuera de la acción de los seres humanos. Se trata de intereses especulativos que, a pesar de los dolores de cabeza que aparentemente les generan, en algo deben beneficiar a quienes ostentan el poder en distintos lugares del planeta. ¿Cuántas veces se habló, por ejemplo, de gravar la actividad financiera con tono de amenaza? ¿Por qué nunca se concretó? Los famosos “mercados” ya habrían sido desintegrados o, al menos, limitados en esa omnipotencia que hoy demuestran para poner en vilo a todo el mundo de acuerdo al humor que les generan determinadas noticias. Si alguien tiene claro que no tengo ni idea del tema y puede responderme fehacientemente qué son exactamente los benditos “mercados” le ruego que se tome un tiempito de su vida para explicármelo. Realmente lo necesito y se lo agradeceré al que pueda hacerlo. Finalizado este llamado de mi ignorancia a la solidaridad, les propongo volver a la temática de este espacio virtual.
Por estos días, cuando se recorre esta querida ciudad llama poderosamente la atención que muchos edificios tienen montados andamios en su frente. Varios albañiles trabajan en cada uno de ellos en lo que parece ser una furia generalizada por reformar las fachadas. Como no me pareció normal la cantidad y sé que acá no se hace nada por arrebatos, se me ocurrió preguntar. La respuesta que me dieron es que no se trata, en realidad, de reformas estéticas. Lo que los consorcios hacen es aplicar aislamiento térmica a los lados expuestos de los edificios, con la finalidad de que sea necesaria menos energía para calefaccionarlos y, de esa forma, ahorrar. Pero el ahorro no sólo busca gastar menos por una cuestión meramente económica, sino –especialmente- por la necesidad de racionalizar el consumo. Gran parte del gas que compra Alemania proveniente de Rusia. El fluído es caro y, además, por las disputas geopolíticas en las que siempre están inmersos los rusos ya han amenazado varias veces con cortar el suministro.
También es interesante ver de qué manera se promueve el consumo racional de recursos como gas y agua potable. Cuando uno alquila un departamento, por ejemplo, al precio del alquiler se le agregan los Nebenkoste, que traducido al castellano serían los gastos paralelos. Los Nebenkoste vienen generalmente detallados en los avisos en los que se ofrece la vivienda o, si el anuncio dice, por ejemplo, € 500 kalt (frío), eso quiere decir que a ese monto hay que sumarle los gastos adicionales, que son calculados por funcionarios de entes especializados que han tabulado cuánta energía se necesita para calefaccionar un ambiente y cuánta agua se estima como consumo normal de los que habitan cada propiedad sobre la base de sus dimensiones y cantidad de ocupantes respectivamente. Cada año se hace un balance de la utilización de cada uno de esos servicios. Si no se supera la línea fijada, el precio será estable; en cambio, si al cabo de ese año se superó el límite establecido hay que pagar un fuerte sobrecargo; lo bueno está en que si se ha consumido notoriamente por debajo de esa cota, al inquilino se le reintegra una parte de lo que pagó por ocupar la vivienda.
Mi principal preocupación de estos días, más allá de lo relacionado con mi trabajo, es la búsqueda de un departamento para instalarme en los próximos meses, hasta mayo. La idea es quedarme en Ehrenfeld, este barrio al que, como les conté en textos anteriores, ya siento como mío porque desde que llegué me trató como si yo fuera uno de los suyos.
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