Faltaba poco para las ocho y media de la noche del viernes. El partido estaba por terminar, no quedaban más de diez minutos de los noventa que jugamos cada viernes con mis amigos alemanes en esa cancha rodeada de paredes que alguna vez les describí. Después de cinco semanas de no haber podido jugar por trabajo o por suspensiones de partidos, mi nivel venía siendo mucho más bajo que lo bajo que es habitualmente. Hasta que fuimos a disputar una pelota con Tobias; lo último que recuerdo fue haberlo visto venir y prepararme para trabar la pelota. Sentí un terrible dolor en el muslo izquierdo, justo en la mitad de la pierna. Durante un par de minutos estuve en el suelo, sin poder revolcarme siquiera. Así como caí, quedé. Después me ayudaron a levantarme y con mucha dificultad salí caminando de la cancha para que los demás pudieran seguir jugando el tiempo que restaba del partido. Fui a la cantina y pedí hielo, ya que la pierna se estaba hinchando muy rápidamente.
Tobias, el muchacho contra el que se produjo el choque, mide casi dos metros; es un flaco que no tiene un gran físico, pero es macizo. Sin ninguna duda se trató de un accidente, lo que posiblemente haya sido peor; creo que si hubiese querido pegarme no habría podido ser tan preciso. La diferencia de altura hizo que su rodilla golpeara de lleno por encima de la mía, en pleno músculo, haciendo lo que comunmente llamamos una “paralítica”. Fue complicadísimo, e imagino que hasta gracioso para ver para mis ocasionales compañeros de viaje en ambos medios, subir y bajar del tranvía y del colectivo para ir a trabajar el sábado y el domingo, a lo que hay que sumarle los ochocientos metros a pie que incluye mi recorrido de ida al estudio. Generalmente, y por fortuna, siempre hay alguien que a la vuelta me trae y me deja a pocos metros de mi casa. Todavía hoy, casi una semana después, persiste el dolor, que está yéndose muy lentamente y, casi con seguridad, me dejará afuera del partido de mañana. Una pena, porque tengo muchísimas ganas de volver a jugar.
También en estos días se define la continuidad de los relatos en español de la Bundesliga, lo que equivale a decir que se define nuestra posibilidad de seguir trabajando acá o no. Cuando digo “nuestra” estoy refiriéndome a mí y a mis compañeros, un venezolano y un mexicano, residentes en Barcelona y Bonn, respectivamente. Creo que no hace falta que les aclare que los tres veríamos con buenos ojos tal continuidad; y eso depende, según nos cuentan nuestros superiores, del resultado de las conversaciones con los canales de televisión de América Latina que adquirieron los derechos para la transmisión de los partidos en nuestro continente. También están esperando saber qué puede surgir en aquellos países en los cuales los dos grandes distribuidores de la señal, GolTV e ESPN, no tienen los derechos exclusivos, ya que existe la alternativa de que en ellos surja algún interesado en el envío de la imagen internacional con el relato en español hecho en Alemania. Independientemente de lo que resulte, en mayo estaré otra vez en Buenos Aires. Podré reencontrarme con mi familia después de ocho meses y deberé reincorporarme al trabajo en radio Continental, ya que se termina la licencia sin goce de sueldo que me otorgaron antes del viaje a Alemania. Para cuando arribe a Ezeiza ya sabré si esa llegada es una vez más temporaria o para volver a instalarme en Argentina.
Como siempre, y mucho más ahora que está cerca la vuelta, sigo lo que pasa en nuestro país. Los varios diarios que leí y la radio que escuché ayer decían que las petroleras, “por el aumento del dólar”, subieron los precios de los combustibles. No recuerdo haber leído, escuchado ni que alguien me haya contado que los hubiesen bajado en los tiempos en los que la paridad con la moneda norteamericana era menor en pesos y, además, el precio del petróleo había bajado abruptamente; mientras, acá podía ver como en Alemania –que no son Papá Noel, desde ya, pero que sí se dejan llevar por los vaivenes del “mercado”- los valores del litro de nafta o gasoil caían casi un treinta por ciento como consecuencia del marcado declive de la cotización internacional del crudo. Cosas de la Argentina, como también lo es el nuevo round de la pelea entre los productores agropecuarios, que con sus cortes de ruta toman de rehenes a todos para su protesta, y el Gobierno caprichoso, soberbio y patotero. ¿Qué quedó de aquel conmovedor alineamiento de algunos gobernadores con las entidades agrarias? Como el treinta por ciento de las retenciones a las que ellos mismos se oponían ahora les serán asignados a sus gestiones como coparticipación de impuestos, bajaron las banderas. Les hicieron sentir el olor de “la platita” y se terminaron sus firmísimas convicciones productivistas. Cuesta creer cómo hacen para andar por la vida con semejante dosis de desvergüenza. El que durante años gritó orgulloso su condición de “pingüino” ahora quiere ser candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, aunque en el padrón todavía figura con domicilio en Río Gallegos. Después se asombran o se quejan del distanciamiento de la gente con la política. ¿Qué persona bien nacida, que no haya recibido alguna prebenda o favor, va a querer mantenerse cerca de semejante pestilencia?
Tobias, el muchacho contra el que se produjo el choque, mide casi dos metros; es un flaco que no tiene un gran físico, pero es macizo. Sin ninguna duda se trató de un accidente, lo que posiblemente haya sido peor; creo que si hubiese querido pegarme no habría podido ser tan preciso. La diferencia de altura hizo que su rodilla golpeara de lleno por encima de la mía, en pleno músculo, haciendo lo que comunmente llamamos una “paralítica”. Fue complicadísimo, e imagino que hasta gracioso para ver para mis ocasionales compañeros de viaje en ambos medios, subir y bajar del tranvía y del colectivo para ir a trabajar el sábado y el domingo, a lo que hay que sumarle los ochocientos metros a pie que incluye mi recorrido de ida al estudio. Generalmente, y por fortuna, siempre hay alguien que a la vuelta me trae y me deja a pocos metros de mi casa. Todavía hoy, casi una semana después, persiste el dolor, que está yéndose muy lentamente y, casi con seguridad, me dejará afuera del partido de mañana. Una pena, porque tengo muchísimas ganas de volver a jugar.
También en estos días se define la continuidad de los relatos en español de la Bundesliga, lo que equivale a decir que se define nuestra posibilidad de seguir trabajando acá o no. Cuando digo “nuestra” estoy refiriéndome a mí y a mis compañeros, un venezolano y un mexicano, residentes en Barcelona y Bonn, respectivamente. Creo que no hace falta que les aclare que los tres veríamos con buenos ojos tal continuidad; y eso depende, según nos cuentan nuestros superiores, del resultado de las conversaciones con los canales de televisión de América Latina que adquirieron los derechos para la transmisión de los partidos en nuestro continente. También están esperando saber qué puede surgir en aquellos países en los cuales los dos grandes distribuidores de la señal, GolTV e ESPN, no tienen los derechos exclusivos, ya que existe la alternativa de que en ellos surja algún interesado en el envío de la imagen internacional con el relato en español hecho en Alemania. Independientemente de lo que resulte, en mayo estaré otra vez en Buenos Aires. Podré reencontrarme con mi familia después de ocho meses y deberé reincorporarme al trabajo en radio Continental, ya que se termina la licencia sin goce de sueldo que me otorgaron antes del viaje a Alemania. Para cuando arribe a Ezeiza ya sabré si esa llegada es una vez más temporaria o para volver a instalarme en Argentina.
Como siempre, y mucho más ahora que está cerca la vuelta, sigo lo que pasa en nuestro país. Los varios diarios que leí y la radio que escuché ayer decían que las petroleras, “por el aumento del dólar”, subieron los precios de los combustibles. No recuerdo haber leído, escuchado ni que alguien me haya contado que los hubiesen bajado en los tiempos en los que la paridad con la moneda norteamericana era menor en pesos y, además, el precio del petróleo había bajado abruptamente; mientras, acá podía ver como en Alemania –que no son Papá Noel, desde ya, pero que sí se dejan llevar por los vaivenes del “mercado”- los valores del litro de nafta o gasoil caían casi un treinta por ciento como consecuencia del marcado declive de la cotización internacional del crudo. Cosas de la Argentina, como también lo es el nuevo round de la pelea entre los productores agropecuarios, que con sus cortes de ruta toman de rehenes a todos para su protesta, y el Gobierno caprichoso, soberbio y patotero. ¿Qué quedó de aquel conmovedor alineamiento de algunos gobernadores con las entidades agrarias? Como el treinta por ciento de las retenciones a las que ellos mismos se oponían ahora les serán asignados a sus gestiones como coparticipación de impuestos, bajaron las banderas. Les hicieron sentir el olor de “la platita” y se terminaron sus firmísimas convicciones productivistas. Cuesta creer cómo hacen para andar por la vida con semejante dosis de desvergüenza. El que durante años gritó orgulloso su condición de “pingüino” ahora quiere ser candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, aunque en el padrón todavía figura con domicilio en Río Gallegos. Después se asombran o se quejan del distanciamiento de la gente con la política. ¿Qué persona bien nacida, que no haya recibido alguna prebenda o favor, va a querer mantenerse cerca de semejante pestilencia?