jueves, 19 de marzo de 2009

Al ritmo de las noticias

El martes debía ir al curso de alemán. Ya estaba listo para salir de casa cuando sonó el teléfono. Al no reconocer el número que mostraba el identificador, atendí como la gente en general atiende acá, diciendo mi apellido en lugar de nuestro clásico “hola”. El que llamaba era el profesor, que estaba avisándonos uno por uno a todos sus alumnos que él no se encontraba en condiciones de ir a la escuela y por eso no tendríamos clase. Me pidió los números de compañeros que tuviera para seguir llamando y le ofrecí llamar yo a las dos chicas de las cuales los tenía agendados. Eso hicimos; esta tarde me enteraré si el aviso les llegó a todos o alguno fue hasta la escuela por no haber recibido la novedad.
Con ese tiempo imprevistamente libre y aprovechando la linda tarde que teníamos, decidí irme caminando hasta el centro. El trayecto es de unas veinte o veinticinco cuadras y en el camino se pasa por un parque muy grande, bien verde, en el que andan de acá para allá las liebres que ya están animándose a salir después del duro invierno que tuvimos. Me llevé un cable que había comprado en enero para adaptar un router inalámbrico de internet. Como por alguna razón que no entendí el sistema no funcionó, el cable había quedado allí a la espera de pasar cerca de donde lo compré, para devolverlo. El comercio se llama ProMarkt; allí venden todo tipo de electrónicos y electrodomésticos, además de algunos otros artículos, a muy buen precio. Fui con el cable y la factura, aunque, por nuestra costumbre, también preparado para discutir con quien me atendiera, imaginando que iría a hacerme muchas preguntas con la intención de dificultar la devolución del dinero que había pagado por el cable. Pero no pasó nada de eso; entregué el cable dentro de su embalaje y la factura y me dieron un comprobante con el cual debería pasar por una de las cajas a retirar el dinero; todo el trámite no demoró mucho más que lo que ustedes tardaron en leerlo.
La noticia de la masacre en la escuela de Winnenden, en el sudoeste alemán, conmocionó a todo el país. Acá no son frecuentes las muertes violentas y, menos aún, en crímenes colectivos como el que cometió el miércoles 11 este chico de diecisiete años que, según se supo, practicaba tiro con el padre y se sentía menospreciado por sus compañeros de estudios. Contando al agresor, que se suicidó al verse cercado por la Policía, los muertos fueron dieciséis. El duelo se extendió por todo el territorio alemán y, por ejemplo, los jugadores y los árbitros de todos los partidos de la Bundesliga llevaron un brazalete negro y en cada encuentro se hizo un minuto de silencio en conmemoración de las víctimas. Muchas radios, por su parte, decidieron pasar música muy tranquila durante esos días y hasta tomaron el recaudo de controlar que los títulos de los temas que emitían no tuviesen ninguna relación posible con los hechos.
Los diarios siguen ocupándose del derrumbe del edificio del Archivo Histórico de Colonia. Los sensacionalistas, como el Express, titulan casi diariamente con noticias vinculadas a esta tragedia. Por un lado informaron que, finalmente, apareció un segundo cuerpo entre los escombros y, por sus características, podría ser el de la persona que estaba desaparecida junto con el chico que encontraron la semana pasada. Por el otro, siguen dando cuenta de una gran cantidad de irregularidades en el planeamiento de las obras, llegando a decir que los ingenieros no habían hecho los estudios de resistencia del suelo antes de continuar con las excavaciones de los túneles para la extensión de la red de subterráneos. Lo curioso es que se trata de un análisis básico y fundamental antes del inicio de cualquier construcción, por lo que cuesta creer que eso haya sido tal cual lo decían los periódicos en sus portadas.
Ya que estamos con diarios y noticias, hay que volver sobre Diego y Riquelme; venía destacando el placer que me daba el hecho de que Maradona me dejara mal parado con lo que escribí en octubre, cuando planteaba mis dudas por el carácter volcánico del Diez. Sin embargo, creo que, para usar la figura que él mismo popularizó, se le escapó la tortuga. La forma con la que atacó a Gorosito por una innecesaria intervención verbal del técnico de River (a su vez motivada por una innecesaria pregunta de algún “periodista”) me hizo recordar a sus peores actitudes. Lo emplazó para retractarse en veinticuatro horas bajo amenaza de revelar “el tema con Garnero”. No sé ni quiero saber de qué se trata, pero imagino que debe ser lo suficientemente grave como para que a Diego le sirva para el chantaje, por un lado, y como para que Gorosito respondiera casi inmediatamente buscando la conciliación. La combatividad de Diego ha sido siempre, en general, un aspecto positivo de su personalidad. Pero muchas veces no ha estado feliz en la elección del enemigo. Fue brillante en su pelea con los poderes del fútbol cuando jugaba y está muy bien que hoy se plante ante Grondona y las dificultades con las que el mismo presidente de la AFA le obstruye la gestión. También es positivo que le ponga los límites a un nene caprichoso como Riquelme después de que éste, en una muestra de fingida sensibilidad que irrita, tomara a mal una opinión bien futbolera y sin malicia de quien es, finalmente, el técnico de la Selección. Todas estas son peleas útiles, que tiene que dar. Pero Gorosito, como dice Fito Páez, es un enemigo que no está a la altura del conflicto y Diego lo puso en el centro de la escena, con un muy cuestionable proceder y exponiéndose innecesariamente a un roce que no le aporta nada bueno, pero contribuye a su desgaste.

1 comentario:

Patricio Insua dijo...

Como muchas veces, algunas similitudes y otras diferencias con lo que pasa por acá. En mi época de estudiante, en nuestra castigada pero aún en pie universidad pública, tuve a varios profesores que nos avisaban a los alumnos si por alguno motivo no iban a poder dar clases. En contrapunto, acá jamás se devuelve el dinero por un producto que no funcionó; cuanto mucho, después de discutir una hora, se ofrece otro producto, pero el dinero jamás.
Un fuerte abrazo