jueves, 7 de mayo de 2009

Política y politiquería

Los coloneses están un poco más contentos esta semana. El domingo, después de cuatro derrotas consecutivas, Colonia le ganó 1 a 0 como local a Werder Bremen y está prácticamente libre de cualquier riesgo de volver a Segunda División. El estado de Renania del Norte-Westfalia tiene dentro de su territorio a las ciudades en las que el fútbol se siente más intensamente, ya sea las que están ubicadas sobre la cuenca del Rin (Colonia, Leverkusen, Mönchengladbach) como la del Ruhr (Gelsenkirchen, Dortmund y, más chica, Bochum). Colonia fue el primer campeón de la Bundesliga en su actual formato, creado en 1963; Schalke, su gran rival, tiene a la ciudad de Gelsenkirchen esperando por un campeonato local desde 1958 y sólo calmó un poco la sed alzando la copa UEFA en 1997, el mismo año en el que su archirrival, Borussia Dortmund, llegó a ganar la copa Intercontinental imponiéndose en la final a Cruzeiro. El otro Borussia, el de Mönchengladbach, nos resulta un poco más familiar porque fue aquel al cual derrotó el Boca de Juan Carlos Lorenzo en 1977 como visitante, aunque debe hacerse la salvedad de que los alemanes no fueron locales en su ciudad sino en Karlsruhe, varios cientos de kilómetros al sur subiendo el curso del Rin.
Renania del Norte-Westfalia, cuya capital es la vecina Düsseldorf, es la región industrial por excelencia de Europa y, por lo tanto, de Alemania. Eso explica, en parte, la multiculturalidad que reina en esta parte del oeste alemán. Los turcos son mayoría entre los extranjeros, aunque muchos de ellos actualmente no lo son por tratarse ya de segunda o tercera generación de descendientes de turcos nacidos en Alemania. La ley alemana, a diferencia de lo que ocurre en muchos otros países, no otorga la ciudadanía a una persona por el solo hecho de haber nacido dentro de su territorio. La nacionalidad alemana se recibe de alguno de los padres o se la adquiere después de ocho años de residencia legal en el país.
Como muchos saben, Bayern Múnich (München en alemán) es el multicampeón de este país. Con el título de la Bundesliga ganado en la temporada pasada llegó a su Schale (el trofeo que se entrega al campeón, algo así como un plato) número veintiuno. Ganó catorce veces la DFB-Pokal (copa Alemania), una vez la UEFA, cuatro la Champions League y levantó en dos oportunidades la copa Intercontinental, la última de las cuales ante Boca Juniors en 2001, con el gol del ghanés Samuel Kuffour en tiempo suplementario, en aquel partido en el que Marcelo Delgado se hizo expulsar por fingir una falta por la que reclamaba penal.
Múnich es la ciudad más importante de la región de Baviera, el más grande de los dieciséis estados federados que conforman Alemania y el principal destino turístico de este país. Sus habitantes, dicen por aquí, se arrogan la condición de ser más alemanes que el resto, lo que, obviamente, genera algunas rivalidades que encuentran su mayor caja de resonancia en el fútbol. Los hinchas de todos los equipos son seguidores de los suyos casi tanto como son detractores de Bayern Múnich. Un poco por la enorme cantidad de logros deportivos del club bávaro, pero otro poco por lo comentado líneas más arriba.
De todas formas, cuando uno lee los diarios nacionales o mira los noticieros de televisión, advierte fácilmente que de ninguna forma hay un arraigado regionalismo. Alemania es un país federal y con esa convicción se lo lleva adelante. Con dificultades y obstáculos, desde ya. Pero con una profunda fidelidad a esos lineamientos de país que los alemanes persiguen desde hace décadas. Los gobiernos sucesivos aplican cada uno su matiz, pero el rumbo es siempre el mismo. No todo lo que hizo el anterior está mal. Ahora que hay campaña política para las elecciones legislativas, que se llevarán a cabo el próximo 7 de junio, no se escucha ni se lee que ningún candidato agreda a otros y desde la coalición de gobierno no lanzan amenazas apocalípticas para advertir de la eventualidad de una derrota oficialista. No les falta nada de lo que nos sobra a nosotros; aquí también hay intolerancia, ineficacia, corrupción y otros males sociales. La diferencia es que ejercen permanentes controles que redundan en mejoras y, en casos de dolo, dejan actuar a las instituciones que crearon para determinarlo y castigarlo.
La República Federal de Alemania fue creada en 1949, después de la Segunda Guerra, tras la cual no quedó demasiado en pie, no solamente en lo material. Los doce años de nazismo habían hecho estragos en la sociedad alemana, que tras la derrota bélica de sus fuerzas armadas se entregó a una profunda autocrítica y se encaminó en la dirección opuesta. Es cierto que el famoso plan Marshall fue vital para su recuperación, pero en ese mismo lapso y por diversos conceptos Argentina recibió también mucho dinero que no parece haber sido tan bien usado, mucho más si tenemos en cuenta que nuestro país nunca llegó a estar ni cerca del estado de destrucción que fue punto de partida del renacimiento de los países que se beneficiaron con la inciativa norteamericana de posguerra.
En nuestro caso habría que decir que, habiendo partido de un entorno mundial ampliamente favorable, nuestros sucesivos conductores de seis o siete décadas hasta hoy se han esforzado con una notable devoción en demostrarnos qué tan capaces podían y pueden ser de destruir un país, cosa de la cual, a esta altura, no nos queda la menor duda.

1 comentario:

Patricio Insua dijo...

Fernando, te felicito y te agredazco por otro de esos post que nos hace recorrer Alemania y conocer un poco más su geografía, su mapa futbolero y algunas de sus líneas políticas y sociales.
Sin dudas, la reconstrucción de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial a partir de establecer una política de estado -y no de gobierno- de claros lineamientos es un ejemplo para todo el mundo.
Un fuerte abrazo.