lunes, 1 de octubre de 2007

La dura vida del relator

No es una queja, pero la verdad es que me llama la atención la frecuencia con la que llueve en esta ciudad. Podría decir con certeza que desde que llegué, el 9 de agosto, no tuvimos tres días seguidos en los que no cayera agua en algún momento. No es del todo desagradable, pero a los que no estamos acostumbrados nos cuesta bastante habituarnos a la permanente compañía, a veces molesta, de la lluvia.
El CBC (Cologne Broadcasting Center) está en la Richard Byrd-Straße, en el barrio noroccidental de Ossendorf. Ese es el lugar desde el que transmitimos los partidos de cada jornada de la Bundesliga. El edificio forma parte de un complejo enteramente dedicado a los trabajos relacionados con los medios audiovisuales y cuenta con el más moderno equipamiento. Esta “ciudad” de la radio, la televisión y el cine está sobre lo que era el aeropuerto militar de Colonia, del que todavía quedan algunos vestigios.
Los días de mayor actividad, los sábados, llegamos poco antes de las 14.00. Somos cuatro Kommentatoren (relatores para nosotros); dos narramos en español y los otros dos en inglés. Se emiten en vivo dos partidos en ambos idiomas. Una vez que estamos todos, el jefe de edición toma la palabra y les comunica a los editores los lineamientos que deberán seguir en la elaboración de los “highlights”, que son los resúmenes de cada uno de los seis partidos que se juegan simultáneamente cada sábado. El criterio, a grandes rasgos, es el de la difusión de lo mejor del fútbol alemán. No hay indicaciones para los periodistas. Hay absoluta libertad para quienes comentamos, que lo hacemos solos. La reunión se hace en una pequeña sala denominada “Team catering”, donde hay una cocina, una heladera, un lavavajillas y tenemos a disposición los Brötchen (pancitos) con diferentes fiambres y quesos; algunos de ellos vienen con manteca o lechuga. También hay varios termos con café, hay leche entera y descremada, azúcar, sacarina y varios tipos de bebida sin alcohol (agua mineral con y sin gas, gaseosas y jugos de frutas). En una canastita, tipo panera, hay distintas clases de chocolates, que son uno más rico que el otro y que desaparecen antes que cualquier otra cosa. Desde mayo último, los que quieren fumar tienen que salir del edificio.
Antes de las tres de la tarde, generalmente, llegan los productores con las formaciones. En una hoja aparecen los planteles y en otra, manuscrita y enviada por fax, vienen los nombres de los titulares de cada equipo dispuestos tácticamente. Con esa información, ya se puede ir al estudio.
En la mesa de trabajo hay dos monitores; en el más grande tengo el partido que debo relatar y en el más chico se puede ir siguiendo de reojo el resto de los encuentros. En los auriculares tengo el sonido ambiente del estadio. Divido una hoja en dos horizontalmente y en cada mitad escribo un equipo con biromes de colores asociados a los de sus camisetas mientras es posible; a la izquierda de la mesa pongo la notebook con la que puedo consultar los archivos con estadística que nos hicieron llegar durante la semana.
A las 15.30 empiezan los partidos y ahí estamos, solos con nuestras almas, contando la Bundesliga. En el entretiempo nos reencontramos los cuatro relatores con los productores e intercambiamos datos e impresiones mientras comemos y/o tomamos lo poco que quedó en la sala que les describí al comienzo. Este paso se repite al final del partido exceptuando la parte de las vituallas, que a esta altura son historia. También se hace un pasada por el baño, siempre impecablemente limpio, donde un sensor de luz activa un sistema que hace salir el agua de los mingitorios una vez que el visitante cumplió su cometido. Después de lavarse las manos, con un suave tirón una máquina deja salir unos cuarentas centímetros de un rollo de toalla para secarlas. Inmediatamente se activa un motor que guarda el usado y deja expuesto otro segmento para cuando haya que repetir el ciclo. Pero ahora la espera es más larga, porque los editores deben terminar de armar los compactos, que pueden durar, según el caso, entre cinco y siete minutos. Mientras aguardamos empiezan a llegar las planillas con toda la estadística de cada encuentro. Después, nos avisan que las ediciones están listas y hay que subir al primer piso a visualizar las imágenes. A cada uno de nosotros le toca comentar el compacto del partido que relatamos más otros dos, para lo que cada editor nos entrega una Sprecherliste (rutina) que, a veces mejor y otras peor, describe la jugada y detalla el número de repeticiones cuando las hay. En la última hoja dice en qué momento debemos terminar; si la edición dura seis minutos dirá “Ende Kommentar: 5:55”.
Acá empieza el momento más estresante de la semana: con todos los papeles a cuestas, cada relator vuelve a su estudio. Se sienta y espera que el operador diga las palabras mágicas: “es geht los (arranca)”. Aparece el primer resumen, que uno comenta en inglés y otro en castellano al mismo tiempo; los mismos se encargarán del tercero y el quinto. El otro dúo le pondrá la voz al segundo, al cuarto y al sexto, con el agregado de que al final del último también deberá repasar los resultados de la fecha y la tabla de posiciones. El estrés se produce porque cuando uno se equivoca hay que detener la grabación de todos, ya que, como dije antes, se está haciendo simultáneamente; además del orgullo personal de querer hacerlo bien de entrada, a nadie le gusta alargar su jornada y la de los demás. Al final, con la satisfacción del deber cumplido, llega la despedida: “bis nächste Wochenende (hasta el próximo fin de semana)”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

fer, no veo el porque del titulo"la dura vida del relato", si tenes para comer, el baño esta limpio y encima tenes absoluta libertad...

Te extrañomos los jueves, esperamos verte pronto por aca

nacho

Anónimo dijo...

Hola Fernando.
Tampoco es una queja, aquí en Córdoba hacía mucho tiempo que no llovía, una sequía que había quitado de todos los horizontes posibles el verde, ese que recién ahora empieza a aparecer tras un par de chaparrones, con sus hongos luego y los sapitos que se me quejan porque ellos saben que en Alemania, sus pares la pasan mejor pero a diferencia de mí ellos no tuvieron (ni tendrán) la chance de ir a mundial de ningún tipo.
Ayer me tocó el primer River Boca desde que estoy en Mitre (salvo el del verano, que cada vez interesa menos, aún en Mendoza, donde parece que se dieron cuenta que más les vale seguir produciendo vino del mejor) y cuando llegué a la cancha de River, me llamó al celular un productor para decirme: "gritá los goles de Boca che culiao!". Luego me acopié de todo el material que pude de los diarios que había comprado yo mismo, confeccioné mis propias planillas de equipos y partidos de primera, B nacional y exterior, en fin, lo que más o menos ya sabés.
Luego, tratamos de acomodarnos cinco tipos en la cabina, teniendo en cuenta además que uno de esos tipos era Gonzalo Bonadeo y otro Ricardo Dasso y además un sexto, el técnico, miraba la consola tratando de entender con esa simple inspección ocular el por qué de todos los acoples que nos volvía locos.
Nunca hizo nada para saber efectivamente de donde venían, hasta que me di cuenta y lo notifiqué que el problema estaba en vestuarios. Siguió estando...
Una vez que con ayuda de terceros conseguimos sillas para todos, pedimos auriculares y radio para todos. Pedimos...
La respuesta prefiero obviarla, porque addemás si Cutufos, el Gallego Fariña, o quien fuera se enteran de las cosas a las que estoy llamado a escuchar y vivir ahora, me retiran el saludo.
El mate no faltó durante la cita, pero solo por la misma razón que a vos tampoco te faltaba cuando "eras uno de los nuestros" ja ja ja.
Por lo demás el partido fue en el primer tiempo un "mocazo" y en el segundo River aguantó lo conseguido en el primero, ergo se sacó los mocos, mientras boca, moqueaba de lo lindo.
Ah!!! luego para regresar a Córdoba debí esperar una módica cantidad de horas (cuatro) en Aeroparque porque entre las dos de la tarde y las nueve de la noche no salió ningún vuelo hacia esta ciudad. El de las 17 50 hs. inclusive salió más tarde que el mío que tenía hora fijada pra las 19 55.
Ahora está gris aquí, es mediodía, acabo de pagar deudas y otros trámites y mientras espero que Olga se desocupe un tiempito para tomarnos un café, me adelanto y escribo estas líneas mientras por los ventanales del Bursátil, pasan minas imposibles y cucarachas más imposibles sin solución de continuidad. El bullicio llena el espacio, mata el tiempo, "vagos" y "chichices" siguen hablando de la paliza de River y uno de ellos se pavonea conque estuvo "a punto" de ir a ver el partido, y luego reza un largo rosario de razones por las cuales su experiencia de domingo clásico fue "casi" e igual a las de la mayoría: frente a su amo y señor, la tele.
Las medialunas estaban algo pasadas de horno, el café no estaba demasiado bueno, todo esto me pasa por no ir a donde siempre, a mi cafecito Delicity de Nva. Córdoba, que queda a siete cuadras de este, pero donde ya soy un habitúe, me preparan las tostaditas de pan de salvado como a mi me gusta, el café nunca se quema, y cuando llego ni tengo que decir que es lo que voy a tomar. Pero como está mas lejos de la oficina de Olga, hice ancla aquí, que también es muy "lindo", pero menos "bueno".
Digo (pa' que sepas nomás)que Rocío se arrima a sus 15 juntando rebeldías y Nacho está de la nuca porque aprendió a pegarle con "tres dedos" y en comba, como Roberto Carlos. Chupate esa mandarina ahí en Alemania, ja ja ja
Un abrazo