lunes, 19 de noviembre de 2007

Anécdotas

El de la gorrita es un comensal habitual de El Rincón; es camarógrafo, trabaja en un canal de la ciudad y la mayoría de las veces viene con una rubia muy linda que es presentadora de un programa. Hoy la chica se fue temprano y más tarde se sumaron a la mesa tres colegas de él, que venían desde Hamburgo y también parecían ser sus amigos. Después de un rato, como el de la gorrita tiene amistad con Gustavo, lo invitan a la mesa. No entiendo exactamente lo que dicen, pero sí que la charla es sobre fútbol. En un momento, uno de ellos saca algo así como una palm y empieza a hacerles a los demás preguntas sobre los Mundiales. La primera era acerca de los seleccionados que más goles habían logrado en una sola Copa del Mundo. A los tirones van saliendo las respuestas; Hungría, Alemania y Francia. El interrogador, envalentonado por los resbalones de los demás, va por otra. Pero antes de hacerla saca del bolsillo cincuenta euros que deja sobre la mesa para premiar al que pueda responder la siguiente: “además del alemán Lothar Matthäus, ¿quién es el único jugador de la historia que jugó cinco Mundiales?”, pregunta con la certeza de que no arriesga su dinero. “Ich weisse das (yo lo sé)”, le digo. Él mira incrédulo y le doy la precisión: “ein Mexicaner, Antonio Carbajal”. Me pide que lo repita más lento para cotejar mi pronunciación con lo que lee en su base de datos. El hamburgués, sorprendido, se para y me entrega los cincuenta euros, que intento no aceptar diciéndole a Gustavo que se lo explique. Pero el muchacho no recibe de buen modo eso y le pregunta si estamos “jugando con su honor”; agrega que él perdió y que corresponde que pague. Un caballero; y para que tengan una idea, con cincuenta euros en Alemania se hace un poco más que con la misma suma de pesos en la Argentina. Así terminó el viernes, en el que horas antes había podido darme el gusto de jugar mi segundo partido de fútbol cinco encajonado como el que se juega acá, que hasta da para que mis dudosas cualidades técnicas se destaquen y eleve mi cosecha goleadora a cinco tantos. Un amigo mío imaginaría: “¡cómo será la cañada, si el gato la cruza al trote!”
El señor de enfrente, de quien tampoco recuerdo el nombre, fue el primero en llegar a El Rincón el sábado. Se sentó en la barra, prendió el primer cigarrillo y pidió una Weißbier (la traducción es “cerveza blanca” y con eso se pide medio litro en un vaso alto). Habiendo llegado ni bien abrió el bar, este hombre pudo ver cómo se inicia la actividad de cada día. El ambiente estaba mejorado por la presencia sonora del “Polaco” Roberto Goyeneche, que empieza el disco que le grabé a Gustavo con “Balada para un loco”.
Mientras las chicas terminaban de armar las mesas y ponían en orden los detalles, entraron los primeros comensales. Padre, madre e hija eligieron la mesa dos y, para empezar, vino tinto y cerveza tirada Kölsch, que tiene el mismo costo por vaso que el agua mineral: un euro con veinte.
Nos preparábamos para ver el partido Argentina – Bolivia por las eliminatorias del Mundial; las primeras imágenes del estadio de River mostraban las pésimas condiciones del campo de juego y al sector de la tribuna Centenario que ocupaba el nutrido grupo de hinchas del seleccionado vecino. En eso llegó Jean Pierre, un francés que lleva muchos años radicado en Köln; es un cliente frecuente, que viene a cenar y luego se queda leyendo un libro acompañado de su copa de tinto. Como hoy no hay lugar en las mesas porque la mayor parte del salón está reservada, muchos comensales ocasionales reciben la disculpa y la explicación de por qué hoy no hay más plazas disponibles. Nuestro amigo Jean Pierre se sienta en la barra, al lado del señor de enfrente, que ya va por el final de su segunda Weiß.
Ya es la hora para la cual había sido hecha la reserva y es extraño que los alemanes que la pidieron no hayan llegado todavía. Gustavo va a la agenda para chequear y se escuchan invocaciones a alguna que otra madre y hermana y a no sé quién que parió a quién. Se había equivocado. La reserva para la que se venía preparando desde hacía días no era para el sábado 17 sino para el próximo, el 24.
Empezó el partido y el primer tiempo nos aburre bastante. No mucho más que el gol de Agüero y las cosas de siempre de Messi. El señor de la barra, el que entró primero, pide por primera vez la cuenta. Cuatro Weiß, dos litros de cerveza; 12,40 euros. Jean Pierre, que tampoco lo conocía al momento de entrar, ya estaba en charla con este hombre, que habla un correctísimo inglés y me cuenta que tiene pasaportes alemán e israelí. Por cuarta vez en la noche, JP, que hoy no cena, pide una copa de tinto.
Llegaron los demás goles. Uno y cuarto de Riquelme, las otras tres cuartas partes del tercero de la Argentina –que me perdonen los fundamentalistas ultrarriquelmistas- fueron de Messi; y con el mismo estrépito que cayó la ilusión boliviana en el Monumental aterrizó nuestro amigo Jean Pierre en El Rincón, quien después de pedir la cuenta quiso bajarse del banco alto de la barra... y se desplomó en el suelo noqueado por su cuarta copa del tinto de la casa. Afortunadamente, la pata de la mesa que evitó que su nuca diera contra el piso es redonda y eso ayudó a que no se le hiciera un corte. Lo pusimos de pie y Jaime, el mexicano que trabaja en la cocina, lo acompañó hasta su casa previa despedida comprensiva de su ocasional compañero de copas, que se impuso en la carrera con la fusta debajo del brazo: pagó las tres últimas cervezas, con las que llegó a siete (tres litros y medio), se abrigó y se despidió hasta la próxima. Como yo.

2 comentarios:

Mauricio Monte dijo...

linda historia! y a ver si de tanto robarle frases, nos convertimos en "los salieris" de josé gabriel!

Unknown dijo...

Hola Fer! doble satisfacción me trajo este post: por un lado, ya sabés que me encantan las anécdotas que contás, sobre todo si son tan simples y cotidianas; y, por otro lado, las descripciones son tan visuales que no hacen falta fotos que las ilustren. Con esto no te sientas eximido de incluir alguna, tu público será cobarde pero exigente.
Nos vemos!