martes, 20 de mayo de 2008

De vuelta

Mi computadora portátil, por alguna razón que escapa largamente a mis escuálidos conocimientos sobre informática, ha decidido plantarse justo un día después de haber terminado la temporada de la Bundesliga, para la cual ha sido de enorme utilidad durante mi trabajo en Alemania. Por eso este texto, justo el que refiere a las últimas horas en Köln, demoró en aparecer.
La semana de despedida fue algo vertiginosa. Muchos preparativos para el viaje de vuelta a Buenos Aires más las cosas que había que dejar en orden allá consumieron gran parte de las horas y de la energía. Climáticamente, todo fue bárbaro. Temperaturas más que agradables y sol casi permanente, tanto como reacio a mostrarse fue durante el invierno. El ritmo se mantuvo como siempre, aunque las ventanas y balcones y vidrieras de toda la ciudad estuvieron matizadas por el rojo y el blanco que hicieron notar la alegría y el orgullo por la vuelta a Primera del FC Köln.
También tuvimos las conversaciones por mi eventual vuelta para la próxima temporada. Todo anduvo muy bien y no hubo diferencias de importancia, aunque es un poco pronto para la respuesta definitiva. Son varios los aspectos que pesan en una determinación como esta. Pero estén tranquilos, ya que no volveré sobre ellos porque los detallé en muchos de los textos anteriores cada vez que me referí al tema.
El viernes a la mañana bien temprano –cuando digo bien temprano digo las ocho- estaba sentado en el tranvía que me lleva hasta donde me esperaba mi jefe para acompañarme a hacer el trámite de Abmeldung (baja) en la oficina de extranjeros, aquella que está en Bergisch Gladbach. Cuando entramos a la sala de espera tomamos un número y miramos la pizarra electrónica para saber por cuál iban. En ese momento llamaban al veinte y nosotros teníamos el cuarenta y cinco. Sin embargo, la espera no fue tan larga; media hora después de haber llegado, aproximadamente, me toca pasar al escritorio tres y comenzamos con el trámite. No fueron más de cinco minutos lo que le tomó a la empleada encontrar mi ficha en el sistema, llenar ella misma el formulario y recomendarme guardar ese papel verde para el caso de que regrese en agosto, ya que no tenerlo e intentar una nueva alta podría generarme un problema legal y, obviamente, la negativa a entregarme un nuevo permiso de residencia en Alemania.
Volvimos a Köln en tren, ya que mi jefe había dejado su auto en la ciudad la noche anterior. Como no había desayunado, en una de las Bäckerei (algo similar a nuestras panaderías) compré dos Schokocroissant, unas medialunas grandes rellenas con chocolate que explotan de lo ricas que son y que disfruté en el viaje entre la estación de Bergisch Gladbach y el Hauptbahnhof de Köln, donde aproveché para comprar el boleto de ICE (Inter City Express, el tren de alta velocidad alemán). Con él, a cambio de cincuenta y ocho euros, se recorren los doscientos diez kilómetros que separan a Köln del aeropuerto de Frankfurt en alrededor de una hora con una parada en las cercanías de Bonn, que era la capital de la ex Alemania Occidental. Ya les conté de las bondades de este servicio en uno de los primeros posteos de este blog.
Una vez en el aeropuerto, lo de siempre. La fila para hacer el check in era bastante larga, pero la gente de TAM había dispuesto varios mostradores y se avanzaba rápidamente. Detrás de mí había una chica alemana, que en un momento me pregunta algo y comenzamos a charlar, cosa que sólo fue posible gracias a su muy buen castellano, con verbos conjugados correctamente y todo. Esa misma chica, muy agradable, fue mi compañera de asiento en la fila catorce, asientos A y C, y puso el broche cómico al viaje cuando estuvo a punto de enchufar los auriculares de doble plug en el toma corriente de 110V que hay en muchos respaldos para proveer de electricidad a los viajeros con notebook. Aunque en ese momento estaba distraído escuchando la música de mi reproductor de mp3, llegué justo a decirle a Antje, oriunda de Dresden y rumbo a Chile a ver a un amigovio trasandino, que estaba por cometer un error peligroso. Por las dudas, aclaro que el error habría sido el de insertar el doble plug en el enchufe equivocado.
Los vuelos –de Frankfurt a San Pablo y de ahí a Buenos Aires- fueron perfectos. No sé si es porque me gusta tanto volar, pero no recuerdo haber pasado nunca un mal rato a bordo de un avión. Salvo por el detalle de que me cuesta horrores conciliar el sueño por la incomodidad del espacio reducido, disfruto mucho de los viajes aéreos.
Cinco minutos después del mediodía de este martes aterrizamos. Curiosamente, no había alboroto, huelga ni nada que demorara nuestra salida del aeropuerto más allá de la espera por el equpaje. Todo fue rápido; y una vez que abandoné la zona restringida, mis sobrinos corrieron a buscarme apenas me vieron. Sólo eso bastaría para justificar un viaje que, desde que tomé el tren en Köln hasta que el avión tocó tierra en Ezeiza, se llevó veintitrés agotadoras horas.
Serán, como mínimo, dos meses y medio en Buenos Aires; reuniéndome con la familia, los amigos –que afortunadamente son muchos-, trabajando otra vez en la radio y meditando profundamente los próximos pasos.

4 comentarios:

Andrea G. dijo...

BIENVENIDO!!!!!!
Andrea

Anónimo dijo...

Fernando, las sensaciones encontradas y los sentimientos tumultuosos que debes haber experimentado al dejar Köln, imagino que aún estarán presentes en estas primeras horas en Argentina.
Por lo pronto, quiero decirte que será un placer escucharte nuevamente en Competencia. Alguna tarde estas estaré por allí (como lo hago cada tanto)y podré saludarte y agradecerte personalemente tu generosidad conmigo.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Fernando,
una alegría que estés de vuelta por estos pagos.
Espero escucharte pronto en la radio.
Saludos,
Carlos.

Javier Giangiacomo dijo...

Una enorme alegria que vuelvas a la radio, aunque sea por un tiempo.
Saludos!!!