Los seguidores de este blog saben que, dentro de lo posible, evito escribir sobre fútbol. Pero espero que sepan disculpar esta nueva inconducta, ya que haré una mención, aunque algo tangencial, al tema. No en lo estrictamente relacionado con el juego, sino con los últimos acontecimientos vinculados con la conducción del seleccionado nacional.
No me gusta que pierda a nada nadie que lleve puesta una camiseta argentina. No se trata de chauvinismo barato. Podría ser, como sospechaba Mafalda, una cuestión de comodidad. Nací en Argentina y viví permanentemente en ella durante mis primeros treinta y siete años y medio, por lo que, cuando tuve que elegir, lo que tenía más al alcance era la celeste blanca; con el tiempo, como creo que nos pasó a todos, surgió un amor que, en mi caso, sigue siendo tan intenso como cuando vivía allá. O más.
Por otro lado, también saben que me considero una “viuda de Bielsa”. Por eso, aunque no reniego ni un segundo de mi condición de argentino orgulloso de serlo, no me cayó tan mal el resultado del último partido. Considero a Bielsa y sus métodos ejemplos del camino que deberíamos recorrer en la Argentina en todos los aspectos de nuestra vida como sociedad. La autoexigencia casi obsesiva, el afán de superación permanente, el trabajo metódico, la honestidad irrenunciable –hasta cuando no conviene- y la férrea voluntad de no transar con nada ni nadie son las facetas de las que Bielsa hace gala. Pero no sólo es eso, sino también la capacidad de transmitir esas convicciones a sus dirigidos, a los que en muchos casos logró sumar a sus causas después de tenerlos como enconados opositores. José Luis Chilavert, nada menos, podría encabezar esta lista de bielsistas conversos, con el condimento de que el guaraní había estado a segundos a pelearse a trompadas con el entrenador durante los primeros tiempos de éste a cargo del plantel de Vélez, en la segunda mitad de 1997.
No me alegra que el seleccionado de fútbol de Chile le gane a su par de Argentina, pero tampoco es una tragedia. Sí me alegra que las formas de Bielsa les ganen a las de Basile, contra quien no tengo nada en lo personal, aunque representa muchas de las cosas que uno ve que pueden hacerse de manera diferente, bien. Alguien que por la repercusión del cargo que ocupa es una de las máximas referencias que el mundo puede tomar de nuestro país no puede darse el lujo de que millones de personas por televisión en todo el planeta lo vean recurriendo a una aplicación de talco para atraer a la buena suerte; o haciendo cuernitos cada vez que los rivales avanzan sobre el campo argentino; o insultando impunemente a un rival que tiene la desgracia de tener que sacar un lateral justo frente al banco argentino; o explicando una derrota alegando que “nos levantamos mal” o que "no nos salió ni una”. Así parece fácil: uno accede al cargo de técnico de la Selección, elige a los mejores, agrega algún capricho y en la noche previa a los partidos se provee del talco suficiente para que nunca escasee y se encarga de pasar por cada una de las habitaciones de la concentración para asegurarse de que los futbolistas estén bien tapados y puedan dormir plácidamente, así se levantan inspirados a la mañana siguiente. Cuando llega la hora de formar el equipo se da los once nombres y que sea lo que Dios quiera. Si se gana no hay análisis, porque todo es felicidad; y aunque se sea grosero, los amigos y adulones preferirán decir que se trata de una “marcada personalidad”. Si se pierde tampoco hay análisis, porque todo se debió a cuestiones intangibles que se confabularon y contra las cuales no se puede hacer nada. “No hay caso; hicimos todo lo que pudimos pero (la pelota) no quiso entrar”. O dirán que esto es fútbol, que es sólo un juego, mientras pisotean lo que escribieron y dijeron cuando tuvimos el gran disgusto en el Mundial de 2002, en el que, a juzgar por el brusco cambio de parecer, no se debe haber jugado al mismo juego. Si alguien tiene la osadía de plantear cara a cara una crítica, será acusado de ser “contra” y de haberse “dado vuelta”; y no conformes con eso, se hará el lobby necesario para que el atrevido pierda un puesto de trabajo. Para las derrotas más dolorosas queda un último recurso: el “silenzio stampa” y el “bye”.
Retomo la escritura después de haber utilizado algunos minutos para releer los párrafos anteriores; y creo que al final cumplí con mi premisa. Más que tocar el tema fútbol, creo que simplemente lo rocé. En realidad, y desde mi humilde punto de vista, todo lo que precede es la Argentina en su estado más puro. Es la dictadura de los resultados sin reparar en los métodos, es el imperio de la improvisación por encima de la planificación racional, es el reino del acomodo en desmedro de los méritos. Como dijo Ortega y Gasset, “cualquier individuo puede, sin demencia, aspirar a cualquier puesto, porque la sociedad no se ha habituado a exigir competencia”.
Otra vez me detuve porque se me termina el espacio y estoy buscando un buen final. Pero antes que al cierre del texto encontré una pequeña diferencia en el fútbol y el país. Menor, pero diferencia al fin. Al seleccionado le bastaron un par de malos resultados para liberarse de una mala conducción. Pero a nuestro querido país, aunque lleva décadas sin ganar un partido importante, lo conducen siempre los mismos.
Necesitamos un gobierno lleno de Bielsas, pero está superpoblado de Basiles; y así estamos.
No me gusta que pierda a nada nadie que lleve puesta una camiseta argentina. No se trata de chauvinismo barato. Podría ser, como sospechaba Mafalda, una cuestión de comodidad. Nací en Argentina y viví permanentemente en ella durante mis primeros treinta y siete años y medio, por lo que, cuando tuve que elegir, lo que tenía más al alcance era la celeste blanca; con el tiempo, como creo que nos pasó a todos, surgió un amor que, en mi caso, sigue siendo tan intenso como cuando vivía allá. O más.
Por otro lado, también saben que me considero una “viuda de Bielsa”. Por eso, aunque no reniego ni un segundo de mi condición de argentino orgulloso de serlo, no me cayó tan mal el resultado del último partido. Considero a Bielsa y sus métodos ejemplos del camino que deberíamos recorrer en la Argentina en todos los aspectos de nuestra vida como sociedad. La autoexigencia casi obsesiva, el afán de superación permanente, el trabajo metódico, la honestidad irrenunciable –hasta cuando no conviene- y la férrea voluntad de no transar con nada ni nadie son las facetas de las que Bielsa hace gala. Pero no sólo es eso, sino también la capacidad de transmitir esas convicciones a sus dirigidos, a los que en muchos casos logró sumar a sus causas después de tenerlos como enconados opositores. José Luis Chilavert, nada menos, podría encabezar esta lista de bielsistas conversos, con el condimento de que el guaraní había estado a segundos a pelearse a trompadas con el entrenador durante los primeros tiempos de éste a cargo del plantel de Vélez, en la segunda mitad de 1997.
No me alegra que el seleccionado de fútbol de Chile le gane a su par de Argentina, pero tampoco es una tragedia. Sí me alegra que las formas de Bielsa les ganen a las de Basile, contra quien no tengo nada en lo personal, aunque representa muchas de las cosas que uno ve que pueden hacerse de manera diferente, bien. Alguien que por la repercusión del cargo que ocupa es una de las máximas referencias que el mundo puede tomar de nuestro país no puede darse el lujo de que millones de personas por televisión en todo el planeta lo vean recurriendo a una aplicación de talco para atraer a la buena suerte; o haciendo cuernitos cada vez que los rivales avanzan sobre el campo argentino; o insultando impunemente a un rival que tiene la desgracia de tener que sacar un lateral justo frente al banco argentino; o explicando una derrota alegando que “nos levantamos mal” o que "no nos salió ni una”. Así parece fácil: uno accede al cargo de técnico de la Selección, elige a los mejores, agrega algún capricho y en la noche previa a los partidos se provee del talco suficiente para que nunca escasee y se encarga de pasar por cada una de las habitaciones de la concentración para asegurarse de que los futbolistas estén bien tapados y puedan dormir plácidamente, así se levantan inspirados a la mañana siguiente. Cuando llega la hora de formar el equipo se da los once nombres y que sea lo que Dios quiera. Si se gana no hay análisis, porque todo es felicidad; y aunque se sea grosero, los amigos y adulones preferirán decir que se trata de una “marcada personalidad”. Si se pierde tampoco hay análisis, porque todo se debió a cuestiones intangibles que se confabularon y contra las cuales no se puede hacer nada. “No hay caso; hicimos todo lo que pudimos pero (la pelota) no quiso entrar”. O dirán que esto es fútbol, que es sólo un juego, mientras pisotean lo que escribieron y dijeron cuando tuvimos el gran disgusto en el Mundial de 2002, en el que, a juzgar por el brusco cambio de parecer, no se debe haber jugado al mismo juego. Si alguien tiene la osadía de plantear cara a cara una crítica, será acusado de ser “contra” y de haberse “dado vuelta”; y no conformes con eso, se hará el lobby necesario para que el atrevido pierda un puesto de trabajo. Para las derrotas más dolorosas queda un último recurso: el “silenzio stampa” y el “bye”.
Retomo la escritura después de haber utilizado algunos minutos para releer los párrafos anteriores; y creo que al final cumplí con mi premisa. Más que tocar el tema fútbol, creo que simplemente lo rocé. En realidad, y desde mi humilde punto de vista, todo lo que precede es la Argentina en su estado más puro. Es la dictadura de los resultados sin reparar en los métodos, es el imperio de la improvisación por encima de la planificación racional, es el reino del acomodo en desmedro de los méritos. Como dijo Ortega y Gasset, “cualquier individuo puede, sin demencia, aspirar a cualquier puesto, porque la sociedad no se ha habituado a exigir competencia”.
Otra vez me detuve porque se me termina el espacio y estoy buscando un buen final. Pero antes que al cierre del texto encontré una pequeña diferencia en el fútbol y el país. Menor, pero diferencia al fin. Al seleccionado le bastaron un par de malos resultados para liberarse de una mala conducción. Pero a nuestro querido país, aunque lleva décadas sin ganar un partido importante, lo conducen siempre los mismos.
Necesitamos un gobierno lleno de Bielsas, pero está superpoblado de Basiles; y así estamos.
6 comentarios:
Fernando, excelente nota. Teniendo el fútbol como hilo conductor pero no como protagonista ponés enfrentadas dos filosofías, dos modos de vida contrapuestos. A mi entender (como creo que al tuyo) uno es claramente bueno y el otro claramente malo. Sabés que llevo el mismo luto que vos.
Muchas veces, en mis notas centradas en el fútbol intenté centrarme en esta diferencia de formas y conductas para llegar a un fin, pero nunca logré hacerlo con la claridad con que lo haces en esta nota.
Me pongo un poco malo y te hago dos observaciones a tu final. Primero que no se puede perder de vista que la real conducción del seleccionado no está en el banco, sino apoltronado hace 29 años; y hoy más que nunca con las limitaciones que tendrá el futuro entrenador del albiceleste gracias a los negocios del Pope. Segundo, estaría bueno que tengamos muchos más Marcelos Bielsas, y no simplemente Bielsas, ya que cabe recordar lo mal que se comportó el hermano Rafael (de quien pondero muchas cosas) en su otrora hiperdefensa K cuando canciller, su entuerto ni legislador-ni embajador en Francia y las bajezas para con Binner en su candidatura a gobernador de Santa Fe.
Fernando, como siempre es un placer leerte.
Un fuerte abrazo.
Tenés razón en cuanto a la aclaración de qué Bielsa nos referimos, Patricio. Pero creo que cualquiera, cuando se dice "Bielsa" a secas, inmediatamente piensa en Marcelo.
Con respecto a Rafael, quien también me parece intelectualmente brillante, en aquellas defensas K me hizo recordar a Sonny (Chaz Palmintieri en "Una luz en el infierno") cuando decía: "talento desperdiciado".
Gran abrazo y gracias por la visita y el comentario.
Fer, sencillamente formidable. Sabés que yo soy uno de los que insultó (y aún sigo insultándolo) a Marcelo Bielsa por la eliminación del Mundial 2002, pero si hay algo que no puedo cuestionar es su integridad, y vos acabás de describirla con una claridad envidiable.
Por otro lado, es una lástima también que gente que sigue y pregona estos principios, tenga que irse tan lejos.
Abrazo
Leo
Fernando, tenés razón con lo del "Bielsa" a secas, estuve demasiado puntilloso.
Gran abrazo.
Necesitaría pedirte prestado un poquito de tu amplio vocabulario para poder contarte lo fantástico que me pareció lo que escribiste y sobretodo cómo lo hiciste. Un placer.
Ro
Fernando, un gusto leerte. Pienso que, pese a lo que mencionas, deberías escribir más de fútbol. Pregunta: ¿Maradona es un Bielsa o un Basile? Por otra parte, ee invito a escuchar mi podcast sobre la Bundesliga en castellano: www.enadol.de/cms/podcastgen1.1
Un abrazo y hasta pronto!
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