Hay cosas a las que uno está habituado y no les presta demasiada atención cuando forman parte de su cotidianeidad. Nos hacen más difícil la vida, las padecemos. A pesar de todo esto, nos acostumbramos a la acumulación de sinsabores y, con el paso del tiempo, elaboramos anticuerpos que nos permiten sobrellevarlos mejor en primera instancia y naturalizarlos después, casi olvidándonos de su efecto indudablemente perjudicial. Pero con la perspectiva que dan la distancia y el tiempo vivido fuera del país, la comparación de estas características con otros modelos las convierte en desagradables, molestas o, directamente, inadmisibles.
Alemanes y personas de otros países con los que me encuentro más o menos cotidianamente sienten mucha curiosidad por la Argentina. Saben, obviamente, de Maradona; también del tango, del Che Guevara, de Eva Perón y, más recientemente, tienen a Messi como una referencia de nuestra nacionalidad y mis vecinos germanos siempre le agradecerán al genio de Pekerman no haberlo puesto contra ellos en el partido por los cuartos de final del último Mundial, en el estadio olímpico de Berlín. Últimamente, y como uno de los efectos beneficiosos de la globalización, también cuentan con mucha información acerca de los atractivos turísticos que nuestros país les ofrece a los extranjeros que se interesan en visitarlo.
Cuando los encuentros con esas personas empiezan a ser sucesivos, quieren saber un poco más. Los alemanes me preguntan si me gusta vivir en su país. Les respondo que sí, que me gusta mucho. Quieren saber qué es lo que más me gusta de vivir en Alemania. Les contesto que hay muchas cosas que me atraen y les cito el orden, la previsibilidad, el respeto que reina en cada acción de la vida cotidiana y la posibilidad que entrega este país de vivir tranquilamente. El problema viene cuando me piden que les cuente qué tan diferente es la Argentina en los rubros que cité recién. Cuesta mucho explicarle a alguien que no conozca más o menos profundamente la realidad argentina que efectivos policiales participan de un secuestro extorsivo; más difícil aun es que entiendan –de hecho a uno mismo le cuesta hacerlo- que el secuestrado es hermano de una persona que, según lo que entregan versiones bien informadas, mantenía negocios no del todo transparentes con policías, que lo secuestran con la doble intención de sacarle dinero y marcar territorio ante una avanzada del gobierno de la provincia sobre los cuadros corruptos de la institución.
Es demasiado cuesta arriba hablar sin ruborizarse de los Kirchner –los dos-, D’Elía, Moreno, Moyano, Ulloa -hablo de Rudy, el chofer K devenido en tiempo record en poderoso empresario de los medios-; y ni mencionar el escaso valor que tiene la vida y que queda de manifiesto en tragedias como la de Cromañón, la irresponsabilidad con la que en general nos movemos en el tránsito y, especialmente, la inseguridad metropolitana que, mal que le pese a otro poco presentable como Aníbal Fernández, es bastante más que una sensación. Todo esto sin mencionar un tema del que ya nos hemos ocupado muchas veces, que es el de lo humillante que puede resultar tener la poco feliz idea de ir a ver un partido de fútbol. Pero en este caso puntual y a esta altura, por tratarse de una actividad que no influye decisivamente en la vida de nadie, el que decide es corresponsable de su desventura.
También es complicado que entiendan el famoso problema de las monedas, al que ahora parecen haberle encontrado la solución. La Presidente anunció que en tres meses estará funcionamiento un sistema mediante el cual la gente podrá acceder a los transportes con una tarjeta recargable, lo que hará que no sea imprescindible la portación de monedas para poder viajar. Ese dispositivo, siempre según palabras de la señora Fernández de Kirchner, permitirá terminar con el “negocio” de los acaparadores del dinero metálico, además de permitir un control más exacto de las variables que inciden en el cálculo de los subsidios que el Estado argentino, en los hechos todos nosotros, les otorga a los prestadores privados del servicio de transporte público. Obviamente, los empresarios del sector no están nada conformes con la idea de tener que rendir cuentas, cuando al recibir fondos estatales las auditorías deberían ser cosa frecuente y de ninguna manera molesta, salvo que haya algo que es mejor que no se sepa.
Pero hay más. Imitando lo que se hace en lugares que socialmente están mucho más avanzados que nosotros, se decide implementar el registro de conductor por puntos, que no voy a explicar porque todos los que están leyendo esto saben de qué se trata. Pero como una muestra más de las cosas raras que nos pasan, los más fervientes opositores son los taxistas y colectiveros, justamente los profesionales del volante, los que debieran sentirse aliviados. Lo más absurdo es que el argumento con el cual se oponen a la iniciativa es que la medida atenta contra las fuentes de trabajo. Tranquilos, muchachos. Nada pasará si no cometen infracciones; y si lo hacen, ¿por qué tener privilegios? Pero no, en eso no piensan; si no les gusta, enseguida arman una marcha con que hacen colapsar el tránsito en el centro; y que los demás se jodan. La reacción de mis interlocutores ante esto es una sonrisa repentina y un arqueo de cejas, mezcla de sorpresa e incredulidad; y la mía, de un poco de vergüenza.
Alemanes y personas de otros países con los que me encuentro más o menos cotidianamente sienten mucha curiosidad por la Argentina. Saben, obviamente, de Maradona; también del tango, del Che Guevara, de Eva Perón y, más recientemente, tienen a Messi como una referencia de nuestra nacionalidad y mis vecinos germanos siempre le agradecerán al genio de Pekerman no haberlo puesto contra ellos en el partido por los cuartos de final del último Mundial, en el estadio olímpico de Berlín. Últimamente, y como uno de los efectos beneficiosos de la globalización, también cuentan con mucha información acerca de los atractivos turísticos que nuestros país les ofrece a los extranjeros que se interesan en visitarlo.
Cuando los encuentros con esas personas empiezan a ser sucesivos, quieren saber un poco más. Los alemanes me preguntan si me gusta vivir en su país. Les respondo que sí, que me gusta mucho. Quieren saber qué es lo que más me gusta de vivir en Alemania. Les contesto que hay muchas cosas que me atraen y les cito el orden, la previsibilidad, el respeto que reina en cada acción de la vida cotidiana y la posibilidad que entrega este país de vivir tranquilamente. El problema viene cuando me piden que les cuente qué tan diferente es la Argentina en los rubros que cité recién. Cuesta mucho explicarle a alguien que no conozca más o menos profundamente la realidad argentina que efectivos policiales participan de un secuestro extorsivo; más difícil aun es que entiendan –de hecho a uno mismo le cuesta hacerlo- que el secuestrado es hermano de una persona que, según lo que entregan versiones bien informadas, mantenía negocios no del todo transparentes con policías, que lo secuestran con la doble intención de sacarle dinero y marcar territorio ante una avanzada del gobierno de la provincia sobre los cuadros corruptos de la institución.
Es demasiado cuesta arriba hablar sin ruborizarse de los Kirchner –los dos-, D’Elía, Moreno, Moyano, Ulloa -hablo de Rudy, el chofer K devenido en tiempo record en poderoso empresario de los medios-; y ni mencionar el escaso valor que tiene la vida y que queda de manifiesto en tragedias como la de Cromañón, la irresponsabilidad con la que en general nos movemos en el tránsito y, especialmente, la inseguridad metropolitana que, mal que le pese a otro poco presentable como Aníbal Fernández, es bastante más que una sensación. Todo esto sin mencionar un tema del que ya nos hemos ocupado muchas veces, que es el de lo humillante que puede resultar tener la poco feliz idea de ir a ver un partido de fútbol. Pero en este caso puntual y a esta altura, por tratarse de una actividad que no influye decisivamente en la vida de nadie, el que decide es corresponsable de su desventura.
También es complicado que entiendan el famoso problema de las monedas, al que ahora parecen haberle encontrado la solución. La Presidente anunció que en tres meses estará funcionamiento un sistema mediante el cual la gente podrá acceder a los transportes con una tarjeta recargable, lo que hará que no sea imprescindible la portación de monedas para poder viajar. Ese dispositivo, siempre según palabras de la señora Fernández de Kirchner, permitirá terminar con el “negocio” de los acaparadores del dinero metálico, además de permitir un control más exacto de las variables que inciden en el cálculo de los subsidios que el Estado argentino, en los hechos todos nosotros, les otorga a los prestadores privados del servicio de transporte público. Obviamente, los empresarios del sector no están nada conformes con la idea de tener que rendir cuentas, cuando al recibir fondos estatales las auditorías deberían ser cosa frecuente y de ninguna manera molesta, salvo que haya algo que es mejor que no se sepa.
Pero hay más. Imitando lo que se hace en lugares que socialmente están mucho más avanzados que nosotros, se decide implementar el registro de conductor por puntos, que no voy a explicar porque todos los que están leyendo esto saben de qué se trata. Pero como una muestra más de las cosas raras que nos pasan, los más fervientes opositores son los taxistas y colectiveros, justamente los profesionales del volante, los que debieran sentirse aliviados. Lo más absurdo es que el argumento con el cual se oponen a la iniciativa es que la medida atenta contra las fuentes de trabajo. Tranquilos, muchachos. Nada pasará si no cometen infracciones; y si lo hacen, ¿por qué tener privilegios? Pero no, en eso no piensan; si no les gusta, enseguida arman una marcha con que hacen colapsar el tránsito en el centro; y que los demás se jodan. La reacción de mis interlocutores ante esto es una sonrisa repentina y un arqueo de cejas, mezcla de sorpresa e incredulidad; y la mía, de un poco de vergüenza.
5 comentarios:
me encantaría agregar a tu muy buena descripción que todas las posibles soluciones lleva aparejado un nuevo negocio, por ejemplo las monedas que caen dentro de las maquinas de los bondis donde van, se venden hasta con un 10% de ganancia libre de impuestos y gastos, la solución son las tarjetas recargables, que hay lineas que las están usando con algún inconveniente como la perdida de saldo porque falló la maquina, para recuperarlo hay que ir a la terminal a recuperarlo (en algunos casos d Capital a Florencio Varela) lo que lleva tiempo y dinero Una solución lógica sería que obliguen a las empresas a depositar ese dinero en bancos para que se pueda redistribuir a la gente y sin que el banco ni el estado le cobre le cobre comisión. Con el tema del registro con puntaje me parece bien que se imponga pero dudo que no tenga ningún negocio asociado en el que mucha gente pueda llegar a perder el registro sin merecerlo.
Hay mucha tecnología para utilizar y hacer respetar las leyes de transito.
La única verdad que existe aquí en Argentina es el dicho "hecha la ley, hecha la trampa" y es a eso a lo que nos acostumbramos.
La única forma de protesta que existe es en las urnas pero tampoco podemos apelar a eso porque ya se va a votar al que nos cague menos (perdón por el exabrupto) o como nos paso con con nuestro último presidente hombre, lo votaron para que no gane otro y ahora no podemos sacárnoslo de encima.
Las marchas que hay sirven para molestar a la gente que no participa y que esta laburando y generalmente es para pedir que le aumenten el plan social (guita que les pagan por no hacer absolutamente nada). Aquí no hay solución para nada y la única forma en que somos Argentinos unidos es cuando algunos deportistas están defendiendo nuestros colores.
Un gran abrazo.
Rodrigo.
Si, unidos siempre y cuando esos que defienden los colores estén ganando y por goleada, si no....
Fer, previsibilidad? bueno el 106 lo tenía a cuatro cuadras y salía casi dos horas antes para hacer un viaje que en condiciones normales no llevaría mas que 20 minutos, pero..
Respeto cotidiano, respeto cotidiano...mmm..me suena, pero no estoy segura.
Vivir tranquilo, eso estaría bueno, no? que se sentirá? será algo así como salir a la calle y no tener que caminar mirando para atrás, o estar durmiendo y no despertarte a las tres de la mañana sobresaltado y con palpitaciones porque escuchaste ruido de llaves cerca de tu puerta (que por suerte era el vecino que llegaba tarde a su casa), o por ejemplo estar haciendo la cola en el pago fácil para pagar los impuestos sin tener la presión por las nubes y ojos en la nuca, o tal vez será como cruzar la calle sin tener que convertirte en superman, o ir al supermercado con la plena seguridad de que vas a poder comprar todo lo que necesites, o ir con normalidad a la facultad y encontrarte con quien tiene que darte la clase, o tomar un taxi, darle la dirección y no tener que decirle "por el camino mas corto por favor, agarre Córdoba y doble en Mario Bravo, frene", o puede que sea no tener que estar pisándole los talones al señor que llegó a tu casa para arreglar el calefón, o ir al banco y no revisar uno por uno los billetes que te dan, o tal vez ir a la verdulería y no solo encontrar todo lo que se vende es las verdulerías sino pedir tranquilo sin tener que mirar tomate por tomate, cebolla por cebolla, o ir a la carnicería y comer tranquilo porque estas completamente seguro de que no es gato lo que te vendieron...imagino que sería algo así eso de vivir tranquilo, no?
Saludos.Ro (estaba esperando la palabra del sr. Patricio, pero ya se viene el proximo texto y nada)
hecha la ley, hecha la trampa es una frase que no me gusta. en realidad parece que es exclusiva de argentina, y no lo es. en todo el mundo, pero en todo, todo el mundo, hecha la ley, hecha la trampa. la gran diferencia está en las consecuencias a las que te enfrentas después de hacer la trampa.
pensar que siempre hay un negocio detrás de cualquier cosa te lleva a la total insatisfacción y muchas veces, injustificada. Es verdad que la confianza se va perdiendo y poca queda, pero si lo de las tarjetas funciona mal, es por un curro, y no necesariamente del gobierno de turno. o sí, pero las tarjetas se usan en muchos lugares, y funcionan.
Para terminar, digo que en roma el abono mensual para trenes metropolitanos, subtes y colectivos (uno para todos) cuesta 30 euros. y basta.
Germán:
Primero, vuelvo a saludar a mi amigo, Fernando, a quien felicito nuevamente por regalarnos estos textos tan entretenidos, pese a que -admito- no soy seguidor habitual del blog. Segundo, propongo a Fernando que invite a alguno de esos interlocutores alemanes a intercambiar conmigo -por un período acordado- los lugares de nuestras respectivas vidas, con lo cual el señoer germano aprenderá (¿?) a vivir en Argentina y yo podré volver a disfrutar de Alemania, tal como hice durante un día y monedas (no las del "bondi", aclaro por las dudas) cuadno fui a visitar a mi amigo a Koeln. Por último, estimado Fernando, te recuerdo como colega que no se puede dar por seguro que quien lee un artículo sabe sobre el tema al cual hacés mención. Sólo quería señalarlo, porque me sorprendió encontrar esa licencia que te tomaste respecto del registro por puntos de Mauri...que es Macri.
Hola Fernando , te cuento que llegue a este blog buscando una pagina que hable de las leyes que regulan la convivencia entre vecinos en argentina, todo por un problema que tuve con un vecino por un taller que tengo en mi patio, pues soy carpintero y hasta hace una semana no tenia techo en el taller, despues de ir juntando los materiales logre techarlo, pero mi vecino se quejo de que yo hacia mucho ruido con las chapas el sabado pasado a las 9 de la mañana, entiendo que las chapas son bastante ruidosas para manejar y esto lo altero , pero esto que te cuento deperto mi interes por esto de la convivencia, y llegue a la conclusion de que este vecino,que ya hemos hablado y nos pudimos entender en un 80 % el tambien hace ruidos que aqui en argentina son el pan nuestro de cada dia y nos hemos adaptado sin saberlo. me refiero a las peleas de matrimonio, las alarmas de los que se van de vacaciones, la de los autos cada vez que las desactivan y viceversa, los caños de escapes, los equipos de musica,las fiestas de cumpleaños en las viviendas particulares , etc. creo que el problema esta en los argentinos ni siquiera en las leyes. hace un tiempo que pienso en los alemanes en la excelencia que tienen y aunque se que no son tan dados creo que se respetan como personas que son. muy bueno tus escritos.
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