jueves, 5 de marzo de 2009

Una pésima noticia para Köln (y para la humanidad)

Era un martes como cualquier otro. Me di un baño, cargué mis cosas y me fui a la escuela, al curso de alemán. Tomé el tranvía 5 por una estación, desde la Gutenbergstraße hasta Hans Böckler-Platz. Allí me bajé y en ese mismo andén me quedé esperando al 3 o al 4, al que viniera primero. Cualquiera de los dos me deja en Neumarkt, la estación en la que debo bajarme para después seguir a pie cuatro cuadras.
Una vez que salí a la calle, me pareció que había menos tránsito que el habitual a esa hora en esa zona. Caminé, como siempre, por la Peterstraße hasta la Agrippastraße, la de la escuela. Allí a la izquierda y, dos cuadras después, la sorpresa. Al llegar a la Neuköllnerstraße, una avenida ancha de doble mano que debía cruzar, ví tantos policías juntos como nunca había visto. Decenas de patrulleros con sus correspondientes policías, varias ambulancias con su dotación de personal y varios equipos de distintos noticieros de televisión. No había caos, todo estaba controlado. Pero seguía impresionándome el despliegue. Ante tantos autos verdes y grises, los de la Polizei, primero pensé que podría tratarse de una persecución que había llegado a su final, pero la cantidad de ambulancias y el movimiento de bomberos, que tienen su cuartel justo enfrente de la escuela, me inclinaron a suponer un accidente de importantes consecuencias.
Como el tránsito estaba cortado, pude cruzar sin tener que esperar al semáforo. La escuela está a unos cuarenta metros de allí, pero ni siquiera los peatones podían seguir caminando por la Agrippastraße en esa dirección. Justo que llegué al cordón policial con la frase armada en la cabeza para explicar que iba a clases, los policías se apartaron. Parece que el dispositivo había sido levantado y una chica que justo debía pasar con su auto por el frente del cuartel de bomberos y ambulancias iba a poder hacerlo. Después de hablar unos segundos con ella, un policía le levantó la cinta de plástico para que pudiera seguir.
Llegué al aula temprano, dejé mis cosas y fui a buscarme un té con limón que me ayudara a convivir mejor con los síntomas de gripe que estaban acompañándome desde el lunes. Volví, me senté y a los pocos minutos entró una empleada de la escuela, que abrió un par de ventanas para que corriera un poco de aire hasta que empezara la clase y me preguntó si quería que prendiera la luz. Le dije que no, que todavía no hacía falta.
Le pregunté a la señora si sabía qué había pasado. Me dijo que sí, que vio en las noticias que se derrumbó un edificio cercano justo encima del punto donde estaban excavando túneles para la extensión de la red de subterráneos. Dijo que no había muertos reportados hasta ese momento, pero tampoco había que descartarlo. El edificio se desplomó y el derrumbe también afectó a algunas casas vecinas.
Seis y media en punto empezó la clase, que se desarrolló normalmente. A las ocho el profesor impuso la pausa de siempre y, a la vuelta, trajo más información: el edificio que se cayó era el del archivo general de la ciudad de Colonia. Las primeras precisiones hablaban de nueve desaparecidos, número que fue disminuyendo a medida que se fue determinando el paradero de siete de esas nueve. Todavía se busca a una pareja que vivía en una de las casas vecinas, ya que no se tiene la certeza de que estuviesen o no en el lugar en el momento del desplome.
La página de la Deutsche Welle (http://www.dw-world.de/dw/article/0,,4072772,00.html) da detalles de lo que podría perderse, que según algunas consideraciones podría valuarse monetariamente en cuatrocientos millones de euros:

(...) El diario local Kölner Stadt-Anzeiger en su recuento de los tesoros albergados por el archivo asevera que del 11 de agosto de 922 data el primer documento –que probablemente sea una antigua falsificación- con el cual el entonces arzobispo de Colonia, Hermann I, le cede al legendario séquito de Santa Úrsula un edificio que luego será su convento e iglesia. Las actas de fundación de la Universidad de Colonia del año 1388; manuscritos de Karl Marx y Friedrich Engels; disposiciones firmadas por Napoleón y muchas joyas históricas más se guardaban en ese edificio. (...)

En el mismo sitio hay una idea de lo que significaba este lugar, definido “el mayor y más completo archivo al norte de los Alpes”:
(...) El Archivo de Colonia-comparable sólo a los archivos de Sevilla o al Archivo Nacional de París- se encontraba en un edificio diseñado y equipado en 1971 especialmente con este propósito y con el objeto de que tuviera 30 años de vida útil. Ya en 1996 se le reventaban las costuras de tanto material acumulado y los materiales fueron, parcialmente, guardados en otros edificios. Cuando el 3 de marzo a las 14h00 se escuchó el rugido previo al desplome, sólo los empleados pudieron ser evacuados. (...)
Ya está abierta la investigación para determinar las causas de este desastre. Las primeras estimaciones dicen que estudios erróneos o una interpretación errónea de cálculos de factibilidad de las obras de ampliación de la red de subterráneos serían el origen de esta catástrofe, que no lo es tanto en pérdidas personales -hasta ahora- pero sí lo es si se tiene en cuenta a la hora del balance la irrecuperabilidad de los valiosísimos piezas y testimonios que albergaba este archivo-museo que se vino abajo en la tarde del último martes.

2 comentarios:

Patricio Insua dijo...

Escuché sobre esta noticia y más tarde leí por Internet antes de ingresar a tu blog. Cuando me enteré pensé en vos, que sos la única referencia que tengo de Köln. Leyéndote me entero que de alguna manera fuiste testigo de esta circunstancia, que según pude informarme implicó la desaparición de elementos de hasta 1.000 años de antigüedad, que van desde fotos, hasta mapas, documentos y distintos objetos de arte. Seguramente se podrá recuperar algo de todo eso, aunque más no sea una parte menor.
Es curioso que hayan fallado los cálculos que produjeron el derrumbe y lo es más aún que no hayan retirado ese valioso material incluso antes de las perforaciones subterráneas, cuando se sabía que el edificio había excedido su vida útil. Es algo que bien podría haber pasado acá, en Argentina, pero uno no lo imaginaría en Alemania.
Un fuerte abrazo.

Mauricio Monte dijo...

La ventaja es que si hubiese sido en argentina, con suerte habría sólo piedras de 1000 años.
Lo anterior al 1500 desapareció practicamente todo, y lo que queda, pocas ganas de mantenerlo hay. Casi que molesta.