Alemania, como gran parte del mundo por estos días, está preocupada por la famosa fiebre porcina. Fue un gran alivio el dato de que la enfermedad no se transmite por el consumo de la carne, ya que el cerdo está presente en buena parte de la dieta de los alemanes. Ayer se comentaba el pedido de los franceses para que toda la Unión Europea suspenda los vuelos hacia México, aunque propone no aplicar restricciones a las llegadas para facilitar de esa manera el regreso de los europeos a quienes la posible pandemia haya sorprendido en tierras aztecas. El tema preocupa, aunque lo asumen con calma y toman, como en todo el mundo, los recaudos necesarios para evitar que el virus se propague inconteniblemente. La canciller alemana, Angela Merkel, ha pedido a los encargados del área de salud de cada uno de los dieciséis estados federados que componen Alemania que arbitren los medios para poner a disposición del sistema de salud pública los medicamentos indicados para combatir la temida fiebre porcina.
Hace un par de semanas que, después de una pausa, retomamos el curso de alemán. Hay un dato que llama verdaderamente la atención y que nunca comenté en este espacio. Los libros de texto, para facilitar el aprendizaje, tienen muchas ilustraciones y fotos que acompañan las lecciones. El libro que usamos en el nivel pasado, Schritte (pasos), tenía como protagonistas a los trabajadores de un pequeño delivery de comidas, dos muchachos y una chica. La única alemana de la zaga es ella, mientras que uno de los chicos es de ascendencia árabe y el otro italiano. Todas las unidades giran en torno a las vivencias de estas tres personas y no hay que hacer mucho esfuerzo para advertir la deliberada intención de que la integración multirracial de la sociedad se naturalice tanto como sea posible.
Pero ese no es el único detalle que nos llamó la atención a todos los que tomamos el curso. Muchos de los textos que los profesores usan en la enseñanza suelen contener críticas a muchas características de los alemanes y su sociedad; esos recortes de diarios o publicaciones varias critican directamente o con sarcasmo o ironía diferentes hábitos y convicciones que rigen la vida cotidiana de la gente de este país. Lo que ellos más critican de sí mismos es su estructura mental (a la que denominan "cuadrada"), al “excesivo” orden. Es evidente que lo bueno no lo es para todos y lo malo tampoco; cuando a mí me preguntan qué es lo que más me seduce de vivir en Alemania no dudo en decir que son el orden y la posibilidad de hacer planes ciertos a mediano y largo plazo, la tranquilidad de que salir a la calle a cualquier hora no es una aventura riesgosa y la facilidad con la que se pueden resolver cuestiones de todos los días, desde cualquier trámite oficial hasta un reclamo o gestión ante una empresa de servicios. No fueron pocos los alemanes que me dijeron que todo esto los aburre y que les gustaría experimentar un poco nuestro desorden. Yo insisto en no recomendárselos, tanto como ellos lo hacen en su legítima aspiración de salir un poco de la monotonía que dicen padecer.
También son muy notorias, casi conmovedoras, las ganas con la que esta gente espera y disfruta del sol. El sábado estábamos en el estudio y todo estuvo listo muy temprano, así que nos quedó media hora libre antes de empezar las transmisiones. Uno de los editores, una vez que terminó la charla previa, se sirvió un sandwich y huyó hacia la calle para disfrutar al aire libre los últimos quince minutos antes de meterse en su cabina a mirar su partido para seleccionar las mejores imágenes, las que editaría para el resumen. Nos dijo a mi compañero venezolano y a mí por qué no salíamos, a lo que Mariano, en su perfecto alemán, le respondió graciosamente que para los sudamericanos el sol es algo muy normal a lo que estamos muy acostumbrados. Para ellos, en cambio, cada minuto de un día soleado tiene un enorme valor. Por eso, los espacios verdes de la ciudad, que son muchos, se llenan de gente que además de sentarse o acostarse a broncearse puede tomar color haciendo algún deporte, ya que en esos lugares hay aros de básquet, mesas de ping pong fijas y hasta canchas de tenis, en las cuales la paciencia para esperar que se desocupe es el único precio que hay que pagar para poder utilizarlas.
Acá también están en campaña política. En junio hay elecciones y los distintos partidos han empezado a desplegar la cartelería por toda la ciudad. El SPD, Partido Social Demócrata, ha pegado afiches con el rostro de un señor, muy joven al parecer, de apellido Hartmann. Lo que más llama la atención es que los candidatos proponen cosas. La izquierda –Die Linke- anuncia como uno de sus postulados más fuertes la lucha por una remuneración para las mujeres que equipare a la de los hombres por idéntica tarea. Los Verdes –Die Grüne- impulsan la implementación de más trenes y ómnibus (mehr Bahnen und Busse) para combatir la polución ambiental. Hoy por hoy, la red de transporte público permite alcanzar casi cualquier punto de la ciudad y tiene un alto índice de eficiencia y puntualidad; como aspecto negativo hay que destacar que, en relación con otros países de la Unión, el costo es mucho mayor. Para citar un ejemplo, en Roma cuesta un euro lo que en Colonia vale dos euros con cuarenta y permite recorrer toda la ciudad haciendo cualquier combinación con todos los medios de transporte público, que incluyen tranvías, ómnibus y trenes de corta distancia. Aun así, esta gente propone que sea más grande.
Hace un par de semanas que, después de una pausa, retomamos el curso de alemán. Hay un dato que llama verdaderamente la atención y que nunca comenté en este espacio. Los libros de texto, para facilitar el aprendizaje, tienen muchas ilustraciones y fotos que acompañan las lecciones. El libro que usamos en el nivel pasado, Schritte (pasos), tenía como protagonistas a los trabajadores de un pequeño delivery de comidas, dos muchachos y una chica. La única alemana de la zaga es ella, mientras que uno de los chicos es de ascendencia árabe y el otro italiano. Todas las unidades giran en torno a las vivencias de estas tres personas y no hay que hacer mucho esfuerzo para advertir la deliberada intención de que la integración multirracial de la sociedad se naturalice tanto como sea posible.
Pero ese no es el único detalle que nos llamó la atención a todos los que tomamos el curso. Muchos de los textos que los profesores usan en la enseñanza suelen contener críticas a muchas características de los alemanes y su sociedad; esos recortes de diarios o publicaciones varias critican directamente o con sarcasmo o ironía diferentes hábitos y convicciones que rigen la vida cotidiana de la gente de este país. Lo que ellos más critican de sí mismos es su estructura mental (a la que denominan "cuadrada"), al “excesivo” orden. Es evidente que lo bueno no lo es para todos y lo malo tampoco; cuando a mí me preguntan qué es lo que más me seduce de vivir en Alemania no dudo en decir que son el orden y la posibilidad de hacer planes ciertos a mediano y largo plazo, la tranquilidad de que salir a la calle a cualquier hora no es una aventura riesgosa y la facilidad con la que se pueden resolver cuestiones de todos los días, desde cualquier trámite oficial hasta un reclamo o gestión ante una empresa de servicios. No fueron pocos los alemanes que me dijeron que todo esto los aburre y que les gustaría experimentar un poco nuestro desorden. Yo insisto en no recomendárselos, tanto como ellos lo hacen en su legítima aspiración de salir un poco de la monotonía que dicen padecer.
También son muy notorias, casi conmovedoras, las ganas con la que esta gente espera y disfruta del sol. El sábado estábamos en el estudio y todo estuvo listo muy temprano, así que nos quedó media hora libre antes de empezar las transmisiones. Uno de los editores, una vez que terminó la charla previa, se sirvió un sandwich y huyó hacia la calle para disfrutar al aire libre los últimos quince minutos antes de meterse en su cabina a mirar su partido para seleccionar las mejores imágenes, las que editaría para el resumen. Nos dijo a mi compañero venezolano y a mí por qué no salíamos, a lo que Mariano, en su perfecto alemán, le respondió graciosamente que para los sudamericanos el sol es algo muy normal a lo que estamos muy acostumbrados. Para ellos, en cambio, cada minuto de un día soleado tiene un enorme valor. Por eso, los espacios verdes de la ciudad, que son muchos, se llenan de gente que además de sentarse o acostarse a broncearse puede tomar color haciendo algún deporte, ya que en esos lugares hay aros de básquet, mesas de ping pong fijas y hasta canchas de tenis, en las cuales la paciencia para esperar que se desocupe es el único precio que hay que pagar para poder utilizarlas.
Acá también están en campaña política. En junio hay elecciones y los distintos partidos han empezado a desplegar la cartelería por toda la ciudad. El SPD, Partido Social Demócrata, ha pegado afiches con el rostro de un señor, muy joven al parecer, de apellido Hartmann. Lo que más llama la atención es que los candidatos proponen cosas. La izquierda –Die Linke- anuncia como uno de sus postulados más fuertes la lucha por una remuneración para las mujeres que equipare a la de los hombres por idéntica tarea. Los Verdes –Die Grüne- impulsan la implementación de más trenes y ómnibus (mehr Bahnen und Busse) para combatir la polución ambiental. Hoy por hoy, la red de transporte público permite alcanzar casi cualquier punto de la ciudad y tiene un alto índice de eficiencia y puntualidad; como aspecto negativo hay que destacar que, en relación con otros países de la Unión, el costo es mucho mayor. Para citar un ejemplo, en Roma cuesta un euro lo que en Colonia vale dos euros con cuarenta y permite recorrer toda la ciudad haciendo cualquier combinación con todos los medios de transporte público, que incluyen tranvías, ómnibus y trenes de corta distancia. Aun así, esta gente propone que sea más grande.
2 comentarios:
Entiendo a los alemanes, Fer. Porque quieren venir a la Argentina a vivir experiencias tercermundistas, sabiendo que, cuando quieren, pueden volver al mundo más civilizado.
Hace uno o dos siglos, hacían lo mismo explorando y conquistando África.
Abrazo,
REINALDO
A mi los excesos mucho no me gustan, pero creo que prefiero el exceso de orden al descontrol total. Me quedé pensando...si ellos llaman "cuadrada" a su estructura mental, nosotros como llamariamos la nuestra? :(
Las estructuras mentales cognitivas o de conocimiento varían en complejidad y en organización de acuerdo a los diferentes contextos en que se han desarrollado; son dinámicas y podrian rayar en lo caótico. Estas estructuras siempre pueden ser desarrolladas,ampliadas,disminuidas, extendidas o limitadas según el interés y la aplicación que se les de para mejorar conexiones entre el conocimiento previo y el que se está recibiendo. Las estructuras mentales tiene mayor capacidad si continuamente se están mejorando.
La solución de problemas ayuda en muchos casos a ampliar las estructuras mentales, en otros casos simplemente es "perdida de tiempo".
Que lástima que el texto terminaba ahí, estudios realizados dicen que uno tiende a quedarse con el principio y sobre todo con el final de lo que está leyendo.
Besos,Ro.
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