lunes, 10 de diciembre de 2007

Cada vez más cerca

Hay algo en lo que Colonia se parece al Macondo que Gabriel García Márquez hizo mundialmente famoso en “Cien años de soledad”: aunque no tan intensamente como en los pagos en los que el coronel Aureliano Buendía enfrentaba al pelotón de fusilamiento, acá también llueve todos los días. Además, el hecho de que antes de las cinco de la tarde sea de noche aporta un matiz al que no es fácil acostumbrarse, aunque tampoco es nada con lo que no se pueda convivir, lo mismo que el frío; es intenso, sí, se siente. Pero, por lo que pude percibir, no es muy distinto al que tenemos en el invierno porteño. El único detalle a favor del nuestro es que allá, aun en los meses de días más cortos, la luz natural dura más horas y el sol, aquí totalmente infrecuente, puede ayudar en Buenos Aires a que la baja temperatura sea un poco más llevadera.
Con el comienzo de diciembre y en cada rincón de la ciudad todos los edificios se vistieron de Navidad. Papá Noel es el gran protagonista de cualquier ornamentación, para lo cual también se usan trineos, renos y todo lo relacionado con el gran repartidor mundial de regalos, al que puede vérselo arriba de su vehículo, parado agitando una campana, cargando la legendaria bolsa o, en la versión más original, colgado de una cuerda luminosa en muchos balcones y ventanas de las casas colonesas. Las calles también están adornadas con luces que forman estrellas y motivos alusivos a las celebraciones de cada fin de año.
Los alemanes están preocupados por el aumento del precio de los combustibles, que últimamente, y con tipografía de catástrofe, hasta ha sido tapa de algún diario. Un litro de nafta súper vale algo menos de un euro con cuarenta y uno de gasoil, aquí llamado directamente Diesel, un euro con veintisiete centavos. Para el que quiera saber a qué equivale eso en la Argentina debe tener en cuenta, como conté en otra entrada, que con un euro se hace un poco más que con un peso en nuestro país y cuesta algo menos de trabajo ganarlo. De esto se desprende que acá los combustibles son bastante más accesibles que para nosotros, que tenemos la dicha, licuada desde los 90, de vivir en un país que dispone de petróleo debajo de su extensísima superficie.
Una de las últimas novedades en Colonia es que también han impuesto, y regirá desde el 1 de enero próximo, la “Kölner Umweltzone (zona ambiental)”. Se trata de la delimitación de un área alrededor del centro de la ciudad a la cual no se podrá acceder con vehículos que no estén autorizados. Para lograr ese permiso hay que obtener una oblea que indica que el auto no emite gases contaminantes más allá de los valores aceptables. Hay tres tipos de oblea: roja, amarilla y verde. Al propietario del auto se le entregará la que corresponda al tipo de emisión que se detecte en su auto y al combustible con el que se alimente ese motor. Para los vehículos diesel, además de pagar entre uno y cuatro euros según el caso, se deberá agregarle al escape un filtro de partículas. El folleto oficial dice que con esta medida se busca beneficiar a unas ciento cuarenta mil personas que viven en ese sector y que tendrán con la puesta en vigencia de esta iniciativa aire más puro y mejor calidad de vida.
Con esta semana también comenzaron, lentamente, los preparativos para mi vuelta temporaria a la Argentina. La mayoría de ellos tendrán que ver con la puesta en orden de las cosas que así deberán estar para cuando regrese a Alemania, a fines de enero próximo. Laboral y legalmente está todo acordado y cumplido respectivamente, con el permiso de residencia y trabajo otorgado por el gobierno alemán hasta la finalización mi contrato, que expirará con la temporada en curso de la Bundesliga en mayo de 2008. El boleto tiene fecha para el lunes 17 partiendo desde Frankfurt am Main (Frankfurt sobre el Main, así es el nombre completo de esta ciudad, centro financiero de Europa) y con un trasbordo de avión en San Pablo. La llegada al aeropuerto de Ezeiza, al que alegremente y por decreto han otorgado por veinte años más a sus actuales concesionarios, está prevista para la mañana del 18.
Estas líneas llegan a ustedes en una fecha muy especial, en la que no puedo soslayar una mención a la asunción de la nueva presidente en nuestra querida Argentina. El primer sentimiento ante un cambio de estas características suele ser, casi naturalmente, de esperanza. Pero como pocas veces, esa sensación está ausente. Hace poco, tras una visita a Berlín, Cristina dijo que aspira a tener desde su gestión un país como Alemania. La aspiración es válida, todos la tenemos. Debiéramos tomar el ejemplo de los alemanes en infinidad de aspectos de organización social y política, a partir de la implacable autocrítica que sirvió para sentar las bases de la formidable reconstrucción que llevaron a cabo. Ellos han crecido desde la nada absoluta hasta lo que son hoy en el mismo lapso en el que nosotros bajamos desde el mejor momento de nuestra historia hacia las cercanías del abismo. Pero aun no conociéndola mucho todavía puedo decir que Alemania es lo que es, entre otras razones, porque ha tomado la saludable decisión de privarse de dirigentes como los que nosotros hemos tenido y, desde hoy, seguiremos teniendo. La genial Mafalda, ante una situación como esta en los años setenta, se preguntó con la lucidez con la que siempre nos deleita a sus fanáticos: “¿se puede abrigar esperanzas con camisas de tul?”

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