lunes, 4 de febrero de 2008

Otra vez acá


Se acabaron las vacaciones. Pasé en mi lugar y con mi gente, con una escapada al Uruguay incluida, cuarenta y cuatro días bárbaros, durante los cuales no alimenté este blog. Pero no fue por vagancia, sino porque no tenía sentido escribir desde la Argentina para un sitio creado con el fin de relatar vivencias que se tienen lejos de ella. De todas maneras, agradezco a todos los que directamente o por intermedio de alguien me hicieron saber de sus asiduas visitas a este sitio.
Muchos de ustedes saben que no lo descubrí ahora, obviamente; siempre digo que mis sobrinos, hijo de mi hermana e hija de mi hermano, son lo más grande de mi vida. Es cierto que Dios –si es que él fuera realmente el proveedor- no me dio hijos todavía. Pero si los increíbles Ian y Camila fuesen obra del Diablo, como dice esa famosa frase, iría hoy mismo y sin ningún reparo al infierno.
Una de las cosas que aprendí en este viaje fue que no siempre todo es como lo pintan. En entradas anteriores les contaba de lo desagradable que se tornaba el hecho de seguir los diarios argentinos por Internet cuando se está fuera del país. Mucha mala noticia y presentada, en muchos casos, exageradamente. Esas malas noticias que los diarios refieren son ciertas, existen, es innegable; y debo reconocer que al llegar a Ezeiza en diciembre estaba sensibilizado. Pero con el correr de mis días en la Argentina después de poco más de cuatro meses de ausencia llegué a la conclusión de que no era para tanto y eso me puso muy contento. Fue el descanso más largo que tuve en toda mi vida laboral, al punto de haber llegado a extrañar mi trabajo después de las primeras dos semanas de inactividad. Eso nos suele pasar a los que tenemos el enorme privilegio de dedicarnos a una actividad que amamos.
Esta vez me toca volar por TAM, una compañía brasileña. El tramo entre Buenos Aires y San Pablo fue normal, sin nada para destacar. El vuelo a Frankfurt salió con una hora de demora y nunca nos dijeron por qué. Pero las azafatas amenizan la espera sirviendo, primero, caramelos de leche; después, agua mineral.
La coreana que está sentada en el asiento de al lado, el 17E, debe haberme visto con cara de hambre. Cuando trajeron la comida inspeccionó lo que había en la bandeja y rápidamente me ofreció, y acepté, su pan, su manteca y su postre, un brownie que estaba demasiado bueno para lo chiquito que era.
Ahora la cabina está completamente a oscuras y a mayoría de los pasajeros duerme. Soy el único que tiene encendida su luz individual, pero no molesta a nadie. Intenté, y logré de a ratos, dormirme. Pero el pesado que está en el asiento detrás del mío, el 18D, cada vez que quiere pararse se cuelga del respaldo sobre el que estoy apoyado. Encima, cuando este hombre devotamente religioso, de barba muy larga, camisa blanca, chaleco negro y dudosa higiene pasa por al lado deja una estela que maltrata sin piedad a nuestro sentido del olfato. Nos tocó un avión nuevito, que aun en clase turista nos ofrece una pantallita de video para cada uno y la gran novedad, al menos para mí, es la posibilidad de tener electricidad. Como el señor parece empeñado en que no duerma, los 110 voltios que ofrece el tomacorriente que tengo delante me viene muy bien para trabajar con la computadora sin depender de la batería.
Ya había pasado el mediodía alemán y en Frankfurt nos esperaban el frío y la Policía en la puerta del avión. A algunos les piden el pasaporte, a mí no. Al pie de la escalera había uno de esos ómnibus que parecen cajas de zapatos para llevarnos a la terminal. Paso sin problemas el puesto de migraciones y en poco tiempo llega mi equipaje. Por fin puedo ir a buscar el tren. Hay un ICE (Inter City Express) dentro de media hora. Recorre los casi doscientos kilómetros que hay hasta Colonia en una hora y cinco minutos. Ya les hablé de la puntualidad del ferrocarril, así que no seré redundante. Como me ven con una valija muy pesada y las manos muy ocupadas, un par de alemanes me ayudan a subir con mis cosas al vagón.
Las estaciones por las que vamos pasando minutos antes de llegar a Köln están llenas de gente disfrazada, de todas las edades. Los coloneses festejan muy fervorosamente el carnaval. Muchos andan por la calle con sus disfraces y, obviamente, beben en grandes cantidades. Pero no hay problemas, peleas ni nada de eso. Se festeja y nada más, aunque los que andan con vehículos tienen que tener mucho cuidado, porque hay peatones por todos lados y la mayoría de ellos no dispone de toda su lucidez; a algunos, directamente, ya no les queda ninguna.
Con el fin de semana llegó la reanudación del campeonato alemán y con ella la vuelta al trabajo. Lo curioso fue el sábado, cuando fui a tomar el tranvía como cada vez que debo ir al estudio. Vinieron tres y ninguno de ellos era el 5, que me deja en Ossendorf para tomar el ómnibus 148. Después de una hora de espera en vano empiezo a preocuparme; pero ya no me queda tiempo y tengo que recurrir a un taxi, que es manejado por una señora muy amable que me dejó en mi trabajo diez minutos después y con diez euros menos en el bolsillo. El sábado me toca Hertha Berlín 0 – Eintracht Frankfurt 3 y el domingo Schalke 04 4 – Stuttgart 1. Ocho goles en dos partidos; nada mal para retomar rápidamente el ritmo.
Hoy, lunes, los festejos por el carnaval tendrán su momento culminante con el desfile de carrozas. Se los cuento en la próxima.

2 comentarios:

Mauricio Monte dijo...

EL otro día, mientras comentaba con mi viejo el gran desorden político que hay en Italia, se me escapó una frase infeliz: "están peor que allá", dije livianamente. "Por qué no te venis", me dijo, siguiendo mi razonamiento. No tuve respuesta.

Cuidado con los carnavales. La gente es mala, se disfraza y engaña. Los diablos son señores disfrazados, y las señoritas con exagerados senos al aire, también.
Buen regreso!

Anónimo dijo...

Yo tampoco tengo hijos, pero si tengo un sobrinito divino que amo con toda mi alma, y que no deja de sorprenderme. Es increíble que una personita tan pequeña pueda llegar tan lejos, me puede, es más fuerte que yo.

Te cuento que transmite tranquilidad “escucharte” decir que Argentina no está tan mal como la muestran los diarios, hace bien oír eso de vez en cuando, a mi desde acá dentro me resulta un tanto difícil darme cuenta con claridad cuando las malas noticias pasan a ser exageradas.

Saludos y espero que nos muestres alguna fotito si es que te animaste a participar del carnaval luciendo algún disfraz interesante!

Ro.
(Mauri, sabes las veces que me di la cabeza contra la pared por no hacerle caso a papá?! Por qué no te venís?)