La Bundesliga nos dio un respiro y, con el fin de semana libre, ahora me toca a mí hacer la visita que recibí en Semana Santa. Mi buen amigo Roberto me "prestó" su tarjeta de crédito y así compré el pasaje para viajar por avión desde Weeze a Málaga.
Ya les conté que el aeropuerto está a ciento veinte kilómetros de Köln y no tengo a nadie que pueda llevarme. Pero no es problema, porque desde detrás de la estación central de trenes salen ómnibus que trasladan a los pasajeros a los aeropuertos de alternativa en los que opera Ryanair, la compañía que ofrece la mejor posibilidad de hacer este recorrido.
El boleto se saca en el mismo micro, pagándole al chofer diecinueve euros con cincuenta. En esta parada sólo subimos tres personas; todos los asientos están libres y elijo el primero, sobre la derecha. Desde ahí puedo ver el camino casi como si estuviese manejando y también tengo a la vista los movimientos del conductor. Salimos un poco después del horario anunciado y rápidamente tomamos la autopista 57.
Es un día muy lindo, soleado, aunque algo fresco. La primera detención es el Hauptbahnhof de Düsseldorf. Se suman tres pasajeros y esperamos casi quince minutos hasta que retomamos el viaje. A las dos cuadras, tres señoras que evidentemente perdieron el micro y lo reconocen le hacen señas al chofer, que las ve pero no se detiene. Sí lo hace en el semáforo de la esquina siguiente y un señor que estaba en una camioneta vio a las mujeres desesperadas, se bajó y se acercó a la ventanilla para decirle lo de estas damas. El chofer dijo vehementemente que no con la cabeza, se encendió la luz verde y otra vez a la ruta. No hubo insultos ni, mucho menos, intento de agresión por parte del señor de la camioneta. "¡Qué garca!", pensé desde mi argentinidad. ¿Qué le costaba parar un minuto, abrir los buches del equipaje y permitirle subir a estas personas? Pero también pensé que, posiblemente, a ellas les habría costado todavía menos llegar a tiempo al lugar de la partida del ómnibus. Una cosa para decir a favor del chofer es que un ningún momento, aun con la autopista libre, excedió el límite de velocidad. Mucho más con el detalle de que, como dije antes, éste ya venía retrasado y estuvo un buen rato esperando en Düsseldorf. Bajamos frente a la terminal de partidas de Weeze media hora antes de lo que estaba anunciado en la cartelera, para lo cual debe haber contribuido el escaso número de pasajeros. Una vez frente al mostrador de la aerolínea, los trámites de embarque no salieron de lo que es habitual en este tipo de casos. Por eso, no vale la pena detenerse en ellos.
Uno de los ítems en los que las aerolíneas de bajo costo reducen el suyo es el servicio de pista, por lo que tenemos que ir caminando desde la terminal hasta el avión, que está a unos ciento cincuenta metros. Cuando estaba en la escalerilla para subir me vino a la mente el recuerdo de que alguna vez leí en un diario que Ryanair había hecho una campaña publicitaria editando un almanaque hot con fotos de sus propias azafatas. Nunca tuve chance de verlo, pero creo que no me equivoco si digo que en él no aparecía ninguna de las que atienden este vuelo, que salió puntualmente y duró algunos minutos menos que lo estimado hasta el aeropuerto de Málaga.
Todavía faltaba otro tramo de mi viaje para llegar a mi destino final. Primero, un tren por cuatro estaciones hasta la terminal María Zambrano, donde me encontraría con la persona que me esperaba. Cuando salgo del andén veo algo que me llama la atención. Los que llegaban a tomar su tren debían pasar el equipaje por rayos X, de la misma manera que se lo hace antes de un vuelo. Es indudable que los atentados de Atocha, perpetrados hace poco más de cuatro años en Madrid, están todavía presentes. Finalmente, mi amiga llegó y seguimos nuestro recorrido, que esa noche haría escala en el restaurante y en la casa de unos amigos suyos en Málaga porque a la hora del aterrizaje de mi vuelo ya no había más transportes para llegar a Ronda, el lugar donde vive.
La travesía -a esta altura ya puede denominarse así- continuó en la mañana del sábado, muy temprano, con el esfuerzo que todos ustedes saben que los madrugones me representan. Ahora nos movemos en ómnibus, que apenas sale de la ciudad se mete en caminos de montaña. El chofer, algo mayor, parece experto. A medida que vamos avanzando el paisaje es más lindo. Pasamos varios de los pueblos blancos como aquel al que le canta Serrat, con casas típicamente españolas dispersas por las laderas de las sierras y grandes plantaciones de olivos. Llueve intermitentemente; en el tramo final bastante fuerte. El viaje duró una hora y media hasta que llegamos a la terminal de Ronda, que me recibe como queriendo que no note la diferencia, al menos en lo climático. En los primeros dos días de estada acá, como una delicadeza del de arriba, sólo dejó de caer agua en los veinte minutos que nos llevó caminar desde la estación de micros hasta el departamento.
Hoy, lunes, está nublado pero no llueve en este pueblo grande o ciudad pequeña -hay posiciones encontradas al respecto- que me da la sensación de tener una vida tranquila; con las condiciones a favor, tendré chances de caminar un poco y ver qué tengo para contar la semana que viene.
2 comentarios:
Es lindo leerte describir paisajes, situaciones; los detalles ayudan a sentir que uno te va acompañando. Que disfrutes tus minis vacaciones, y seguramente la lluvia no arruinará tu descanso.
Gracias por compartir con tus ex-oyentes tu recorrida por Europa
Un beso Anni
Fernando, nada va tiene que ver mi comentario con tu post, solo que como asiduo lector de tu blog, acabo de darme cuenta de algo, extraño muchisimo el Competencia del 96, 97 (creo), y no me queda otra que juntarlos leyendo tu blog, escuchando a Reinaldo en la Red, igual con Gustavo Cima, no se nada de Diego Osorio, y al resto del equipo de VH en Continental. Como esperaba las 19 hs. para escucharlos.
Un gran abrazo, Fernando, y a pesar de no poder escucharte es una enorme alegria que tengas esta oportunidad en ese gran pais.
J.
Publicar un comentario