lunes, 7 de abril de 2008

La perfección no existe

Las calles de mi ya querido barrio colonés, Ehrenfeld, son angostas. Muy angostas, diría. Tanto, que hay veces en las que los vehículos de mayor porte tienen problemas para circular si no es por las avenidas. Eso mismo pasó el lunes anterior en la esquina de El Rincón, en el cruce de Simrockstraße y Stammstraße.
Minutos antes de las seis de la tarde, un camión de reparto circulaba por la Stamm y un auto mal estacionado le impedía continuar. El chofer, lejos de empezar a los bocinazos y perder la calma, se bajó y preguntó en el kiosco que está en la misma esquina si sabían de quién era el Corsa gris. Por más intentos que se hicieron por encontrarlo, el dueño no apareció. Uno de los vecinos llamó al Ordnungs und Verkehrsamt (algo así como la dirección de orden y tránsito) y al rato se hizo presente una inspectora con la tickeadora de multas que alguna vez mencioné en uno de estos relatos. Más tarde llegó una “cama” del equivalente alemán a nuestro Automóvil Club, aunque con una particularidad. Como no había lugar para la maniobra tradicional de subir el coche al camión con el malacate, éste último estaba equipado con una minipluma capaz de levantarlo. Pusieron una sujeción en cada rueda del auto y con un control remoto el conductor de la “cama” lo subió igual que cuando los chicos sacan los peluches de las máquinas; con la misma facilidad el auto dejó ser un obstáculo y el transportista pudo, casi media hora después, seguir su recorrido. El Corsa llevaba en su parabrisas el aviso de que estaba multado, con el agravante de que el dueño deberá pagar, además, la remoción del auto. Se ve que no se trata de un hecho muy normal, porque unos cuantos de los que vivimos en el barrio y otros que transitaban casualmente por esa esquina esa tarde se detuvieron para observar todo el procedimiento y varios de ellos utilizaron sus teléfonos celulares para sacar fotos de este infrecuente hecho.
Esta texto, principalmente alimentado por la anécdota cotidiana, incluye un regalo para aquellos que me acusan de apólogo de la “alemanidad”. El viernes pasado me tocó relatar y, como siempre, tomé el tranvía número 5, el que termina en Ossendorf. La empresa estatal que administra el transporte público tiene una página de internet en varios idiomas (http://www.kvb-koeln.de/) en la cual se puede encontrar los recorridos, las tarifas y los horarios en los que todas las líneas de tranvías, subterráneos y ómnibus se detienen en cada una de las paradas a lo largo de todos sus trayectos. Como hubo modificaciones en las frecuencias, entré en el sitio para armar mi itinerario. El tranvía pasa por la parada de la Gutenbergstraße, en la cual lo tomo, a las 17.41 y el recorrido a Ossendorf demanda catorce minutos, según indica el cartel que también aclara que los horarios y tiempos de viaje son ohne Gewähr (sin garantía). Como el ómnibus 148 pasa por Ossendorf a las 17.55, el cálculo cerraba perfecto. “Me bajo de uno y me subo al otro; y a las 18.05 estoy en el estudio preparando mis papeles”, pensé con lógica, aunque excesivamente confiado.
El tranvía llegó puntualmente a la estación donde estaba esperándolo. Subí y saqué mi boleto en la máquina automática que hay arriba del tren. Puse las monedas por valor de dos euros con treinta centavos y retiré mi ticket, que también es válido para el tramo en colectivo. Me senté en una ventanilla sobre la derecha y activé el reproductor de mp3, que me llenó los oídos con Joaquín Sabina cantando “Yo me bajo en Atocha”. Hasta acá, todo marchaba perfectamente. Pero en la segunda parada algo pasó, porque no nos movíamos. Mis ojos buscaban insistentemente el reloj. En un momento, se escucha la voz del conductor que pide que todos los que estamos en el tren nos ubiquemos sobre la izquierda y luego lo vemos bajar del puesto de conducción con un hierro con el que golpeó, debajo de las puertas y del lado derecho, en el sistema de escalones retráctiles que se despliega cada vez que la formación se detiene en una parada no subterránea, en la que el andén no está a la misma altura que el piso interior del vagón. Después de unos minutos y una serie de golpes, la escalinata volvió finalmente a su lugar y pudimos seguir viaje. Obviamente, llegamos a Ossendorf más tarde que lo planeado; y como los ómnibus los días hábiles pasan cada veinte minutos, tuve que esperar otros quince por el siguiente. Habría estado en serios problemas si no tuviese el hábito que me traje desde la Argentina de llegar al trabajo con mucha antelación y que tanto fastidio le provocaba a mi amigo y compañero de tantas transmisiones, el querido Jorge Arcapalo. Como ya les conté, los alemanes hacen una especie de culto de la puntualidad en todo tipo de compromisos; y ni hablar de los laborales.
Mientras estoy escribiendo esto, el locutor de la radio que me acompaña dice, como si tal cosa, que afuera hace dos grados bajo cero y que en las próximas horas podría volver a nevar en varios sectores del país, incluyendo mi querida ciudad de Colonia. Es la madrugada del lunes y avanza el mes de abril; ya llevamos dos semanas de primavera. Al menos, eso dice el calendario. Pero el frío no quiere irse definitivamente, se ve que le gusta esta ciudad tanto como a mí, aunque yo sí tengo fecha cierta de salida. El próximo 19 de mayo saldré desde Frankfurt con destino a Buenos Aires, vía San Pablo. Lo que todavía no está tan determinado es cómo deberé saludar a Köln cuando me suba al tren.
¿Será un “adiós” o un “hasta pronto”?

6 comentarios:

Unknown dijo...

Te esperamos para quedarte un rato con nosotros o por un tiempo más largo, esa es la cuestión, que vos resolveras.
Un abrazo grande.

Anónimo dijo...

Las calles del coqueto barrio de Urca en Córdoba, muy cerca de donde vivo, son en su mayoría anchas, casi avenidas, algo confusas en a veces cuando se trata de vías de mano única. Confusas al menos cuando uno no anda todos los días por ahí, pero por cierto fáciles apenas se presta un poco de atención. No hace falta otra cosa para circular por las mismas. Hace unas semanas estaba en casa, un amigo que es plomero electricista y domina estos oficios con pericia envidiable. Oscar, la persona en cuestión es un ex-combatiente en Malvinas, una persona muy lúcida, que trabaja mucho y piensa mejor todavía, alma mater de la defensa de los derechos de aquellos que estuvieron en el conflicto o cerca del mismo, tanto que han conseguido con su lucha que el estado finalmente se haga cargo de las pensiones, jubilaciones y contención minimamente indispensables, para aquellos que fueron arrojados al fuego de una hoguera ajena. Oscar, vive bastante bien aquí, sigue trabajando en la medida que esto no le arruine un viaje para recorrer en bus, su querida Argentina, junto a su también muy querida compañera, y una vez al año, por lo menos se toma un avión para visitar a uno de sus hijos que vive en España. El mismo ha estado viviendo ahí, durante algún periodo más o menos largo, aunque al final Córdoba ha podido más, a pesar de experiencias como las que voy a contarte.
Resulta que algunas de las calles de Urca, no se ajustan al patrón de la mayoría y son efectivamente angostas y hasta algo empinadas. Una mañana, Oscar mientras conducía su peugeot partner (que utiliza para trabajar) iniciaba el descenso para tomar la Av. Sagrada Familia, por una calle de una mano, cuando de pronto dobló en sentido contrario una 4x4 que parecía en realidad 8x8 y que obvio venía en contramano. Pues bien, el resultado fue que de no frenar ambos abruptamente, se hubiera producido un choque que hubiera comprometido mucho al conductor de la 4x4 (esto es apenas una sospecha infundada, si tenemos en cuanta que ante la justicia en general un par de ojos celestes de billetera generosas obtienen mejor posición que un trabajador de manos cayosas).
El bueno hombre de poderoso vehículo sin embargo, se "dignó" a bajar la ventanilla (tengamos en cuanta que esto ocurrió un día de estío de elevada temperatura) y luego de sortear el "sopapo" de una bocanada de aire caliente (pobre hombre) no tuvo mejor idea que resolver el "entuerto" con un "correte del medio negro de mierda que te voy a partir en mil pedazos con mi camioneta".
Oscar que no es hombre de arrugar (al fin y al cabo enfrentó el infierno de la guerra) sin embargo aceptó el pedido de su hijo de no "hacer lío", por lo que dejó pasar, luego de un par de maniobras marcha atrás y en subida para él. Al fin y al cabo a Oscar le demandó menos tiempo que al repartidor aleman, continuar su marcha. Solo que quienes se interpusieron entre uno y otro, vivieron consecuencias distintas. Supongo el dolor de cabeza del aleman que estacionó incorrectamente, mientras el cordobés, seguramente repetirá casi a diario su atropello de desprecio, propio de un energúmeno.
Hasta que un día se lo encuentre otra vez a Oscar, pero sin su hijo, porque entonces tengo la certeza que Oscar le cruzará su vehículo a riesgo que se lo embistan y su paciencia infinita quiero creer que terminará con este buen hijo de puta donde merece.
Las calles de San Francisco, era una serie que protagonizaba Kirk Douglas (papá de Michael), las calles del Quito colonial son empinadas y pintorescas, las de Cardona en general están en mal estado, las de Brasilia son anchísimas, las de Stgo. de Compostela, empedradas, las Mexico siempre abarrotadas de autos, las de Köln, como las describís y las de Córdoba, bien nuestras, algunas anchas, otras no, algunas todas rotas, otras también, pero todas tienen en algún rincón, su encanto. Lo que es bien distinto es la fauna que las recorre.

Mauricio Monte dijo...

Maleducados e hijos de puta hay en todos lados. La diferencia es que no en todos lados hacen lo que quieren (sin condena social, por lo menos).

Anónimo dijo...

"LA VENGANZA ES EL PLACER DE LOS DIOSES", es un gran dicho que todos tenemos ganas de aplicar en ciertas ocasiones como la que nos relata José Gabriel, pero cuando uno piensa en frió lo ocurrido, no es mejor no ensuciarse las manos con mierda. Hasta resulta mas fácil dejarlo pasar. A las personas como Oscar lo quieren todos, buen laburador, buena persona, etc. al de la 4x4 no lo deben querer ni los hijos.
Saludos Rodrigo.

Andrea G. dijo...

Que difícil decisión ver como sigue la vida o en realidad donde, no? Hace muchos años yo también tuve que decidir si quedarme lejos o volver a mi buenos aires querido. Sabrás vos que es lo mejor,hay tantas variables que influyen para un lado y para el otro!!...pero yo como oyente fiel de la barra de VH deseo que vuelvas, como dice Cima al menos por un tiempo, para que nosotros podamos nutrirnos de tus comentarios, observaciones, análisis, sensibilidad... Soy egoísta, y te querría un buen rato por estos pagos. Igual se me hace un lío bárbaro en la cabeza y en el cuore porque también deseo que hagas aquello que te haga feliz porque estamos todos seguros que sos una excelente persona... y bueno, te disfrutaremos cuando vuelvas y después veremos veremos después lo sabremos… Un beso Andrea

Fernando Salceda dijo...

Muchas gracias a todos por visitar el blog y por los comentarios.
Me halaga mucho que lo hagan.

Saludos.