jueves, 6 de septiembre de 2007

¿Mejor o peor? Sin dudas, distinto

Hay algo que me separa decididamente de los alemanes: se puede fumar en casi todos lados, incluidos los lugares donde se come. Ese fue uno de los motivos por los cuales adopté el bistrot de mis amigos franceses; ellos no lo permiten. Pero hay una buena noticia: el próximo 1 de enero entrará en vigor en todo el país la ley que prohíbe terminantemente fumar en todos los espacios cerrados. ¡Vamos todavía!
Esta semana tuve mis primeros días seguidos de automovilista en Köln. El tránsito es tan ordenado que hasta aburre, pero hay que conocer bien la señalización y algunas reglas; por ejemplo, si uno llega a un cruce de avenidas por el carril derecho DEBE girar; si intenta seguir adelante por una distracción o un arrepentimiento súbito, es Strafe (multa) segura. Sí o sí hay que poner la luz de giro para cambiar de carril o para doblar, aunque no venga nadie detrás.
El peatón y el ciclista siempre tienen prioridad si no hay semáforo y al girar en una esquina hay que mirar si por la bicisenda o la vereda no viene nadie, porque en ese caso también tiene preferencia el que pedalea o camina. No dan tregua con el estacionamiento. El barrio en el que vivo, Ehrenfeld, no es céntrico. Pero permanentemente se ve a los inspectores con esos posnet con los que toman nota de las infracciones. Imprimen el comprobante y lo dejan en el parabrisas; mientras, en ese aparato quedan los datos que al final de la jornada se descargan en el sistema del municipio. A los pocos días llega la carta con la boleta y no hay amigos que eviten el pago, aunque los montos no son muy altos. Si hay un choque, por mínimo que sea el daño, el damnificado tiene que dar parte a la Policía si quiere cobrarle a alguna compañía de seguros. Sin esa constancia es imposible iniciar cualquier trámite. También existen las fotomultas para el exceso de velocidad, con variantes: la imagen incluye el rostro del conductor y el valor que se paga depende de la diferencia entre la velocidad registrada y el máximo permitido.
El tiempo sigue dándonos sol en dosis muy bajas y día a día se va sintiendo más cerca al frío. Ya hay que usar algo más que las remeras livianas de mangas largas. Dicen que el invierno va a ser duro, como lo es siempre, pero difícilmente tendremos nieve, al menos en la ciudad. Eso es cosa de uno o, como mucho, dos días por año y en la periferia. Cuentan que a las cuatro de la tarde ya es de noche –valga el juego de palabras-, que hay pocas horas de luz natural por día en diciembre y enero. Dicen que es triste a partir de noviembre; cuando llegue veremos qué tanto lo es.
Un amigo argentino estudioso de la Segunda Guerra, que vive acá, me contaba días atrás de qué manera le es difícil encontrar testimonios y evidencias de los años de nazismo en Alemania. Es algo de lo que a los alemanes no les gusta hablar en general, ya que a la inmensa mayoría la avergüenza. Existen, sin embargo, pequeños focos de reivindicación que se limitan a pocas personas de edad avanzada que por alguna razón inentendible sienten nostalgia por aquellos tiempos. Afortunadamente, la cantidad es mínima y no están bien vistos. Las generaciones más recientes quieren despegar la imagen de “su” Alemania de lo que consideran una etapa de bochorno internacional. Por eso, cuentan, el Mundial llenó de alegría a este país porque les permitió cubrir las ciudades con los colores de su bandera. Se permitieron mostrarle al mundo su orgullo por ser alemanes, cosa que antes dudaban en expresar abiertamente por la imagen todavía presente de lo que pasó entre 1939 y 1945, con la derrota militar y los crímenes del nazismo incluidos.
Los alemanes parecen haber hecho una profunda introspección después de ese horror. Quizás sea por eso que hoy no hay lugar para el racismo, al que combaten en todos los frentes. Les doy dos ejemplos: me contaron que hace un par de años, salió en los medios de Colonia la noticia de que en una discoteca le habían negado el acceso a un muchacho de origen africano. Poco tiempo después, el boliche debió cerrar por falta de asistentes. No hizo falta que lo clausuraran, porque los mismos clientes emitieron su veredicto: dejaron de ir. Así de simple. En lo que hace al fútbol, los reglamentos prevén sanciones que incluyen quita de puntos ante la eventualidad de una manifestación racista por parte de un jugador o de la hinchada de algún equipo. Hace dos semanas, Borussia Dortmund zafó con lo justo del descuento, aunque su arquero Roman Weidenfeller recibió tres fechas de suspensión y una multa de diez mil euros por una actitud discriminatoria contra Gerald Asamoah, el jugador de origen ghanés de Schalke 04. Éste último acusó a Weidenfeller de decirle “schwarzes Schwein” (negro cerdo) y, según lo que todos afirman, eso es lo que se lee en los labios del arquero en el primer plano de la acción. El equivalente a nuestro tribunal de disciplina tomó un camino intermedio: su presidente explicó públicamente que se castigó a Weidenfeller por discriminación y no por racismo, ya que ellos interpretaron que dijo “schwoles Schwein” (cerdo homosexual). Se mandaron una de la AFA pero a medias, porque, al menos, el agresor no quedó impune.

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